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viernes, 26 de febrero de 2010

LIBERTAD EN INTERNET. HILLARY RODHAM CLINTON 21/01/2010

SECRETARIA DE ESTADO HILLARY RODHAM CLINTON
DISCURSO SOBRE LIBERTAD EN INTERNET, MUSEO DE LA INFORMACIÓN NEWSEUM, WASHINGTON, DC

***** Estrella rating

21 DE ENERO DE 2010

Muchas gracias Alberto, no sólo por su amable introducción, sino por el liderazgo que usted y sus
colegas ejercen en esta importante institución. Es un placer estar aquí en el Newseum. Esta institución
es un monumento a algunas de nuestras más preciosas libertades y agradezco la oportunidad de hablar
sobre la manera en que estas libertades se aplican a los desafíos del siglo XXI.

Aunque no puedo verles a todos porque en escenarios como este la luz me da en los ojos y ustedes
quedan a oscuras, pero sé que hay aquí muchos amigos y antiguos colegas. Deseo reconocer a Charles
Overby, el director ejecutivo del Foro de la Libertad aquí en el Newseum; al senador Richard Lugar y al
senador Joe Lieberman, mi antiguos colegas en el Senado, que ambos votaron para que se aprobara la
Ley de La Voz, que se refiere al compromiso del Congreso y del pueblo estadounidense con la libertad en
Internet, un compromiso que cruza fronteras de partido y ramas del gobierno.

--También me dicen que están aquí los senadores Sam Brownback y Ted Kaufman, y la representante
Loretta Sánchez; muchos representantes del cuerpo diplomático: embajadores, encargados de negocios,
y participantes en nuestro Programa Internacional de Líderes Visitantes sobre la libertad en Internet
procedentes de China, Colombia, Irán, Líbano y Moldavia. También deseo reconocer la asistencia de
Walter Isaacson, presidente del Instituto Aspen, nombrado recientemente para nuestra Junta de
Gobernadores de Transmisiones (Broadcasting Board of Governors) y por supuesto, instrumental en el
apoyo del trabajo sobre la libertad en Internet que el Instituto Aspen ha venido realizando.

Aunque este es un discurso importante sobre un asunto importante, antes quisiera hablar brevemente
sobre Haití. Durante los últimos ocho días, el pueblo de Haití y los pueblos de todo el mundo se han
unido para enfrentar a una tragedia de descomunales proporciones. Nuestro hemisferio ha sufrido su
cuota de dificultades, pero hay pocos precedentes en situaciones como la que estamos viendo en Puerto
Príncipe. Las redes de comunicación han tenido un papel crítico en nuestra respuesta. Por supuesto
que quedaron averiadas y en muchos lugares destrozadas. En las horas tras el terremoto trabajamos con
asociados en el sector privado para establecer la campaña de mensajes de texto “HAITI”, para que los
usuarios de teléfonos móviles en Estados Unidos puedan donar a los esfuerzos de socorro por medio de
mensajes de texto. Esta iniciativa ha mostrado la generosidad del pueblo estadounidense y hasta el
momento se ha recaudado más de 25 millones de dólares para los esfuerzos de recuperación.

Las redes de información también han tenido un papel crítico en el terreno. Cuando estaba con el
presidente Préval, el sábado, en Puerto Príncipe, una de sus prioridades principales era tener las
comunicaciones en funcionamiento. Los miembros del gobierno no podían comunicarse entre ellos, o lo
que quedaba de ellos, con las ONG, nuestros líderes civiles, nuestros líderes militares, estaban
severamente afectados. La comunidad tecnológica ha establecido mapas interactivos para ayudar a
identificar necesidades y a que los recursos estén dirigidos a estas. El lunes un equipo estadounidense
de búsqueda y rescate extrajo de los escombros de un supermercado a una niña de siete años de edad y
a dos mujeres que habían enviado un mensaje de texto pidiendo ayuda. Estos ejemplos son
manifestaciones de un fenómeno mucho más amplio.

