Como sabemos muy bien, las células humanas tienen un ciclo de vida muy limitado. De hecho, sólo pueden renovarse un número determinado de veces antes de morir. Existe, sin embargo, una excepción a esta regla universal: El «contador» de la esperanza de vida celular «se pone a cero» cuando se trata de crear nuevas células destinadas a la reproducción. Es la razón, por ejemplo, de que los hijos engendrados por varones de veinte y de ochenta años tengan, los dos, las mismas expectativas de vida.
Por desgracia, la ciencia ignora cuál es el mecanismo que permite este extraordinario «reseteo» de las células humanas y, hasta ahora, los esfuerzos por desentrañar el misterio han sido en vano. Aunque las cosas pueden estar a punto de cambiar.
En efecto, un grupo de biólogos del MIT (Massachussets Institute of Technology) ha conseguido localizar un gen que parece ser el responsable de este proceso. Los resultados son muy prometedores: activando el gen en células de levadura muy envejecidas, los investigadores consiguieron que éstas vivieran el doble de tiempo de lo normal.
Si el mecanismo funciona de la misma forma en las células humanas, el equipo del MIT podría haber dado con la clave para mantener la juventud durante mucho más tiempo. O por lo menos eso es lo que piensa la bióloga Angelika Amon, uno de los autores de un artículo recién publicado en Science: «Si podemos identificar qué genes participan en el rejuvenecimiento, podremos diseñar, por medio de la ingeniería genética, formas de activarlos en las células normales».
Se dividen treinta veces
Pero veamos qué es exactamente lo que han podido ver los biólogos del MIT. Las células de levadura (con las que se han realizado los experimentos) se dividen, normalmente, unas treinta veces antes de morir. Y resulta muy fácil distinguir, por su aspecto, las células viejas de las jóvenes.
Las más ancianas, en efecto, han sufrido durante su vida una serie de cambios muy visibles y que incluyen, entre otros, la acumulación de fragmentos «extra» de ADN y de proteínas o la presencia de estructuras anormales, especialmente en los nucleolos, los «almacenes» de proteínas y ácidos nucleicos que se encuentran en el interior del núcleo de las células y que sirven para fabricar nuevas proteínas.
Sin embargo, los científicos no está seguros de cuáles de estas características físicas son realmente importantes en el proceso de envejecimiento. «En realidad -explica Angelika Amon- nadie sabe con exactitud qué es el envejecimiento. Sabemos que estas cosas ocurren, pero no sabemos cuál de ellas terminará por matar una célula o por hacer que enferme».
«Proceso de rejuvenecimiento»
Las células de levadura se reproducen mediante un tipo de división celular llamada meiosis, una especie de «doble división» que permite, al final del proceso, la aparición de cuatro nuevas células. Y los biólogos del MIT observaron que los signos de envejecimiento celular desaparecen casi por completo al final de la meiosis. Lo cual, para Angelika Amon, es «un auténtico proceso de rejuvenecimiento».
Los investigadores se dieron cuenta de que la clave estaba en un gen llamado NDT80, que se activaba al mismo tiempo en que se producía este rejuvenecimiento. Para comprobarlo, activaron el gen el células que no se estaban reproduciendo. Y el resultado fue que esas células vivieron el doble de tiempo de lo normal. En palabras de Amon, «tomamos células viejas y las volvimos jóvenes otra vez».
Además, en las células viejas con el gen NDT80 activado, el único signo de envejecimiento que cambió o desapareció por completo fue precisamente el de las deformidades en los nucleolos, lo que sugiere que es precisamente allí donde se encuentra el «motor» que pone en marcha el proceso de envejecimiento.
Este espectacular hallazgo, sin embargo, no es definitivo. De hecho, la proteína que fabrica el gen NDT80 es un «factor de transcripción» o , dicho de otra forma, una clase de proteína cuya misión principal es la de activar otros genes. Por eso, los biólogos del MIT intentarán ahora localizar cuáles son esos «otros genes» a los que el NDT80 está apuntando y que podrían tener, también, un papel importante en el proceso de envejecimiento.
En paralelo, los investigadores estudiarán también los efectos que produce el NDT80 en criaturas más complejas, como el gusano C. elegans. Y se dedicarán a estudiar los efectos de un gen análogo que poseen los ratones, llamado P63, lo que nos dará una idea muy clara de cómo funciona el proceso recién descubierto en los mamíferos. Por cierto, los seres humanos también disponemos del P63, lo que deja abierta la puerta a nuevas y prometedoras investigaciones.
Este mensaje ha sido enviado gracias al servicio BlackBerry de Movilnet
No hay comentarios:
Publicar un comentario