EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO
La pesadilla de Sandy o Raúl Castro mirándolo todo
Por Carlos Cabrera Pérez
Vaya por delante mis condolencias a las familias del oriente de Cuba que han perdido a sus seres queridos por la combinación de la fuerza 2 de Sandy y las condiciones de pobreza permanente en que el castrismo ha sumido a la isla, aunque Santiago de Cuba, Holguín y Guantánamo estaban declaradas Listas para la Defensa y toda esa retahíla de pomposidades inútiles.
A diferencia de Sandy, que entró en tromba, Raúl Castro fue acercándose poco a poco a Santiago de Cuba, tras una parada inexplicable en Villa Clara, pues la tragedia estaba en el este y no apareció por las zonas afectadas, hasta casi cinco días después de la tragedia.
Pese a su poca efectividad tangible, Fidel Castro no perdía un minuto en estos casos y luego de comparecer ante la Mesa Redonda como Meteorólogo en jefe y soltarle perlas a José Rubiera como aquella de “habla sin miedo”, se iba a esperar el embate del ciclón hasta el punto de que un día anduvo de provincia en provincia porque el huracán amagaba, pero no entraba, lo que le llevó a decir: “Ese cicloncito, no viene ná”.
Pese a su poca efectividad tangible, Fidel Castro no perdía un minuto en estos casos y luego de comparecer ante la Mesa Redonda como Meteorólogo en jefe y soltarle perlas a José Rubiera como aquella de “habla sin miedo”, se iba a esperar el embate del ciclón hasta el punto de que un día anduvo de provincia en provincia porque el huracán amagaba, pero no entraba, lo que le llevó a decir: “Ese cicloncito, no viene ná”.
Teatro y politiquería
Con esas puestas en escena poco solucionaba -los ciclones de su época incrementaron notablemente la cifra de albergados- pero reforzaban su carisma. Así el líder se acercaba a los pobres perennes por mandato suyo y dirigía las labores de rescate, entablando la sempiterna competencia con Estados Unidos para ver quién tenía menos muertos.
Ya sabemos que Raúl Castro tiene otro estilo, pero esta vez, le han faltado reflejos para movilizarse y estar cerca de los más desamparados, pese a que, en estos casos, las principales labores las ejecutan soldados y oficiales del Ejército, su obra de los últimos 50 años.
Resulta inexplicable que a esta hora, los dirigentes del Partido Comunista y del Poder Popular en las provincias afectadas no hayan presentado su dimisión irrevocable, pues han sido incapaces de proteger a los ciudadanos y a las infraestructuras de vivienda y socioeconómica de sus ámbitos de responsabilidad.
Una cosa es la propaganda y otra muy distinta la responsabilidad real que tiene cualquier cargo público frente a los gobernados.
La Mesa Redonda del viernes 25 de octubre, fue una puesta en escena norcoreana, en la que un compungido Randy Alonso y el Coronel Miguel Ángel Puig, jefe del Departamento de Operaciones del Estado Mayor de la Defensa Civil, competían en un inesperado duelo entre Cantinflas y Grau San Martín, mientras un periodista de Santiago que se esforzaba por llorar, aunque solo alcanzara medio puchero.
Ya sabemos que Raúl Castro tiene otro estilo, pero esta vez, le han faltado reflejos para movilizarse y estar cerca de los más desamparados, pese a que, en estos casos, las principales labores las ejecutan soldados y oficiales del Ejército, su obra de los últimos 50 años.
Resulta inexplicable que a esta hora, los dirigentes del Partido Comunista y del Poder Popular en las provincias afectadas no hayan presentado su dimisión irrevocable, pues han sido incapaces de proteger a los ciudadanos y a las infraestructuras de vivienda y socioeconómica de sus ámbitos de responsabilidad.
Una cosa es la propaganda y otra muy distinta la responsabilidad real que tiene cualquier cargo público frente a los gobernados.
La Mesa Redonda del viernes 25 de octubre, fue una puesta en escena norcoreana, en la que un compungido Randy Alonso y el Coronel Miguel Ángel Puig, jefe del Departamento de Operaciones del Estado Mayor de la Defensa Civil, competían en un inesperado duelo entre Cantinflas y Grau San Martín, mientras un periodista de Santiago que se esforzaba por llorar, aunque solo alcanzara medio puchero.