La diseminación de redes de información está formando un nuevo sistema nervioso en nuestro planeta.
Cuando algo ocurre en Haití o en Hunan, el resto de nosotros nos enteramos de ello cuando se está
produciendo, y por medio de personas reales, y podemos responder también en el tiempo en que
realmente está ocurriendo lo que sea. Los estadounidenses que desean ayudar tras el desastre y la niña
atrapada en el supermercado están conectados de maneras que no podían ni imaginarse hace un año, o
hace una generación. El mismo principio se aplica a casi toda la humanidad hoy día. Mientras estamos
aquí sentados, cualquiera de ustedes, o cualquiera de sus niños, pueden tomar herramientas que
utilizamos todos los días y transmitir este diálogo a miles de millones de personas en todo el mundo.

En muchos aspectos la información nunca se ha movido tan libremente. Hay más formas de diseminar
más ideas a más personas que en ningún otro momento de la historia. Incluso en países autoritarios las
redes de información ayudan a la gente a descubrir nuevos hechos y pedir más cuentas a los gobiernos.

Durante su visita a China en noviembre, por ejemplo, el presidente Obama celebró una reunión tipo
cabildo abierto en la que había un componente en línea, para así destacar la importancia de Internet. En
respuesta a una pregunta enviada por Internet defendió el derecho de la gente a tener libre acceso a la
información y dijo que cuanto más libremente fluya la información, más fuertes se hacen las sociedades.
Habló sobre el modo en que el acceso a la información ayuda a los ciudadanos a pedir cuentas a sus
gobiernos, a generar nuevas ideas, a estimular la creatividad y el espíritu empresarial. La creencia de
Estados Unidos en esta verdad fundamental es lo que me trae hoy aquí.

Debido a este aumento sin precedentes en la conectividad también debemos reconocer que estas
tecnologías no son una bendición por sí mismas.

Estas herramientas también las están explotando algunos para socavar el progreso de la humanidad y
los derechos políticos. Podemos utilizar el acero para construir hospitales pero también para construir
ametralladoras, podemos utilizar energía nuclear para abastecer de electricidad una ciudad, pero
también para destruirla, y de la misma manera las redes modernas de información y la tecnología que
las apoya pueden ser utilizadas para bien o para mal. Las mismas redes que ayudan a organizar
movimientos por la libertad también permiten a Al Qaeda diseminar odio e incitar a la violencia contra
los inocentes. Tecnologías con el potencial de abrir el acceso al gobierno y promover la transparencia
también pueden ser secuestradas por los gobiernos para aplastar la disensión y negar los derechos
humanos.

En el último año hemos visto un aumento en las amenazas contra el libre flujo de la información. China,
Túnez, y Uzbekistán han elevado su censura de Internet. En Vietnam, el acceso a los sitios populares de
redes sociales ha desaparecido de repente; y el pasado viernes en Egipto, 30 comentaristas de blog y
activistas fueron detenidos. Un miembro de este grupo, Bassem Samir – que, menos mal, ya no está en
prisión, está con nosotros hoy. Así que aunque está claro que la diseminación de estas tecnologías está
transformando nuestro mundo, no está todavía claro el modo en que esta transformación vaya a afectar
a los derechos humanos y al bienestar de gran parte de la población mundial.

Por sí mismas, estas tecnologías no se ponen de parte de nadie en la lucha por la libertad y el progreso,
pero Estados Unidos si lo hace. Estamos de parte de un Internet único en el que toda la humanidad
tenga acceso al conocimiento y las ideas. Reconocemos que la infraestructura informativa del mundo se
hace a partir de lo que nosotros y otros hacemos de ella. El desafío que enfrentamos puede ser nuevo,
pero nuestra responsabilidad, de ayudar a asegurar el libre intercambio de ideas, data desde el
nacimiento de nuestra república. Las palabras de la primera enmienda de la Constitución están grabadas
en 50 toneladas de mármol de Tennessee en la fachada de este edificio, y todas las generaciones de
estadounidenses han trabajado para proteger los valores grabados en esa piedra.

Franklin Roosevelt se basó en estas ideas cuando pronunció el discurso de las Cuatro Libertades, en
1941. En aquel tiempo, los estadounidenses se enfrentaban a una diversidad de crisis y a una crisis de
confianza. Pero la visión de un mundo en que la gente disfrutara de la libertad de expresión, la libertad
de culto, la libertad de hacer lo que se desee y la libertad de vivir sin miedo trascienden a los problemas
de aquel momento. Años después, una de mis heroínas, Eleanor Roosevelt trabajó para que estos
principios se adoptaran como piedra angular de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Han
proporcionado las pautas para todas las generaciones posteriores, guiándonos, estimulándonos, y
capacitándonos para avanzar frente a la incertidumbre.

