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sábado, 20 de marzo de 2010

¿Criticar a Cuba sin ser facho?


EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO (A. Boente)

¿Criticar a Cuba sin ser facho?

Por Alfredo Boccia Paz |
http://www.ultimahora.com/notas/306059-%C2%BFCriticar-a-Cuba-sin-ser-facho






El caso de los huelguistas de hambre cubanos plantea dilemas interesantes para las conciencias progresistas del mundo. Muchos de los que sienten preocupación ante el drama humano de los disidentes temen sumar ingenuamente su voz al coro hipócrita que utiliza el tema de los derechos humanos para atacar a Cuba.


Por un lado, hay que librarse de la vocinglera indignación de los que denuncian la situación de los "presos políticos" de Cuba, pero callan inmoralmente cuando hay que hablar de las ejecuciones extrajudiciales cometidas en Colombia o la tortura a extranjeros utilizada por Estados Unidos en algunas partes del mundo. Hablando de Cuba, bueno es recordar que Guantánamo queda en la isla. ¿Hay presos y muertos que valen más que otros? Claro que sí; ya decía Mao que miles de muertos en China son una noticia, pero un muerto norteamericano es una tragedia.


Pero, por otra parte, es preocupante que también a la izquierda se le extravíe la objetividad y en casos como éste, solo un incómodo silencio sea la respuesta. Es difícil superar los sesgos de las simpatías ideológicas a la hora de juzgar cómo trata un gobierno a sus oponentes. Porque de opositores hablamos; no hay libertad de expresión si existen muchos medios de prensa que hablan bien del gobierno. Esta existe cuando se permite, además, la publicación de los que son críticos. Este dogma universal se olvida cuando se llega al poder.


Esa solidaridad implícita entre los conservadores y cualquier régimen derechista o entre los izquierdistas y los sistemas políticos socialistas, oscurece la razón, sobre todo porque de ambos lados, hay argumentos difíciles de discutir. Fíjese usted que el Parlamento europeo emitió una condena contra Cuba, Almodóvar y Ana Belén firmaron petitorios de libertad y la pluma de Vargas Llosa denunció el silencio de los gobiernos democráticos de América Latina porque, "cuando se trata de Cuba, en lugar de ser coherentes, miran para otro lado".


Y, al mismo tiempo, hubo vigorosas opiniones en defensa de un país que desde hace medio siglo soporta un bloqueo criminal –condenado por toda la comunidad internacional– de los Estados Unidos. Ninguno de los disidentes fue penado por delitos de opinión, sino por recibir fondos económicos de un gobierno "en guerra con Cuba". Y tampoco faltaron firmas prestigiosas a favor, como la del uruguayo Eduardo Galeano, quien recordó que "se mira a Cuba con una lupa que magnifica todo lo que interesa a sus enemigos. Pero esa lupa se distrae y no alcanza a ver otras cosas importantes que los medios de comunicación no informan".


Esta polémica –con argumentos respetables de ambos lados– ocupa espacios en muchos diarios del mundo. Pero, fíjese usted que la huelga de hambre no tuvo ningún eco entre los más de once millones de cubanos. Es que los medios de prensa y el acceso a internet están bajo el control del Estado. En las democracias no existen los presos políticos, nadie va preso por pensar distinto y la libertad de expresión está garantizada. He ahí el problema con Cuba. Ninguna pirueta dialéctica puede sostener que debido a su singular proceso histórico y político sea posible eximirla de cumplir los parámetros de respeto a los derechos humanos que se les exigen a otras naciones.


Los derechos humanos son universales. Y su violación no puede ser acallada por los demócratas. Cada preso político cubano es una prueba de autoritarismo. Para quienes admiramos los gigantescos logros humanos de la revolución, todo sería más fácil si las críticas despertadas por las huelgas de hambre motivaran una mayor apertura de las libertades públicas.

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