Personajes sacados de Juan de los muertos
Los pocos entrevistados en diferentes poblaciones aparecían en la televisión como zombies en medio de la destrucción, como si alguien hubiera olvidado desconectarlos antes de que empezara a llover. Emulos del filme Juan de los muertos, pero ahora repitiendo el mismo discurso de la recuperación protagonizada por el valeroso pueblo, en ese simplón lenguaje castrista que aburre hasta las ovejas.
Rubiera -que tiene más ciclones vistos que aquel abuelo de Alegrías de Sobremesa que siempre recordaba el ciclón de 1926- fue cuidadoso en su panorámica. Reiteró hasta en tres ocasiones que los ciclones sur-norte son rarísimos en el oriente de la isla y dio gracias a Dios (sin mencionarlo) de que la velocidad de Sandy fuera de 30 Km/h, pues si hubiera sido más lento, la destrucción habría sido aún mayor.
La circunstancia la aprovechó el coronel Puig para soltar una joya del léxico totalitario: "La peculiaridad del fenómeno se conjugó con la estructura urbanística de Santiago [de Cuba] que favoreció las condiciones". Es decir, la culpa de la destrucción no es de la imprevisión de las autoridades ni del ciclón de desidia que desde hace 53 años asola a las viviendas e infraestructuras de la ciudad, sino de los arquitectos fundadores que diseñaron una trama tan compleja y favorecedora de un ciclón tan peculiar.
El paso de los días reafirmó la línea gubernamental de seguir instalados en la propaganda, como demuestra este párrafo de una crónica reciente del diario Granma sobre el recorrido de Raúl Castro por Santiago de Cuba: "¡Ahí va Raúl!", "¡está mirándolo todo, compay!", "¡sabía que vendría, no estamos solos!", "¡qué alegría que están con nosotros!", "aquí estamos, ¡fajaos!", "¡vamos palante, luchando!", "¡firmes aquí!"; "¡Vivan Fidel y Raúl!".
Y estas frases antológicas del General Castro en Songo La Maya: “(…) yo me quedo aquí hasta que venga la luz (…) confíen en su revolución (…)", luego de subrayar que las petrocasas Made in Chávez apenas habían sufrido los embates del “huracán perfecto”.
Los pocos entrevistados en diferentes poblaciones aparecían en la televisión como zombies en medio de la destrucción, como si alguien hubiera olvidado desconectarlos antes de que empezara a llover. Emulos del filme Juan de los muertos, pero ahora repitiendo el mismo discurso de la recuperación protagonizada por el valeroso pueblo, en ese simplón lenguaje castrista que aburre hasta las ovejas.
Rubiera -que tiene más ciclones vistos que aquel abuelo de Alegrías de Sobremesa que siempre recordaba el ciclón de 1926- fue cuidadoso en su panorámica. Reiteró hasta en tres ocasiones que los ciclones sur-norte son rarísimos en el oriente de la isla y dio gracias a Dios (sin mencionarlo) de que la velocidad de Sandy fuera de 30 Km/h, pues si hubiera sido más lento, la destrucción habría sido aún mayor.
La circunstancia la aprovechó el coronel Puig para soltar una joya del léxico totalitario: "La peculiaridad del fenómeno se conjugó con la estructura urbanística de Santiago [de Cuba] que favoreció las condiciones". Es decir, la culpa de la destrucción no es de la imprevisión de las autoridades ni del ciclón de desidia que desde hace 53 años asola a las viviendas e infraestructuras de la ciudad, sino de los arquitectos fundadores que diseñaron una trama tan compleja y favorecedora de un ciclón tan peculiar.
El paso de los días reafirmó la línea gubernamental de seguir instalados en la propaganda, como demuestra este párrafo de una crónica reciente del diario Granma sobre el recorrido de Raúl Castro por Santiago de Cuba: "¡Ahí va Raúl!", "¡está mirándolo todo, compay!", "¡sabía que vendría, no estamos solos!", "¡qué alegría que están con nosotros!", "aquí estamos, ¡fajaos!", "¡vamos palante, luchando!", "¡firmes aquí!"; "¡Vivan Fidel y Raúl!".