Mientras la tecnología avanza, debemos recapacitar sobre ese legado. Tenemos que sincronizar nuestro
progreso tecnológico con nuestros principios. Al aceptar el Premio Nobel el presidente Obama habló
sobre la necesidad de crear un mundo en que la paz descanse sobre los derechos y dignidad inherentes
a todos los individuos; y en mi discurso sobre derechos humanos en Georgetown unos días después,
hablé sobre el modo en que debemos encontrar la manera de hacer realidad los derechos humanos.
Hoy existe una urgente necesidad de proteger estas libertades en la frontera digital del siglo XXI.

Hay muchas otras redes en el mundo. Algunas ayudan en el movimiento de personas y de recursos, y
algunas facilitan los intercambios entre individuos con el mismo trabajo o intereses, pero Internet es
una red que multiplica el poder y el potencial de todas las demás y es por ello que pensamos que es
crítico que sus usuarios tengan la seguridad de gozar de ciertas libertades básicas. La primera de estas
libertades es la libertad de expresión. Esta libertad ya no se define solamente por la posibilidad de que
los vecinos puedan ir a la plaza del pueblo y criticar a su gobierno sin miedo a que haya una venganza
contra ellos. Los comentarios en blogs, correo electrónico y mensajes de texto han abierto nuevos foros
para intercambiar ideas y han creado nuevos objetivos para la censura.

Mientras hablo con ustedes ahora, los censores de algunos gobiernos trabajan celosamente para borrar
mis palabras de los registros de la historia, pero la historia misma ya ha condenado estas tácticas. Hace
dos meses estuve en Alemania para la celebración del 20 aniversario de la caída del Muro de Berlín. Los
líderes reunidos en esa ceremonia rindieron homenaje a los valientes hombres y mujeres del lado lejano
de la barrera que luchaban contra la opresión circulando pequeños panfletos llamados samizdat. Estos
folletos cuestionaban las alegaciones e intenciones de los dictadores del bloque del Este y muchas
personas pagaron un alto precio por distribuirlos, pero sus palabras ayudaron a perforar el cemento y
alambre de púas de la Cortina de Hierro.

El Muro de Berlín simbolizaba un mundo dividido, definió una era en su totalidad. Hoy los restos del
muro están en este museo, en donde pertenecen, y la nueva infraestructura que simboliza nuestra era
es Internet. En lugar de división, significa conexión, pero incluso cuando las redes se distribuyen en todo
el mundo, hay muros virtuales que crecen en lugar de paredes visibles.

Algunos países han erigido barreras electrónicas que evitan que su pueblo tenga acceso a secciones de
las redes del mundo. Han eliminado palabras, nombres y frases de los resultados ofrecidos por los
motores de búsqueda. Han violado la privacidad de los ciudadanos que participan en diálogos políticos
no violentos. Estas actuaciones contravienen la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que
nos dice que todos los pueblos tienen el derecho a buscar, recibir y diseminar información e ideas por
cualquier medio sin tener en cuenta las fronteras. Con la diseminación de estas prácticas restrictivas, un
nueva cortina de información desciende sobre gran parte del mundo. Más allá de esta partición, videos
que se ven en todas partes y comentarios de blog se han convertido en los samizdat de nuestros días.

Como en las dictaduras del pasado, los gobiernos tienen como objetivo a los pensadores independientes
que utilizan estas herramientas. En las manifestaciones que siguieron a las elecciones presidenciales en
Irán, las imágenes granulosas de una filmación en un teléfono móvil, del asesinato sangriento de una
joven, proporcionaron una acusación digital de la brutalidad del gobierno. Hemos visto informes de que
cuando los iraníes que viven en el extranjero escriben comentarios en línea que critican a los líderes de
su gobierno, los miembros de sus familias en Irán reciben represalias. A pesar de la intensa campaña de
la intimidación del gobierno, valientes ciudadanos hechos reporteros continúan utilizando tecnología en
Irán para mostrarle al mundo y a sus conciudadanos lo que está ocurriendo en su país. Al hablar en
nombre de sus propios derechos humanos, el pueblo iraní ha inspirado al mundo y su valor está
redefiniendo el modo en que se utiliza la tecnología para diseminar la verdad y exponer la injusticia.

