A volar pichon que Papá Murió. Los hijos que ya nadie quiere
Una vez alguien me cuestionó. "...cómo eres capáz de denigrar a tu país?, a lo que le respondí, yo no denigro a mi país, sino al mal Gobierno que tiene..."
http://loshijosquenadiequiso.blogspot.com/2010/03/no-hay-harina-ni-verguenza.html?utm_source=twitterfeed&utm_medium=twitter
No hay harina ni vergüenza
¿QUÉ SE PUEDE ESPERAR DE UN Gobierno que no puede garantizar ni siquiera la harina para el pan nuestro de cada día? Las colas en las panaderías cubanas se asemejaban a las imágenes de la Segunda Guerra Mundial. Y para más falta de respeto, una funcionaria del gobierno dijo en plena televisión: “sí hay harina, el problema es que se está comiendo más pan del acostumbrado”. Lo que infiere, para continuar la burla de la funcionaria, que la ola de frío abre el apetito voraz a los cubanos por la hogaza. Algo para sugerir a los científicos que agreguen en sus próximas investigaciones tropicales.
Lo difícil y triste es ver al cubano soportar, a puro miedo, tras varias horas de espera e incertidumbre, por conseguir unos gramos de pan. Algunos, desconfiados, a veces en su desesperación, acalorados, dicen alguna palabra que, después de pronunciada, se arrepienten. Saben que en una celda se está peor. Saben que a su lado puede haber un colaborador (chivato), que lo señale a las autoridades y de esa manera asegure su pan. En este país hay que “saber” mucho para sobrevivir.
Cuando se filtra la sacada del horno, comienza la movilización, el empuje desorganizado, los gritos por alguna fuga de pan clandestino. Alguien por el fondo se mueve sigiloso con una jaba provista. Es algún familiar de los panaderos o un potentado que con mucha suerte compró a sobreprecio. Pero como una jugada magistral, para romper la mirada sobre el hombre que escapa por el fondo, abren la ventanilla y un alarido de guerra avisa que comenzará la venta. Todos gritan, ofenden si alguien intenta acercarse a un conocido o pretende colarse en busca de un posible hueco con el objetivo de llegar a la parte delantera; pero los violadores no escuchan, no les importa los insultos, el hambre es peor que la desvergüenza, y mantienen su empeño.
En minutos se acaba la oferta. Sin decir palabras cierran las ventanas. Vuelven los cuerpos a su posición inerte, pegando los cuerpos para defenderlos del frío. Nuevamente algunas palabras escapan y se autocensuran. Otra vez las miradas de miedo.
Y continúa la larga espera de este pueblo de hijos que nadie quiere.
Lo difícil y triste es ver al cubano soportar, a puro miedo, tras varias horas de espera e incertidumbre, por conseguir unos gramos de pan. Algunos, desconfiados, a veces en su desesperación, acalorados, dicen alguna palabra que, después de pronunciada, se arrepienten. Saben que en una celda se está peor. Saben que a su lado puede haber un colaborador (chivato), que lo señale a las autoridades y de esa manera asegure su pan. En este país hay que “saber” mucho para sobrevivir.
Cuando se filtra la sacada del horno, comienza la movilización, el empuje desorganizado, los gritos por alguna fuga de pan clandestino. Alguien por el fondo se mueve sigiloso con una jaba provista. Es algún familiar de los panaderos o un potentado que con mucha suerte compró a sobreprecio. Pero como una jugada magistral, para romper la mirada sobre el hombre que escapa por el fondo, abren la ventanilla y un alarido de guerra avisa que comenzará la venta. Todos gritan, ofenden si alguien intenta acercarse a un conocido o pretende colarse en busca de un posible hueco con el objetivo de llegar a la parte delantera; pero los violadores no escuchan, no les importa los insultos, el hambre es peor que la desvergüenza, y mantienen su empeño.
En minutos se acaba la oferta. Sin decir palabras cierran las ventanas. Vuelven los cuerpos a su posición inerte, pegando los cuerpos para defenderlos del frío. Nuevamente algunas palabras escapan y se autocensuran. Otra vez las miradas de miedo.
Y continúa la larga espera de este pueblo de hijos que nadie quiere.
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