Y estas frases antológicas del General Castro en Songo La Maya: “(…) yo me quedo aquí hasta que venga la luz (…) confíen en su revolución (…)", luego de subrayar que las petrocasas Made in Chávez apenas habían sufrido los embates del “huracán perfecto”.
Machado Ventura, a cara destemplada
Pero en realidad, la nota más descarada la puso el vicepresidente primero José Ramón Machado Ventura durante una reunión con dirigentes en Holguín.
"Hay que tratar de buscar aquí el máximo entre nosotros, aquí, y cuando digo entre nosotros digo entre los municipios, entre las regiones, entre las provincias, y que quede hacia arriba y o que vaya como solicitud hacia los niveles nacionales sea lo mínimo, porque hay que estar dando respuesta a muchos lugares al mismo tiempo. Ustedes tienen no solo que comprenderlo ustedes sino también hay que explicárselo a la gente, la gente lo entiende", dijo el octogenario dirigente como si las soluciones pudieran ser municipales.
¿Qué necesidad hay de tanta grosería con 11 muertos aún calientes y cientos de miles de familias sin casas? ¿Qué sentido tiene hacer puestas en escena en las que los fallecidos apenas son mencionados, y se le da todo el protagonismo a reuniones burocráticas urgentes, donde -por enésima vez- aparecen uniformados, junto a cuadros enguayaberados y compañeras con la manicura hablando de lo que no pudimos enterarnos?
¿Qué necesidad hay de tanta grosería con 11 muertos aún calientes y cientos de miles de familias sin casas? ¿Qué sentido tiene hacer puestas en escena en las que los fallecidos apenas son mencionados, y se le da todo el protagonismo a reuniones burocráticas urgentes, donde -por enésima vez- aparecen uniformados, junto a cuadros enguayaberados y compañeras con la manicura hablando de lo que no pudimos enterarnos?
Un político tiene que estar al lado de los ciudadanos siempre y, especialmente, en momentos difíciles. La gerontocracia y los dirigentes provinciales del Partido Comunista parecían pillados por sorpresa y dejaron solos a los responsables municipales y Delegados del Poder Popular en la ingrata tarea de dar la cara en los primeros días en medio de la destrucción que también padecen parcialmente y con escasez de alimentos y de agua potable.
Ante esta tragedia, la postura más inteligente de la comunidad cubana en la diáspora debe ser la de tender la mano a nuestros hermanos orientales para ver cómo podemos ayudarlos cuando están sumidos en una traumática depresión colectiva.
Ante esta tragedia, la postura más inteligente de la comunidad cubana en la diáspora debe ser la de tender la mano a nuestros hermanos orientales para ver cómo podemos ayudarlos cuando están sumidos en una traumática depresión colectiva.
Evitar la deslealtad entre cubanos
Poco importa si el régimen o alguno de sus portavoces rechaza o critica nuestra mano tendida: debemos evitar la deslealtad para con nuestros hermanos y actuar en un tema humanitario, como seres humanos y no en clave política, como suele hacer el gobierno castrista.
No propongo el envío de ayuda humanitaria masiva porque los recursos son más fáciles de distraer que el dinero y ya sabemos de las prácticas habituales de robos que se producen en los puertos y aeropuertos cubanos, amparados en la “necesidad” de muchos que llevan años “escapando” con los bienes de todos, además de que la operación implicaría una logística complicada y cara.
Pero podría instrumentarse una cooperación de cubano a cubano, aprovechando que muchos residentes en la isla tienen cuentas en divisas en los bancos locales a las que podríamos transferir fondos. Seguramente nuestra ayuda será insuficiente para paliar lo que Sandy ha dejado al descubierto.
Habría que priorizar la ayuda para los sectores de población más pobres y apoyar –incluso al gobierno provincial- en la reanudación paulatina del curso escolar, pues los niños son inocentes y víctimas de una tragedia, aún cuando repitan mecánicamente que quieren ser como el Che Guevara.
Debemos desterrar para siempre que los problemas de nuestros hermanos en la isla son suyos o del comunismo; los problemas son problemas y los sufren siempre, y en mayor intensidad, los más débiles: jubilados, enfermos crónicos, niños, familias monoparentales femeninas y todo ese ejército de pobres que creó el castrismo.
Los organismos internacionales, incluida la Unión Europea, disponen de fondos para socorrer a países víctimas de fenómenos naturales. Sería imprescindible que Raúl Castro llamara a Ginebra, Nueva York y Bruselas pidiendo ayuda para que no se quede solo en el noble gesto de Hugo Chávez de despachar un barco con ayuda para Haití y Cuba en cuanto se pudo navegar por el Caribe.
Detrás de esas caras, manos y voces que aplauden y gritan ¡Raúl, Raúl!, hay tragedias humanas acumuladas por años de ineficacia y abandono, amparados en la cultura de la pobreza que impuso el Comandante en Jefe. Y no se trata de poner en duda los testimonios que los desesperados ofrezcan a cámara abierta, sino de que ellos puedan vivir mejor y en paz consigo mismo, incluso los castristas más acérrimos.
La destrucción causada por Sandy exige agilidad, eficacia y generosidad. Y aunque ya sabíamos que la pobreza es fotogénica, Sandy ha dibujado una foto demasiado cruda y real de nuestra Cuba.
Poco importa si el régimen o alguno de sus portavoces rechaza o critica nuestra mano tendida: debemos evitar la deslealtad para con nuestros hermanos y actuar en un tema humanitario, como seres humanos y no en clave política, como suele hacer el gobierno castrista.
No propongo el envío de ayuda humanitaria masiva porque los recursos son más fáciles de distraer que el dinero y ya sabemos de las prácticas habituales de robos que se producen en los puertos y aeropuertos cubanos, amparados en la “necesidad” de muchos que llevan años “escapando” con los bienes de todos, además de que la operación implicaría una logística complicada y cara.
Pero podría instrumentarse una cooperación de cubano a cubano, aprovechando que muchos residentes en la isla tienen cuentas en divisas en los bancos locales a las que podríamos transferir fondos. Seguramente nuestra ayuda será insuficiente para paliar lo que Sandy ha dejado al descubierto.
Habría que priorizar la ayuda para los sectores de población más pobres y apoyar –incluso al gobierno provincial- en la reanudación paulatina del curso escolar, pues los niños son inocentes y víctimas de una tragedia, aún cuando repitan mecánicamente que quieren ser como el Che Guevara.
Debemos desterrar para siempre que los problemas de nuestros hermanos en la isla son suyos o del comunismo; los problemas son problemas y los sufren siempre, y en mayor intensidad, los más débiles: jubilados, enfermos crónicos, niños, familias monoparentales femeninas y todo ese ejército de pobres que creó el castrismo.
Los organismos internacionales, incluida la Unión Europea, disponen de fondos para socorrer a países víctimas de fenómenos naturales. Sería imprescindible que Raúl Castro llamara a Ginebra, Nueva York y Bruselas pidiendo ayuda para que no se quede solo en el noble gesto de Hugo Chávez de despachar un barco con ayuda para Haití y Cuba en cuanto se pudo navegar por el Caribe.
Detrás de esas caras, manos y voces que aplauden y gritan ¡Raúl, Raúl!, hay tragedias humanas acumuladas por años de ineficacia y abandono, amparados en la cultura de la pobreza que impuso el Comandante en Jefe. Y no se trata de poner en duda los testimonios que los desesperados ofrezcan a cámara abierta, sino de que ellos puedan vivir mejor y en paz consigo mismo, incluso los castristas más acérrimos.
La destrucción causada por Sandy exige agilidad, eficacia y generosidad. Y aunque ya sabíamos que la pobreza es fotogénica, Sandy ha dibujado una foto demasiado cruda y real de nuestra Cuba.
Raúl Castro debía de aprovechar la coyuntura dramática en que le ha puesto Sandy para cambiar de verdad y dejar esa ridícula pose de "actualización del modelo". Hace ya tiempo que se acabó el pan de piquitos y, si tenía todavía dudas, deben haberle servido las horas en que recorrió calles y caminos malolientes, sorteando escombros, postes y árboles caídos, como si de pronto se hubiese extraviado y llegado a Haití.
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