Ahora bien, todas las sociedades reconocen que la libertad de expresión tiene sus límites. No toleramos
a aquellos que incitan a otros a la violencia, tal como los agentes de Al Qaeda, que en estos momentos
están utilizando Internet para fomentar el asesinato en masa de personas inocentes en todo el mundo.
Las palabras de odio que tienen como objetivo a individuos por razón de su raza, religión, grupo étnico,
género u orientación sexual son reprobables. Es un desafortunado hecho que estos asuntos sean
desafíos crecientes que la comunidad internacional debe confrontar unida. También debemos tratar el
asunto de las expresiones anónimas. Aquellos que utilizan Internet para reclutar terroristas o distribuir
propiedad intelectual robada no pueden separar sus actuaciones en línea de sus identidades en el
mundo real. Sin embargo estos desafíos no deben convertirse en una excusa para que los gobiernos
violen sistemáticamente los derechos y la privacidad de aquellos que utilizan Internet para propósitos
políticos pacíficos.

La libertad de expresión puede ser la libertad más obvia para enfrentar desafíos con la diseminación de
nuevas tecnologías, pero no es la única. La libertad de credo normalmente involucra los derechos de los
individuos de estar en comunión con su creador– o no estarlo. Ese es un canal de comunicación que no
depende de la tecnología. Pero la libertad de credo también habla sobre el derecho universal de
congregarse con aquellos que comparten los valores propios y visión para la humanidad. En nuestra
historia, esas congregaciones se llevaban a cabo con frecuencia en iglesias, sinagogas, mezquitas y
templos. En la actualidad, pueden realizarse también se pueden llevar a cabo en línea.

Internet puede ayudar a superar las divisiones que existen entre personas de diferentes religiones.
Como el presidente dijo en El Cairo, la libertad de religión es fundamental para la capacidad de las
personas de vivir juntas. A medida que buscamos maneras de expandir el diálogo, Internet ofrece esa
formidable promesa. Ya hemos comenzado a vincular estudiantes en Estados Unidos con jóvenes en
comunidades musulmanas en todo el mundo, con la finalidad de dialogar sobre los desafíos mundiales.
Por lo que continuaremos usando esta herramienta para fomentar el diálogo entre individuos de
diferentes comunidades religiosas.

Sin embargo, algunas naciones han escogido Internet como una herramienta contra las personas de fe
para y silenciarlas. Por ejemplo, el año pasado en Arabia Saudita, un hombre pasó meses en prisión por
iniciar un blog sobre el cristianismo. Un estudio realizado por la Universidad de Harvard, se encontró
que el gobierno saudita bloqueó muchas páginas web sobre hinduismo, judaísmo, cristianismo y aun el
Islam. Varios países, incluso Vietnam y China, emplearon tácticas similares para restringir el acceso a
información religiosa.

Así como estas tecnologías no se deben usar para castigar la expresión política pacífica, no se deben
usar tampoco para perseguir o silenciar a las minorías religiosas. Las oraciones siempre viajarán en redes
más elevadas, pero las tecnologías de comunicación como Internet y los sitios web de redes sociales
deben mejorar la capacidad de los individuos de rendir culto según lo consideren apropiado, de
congregarse con personas de su propia religión y de aprender más sobre las creencias de otros.
Debemos trabajar para fomentar la libertad de credo en línea, tal como lo hacemos en otras áreas de la
vida.

Existen, por supuesto, cientos de millones de personas que viven sin los beneficios de estas tecnologías.
En nuestro mundo, como lo he dicho en repetidas ocasiones, el talento está distribuido de manera
universal, pero la oportunidad no lo está. Sabemos por larga experiencia que fomentar el desarrollo
social y económico – en países donde la gente carece de acceso al conocimiento, mercados, capital y
oportunidad – puede resultar frustrante, y en algunas ocasiones, trabajo inútil. En este contexto,
Internet puede servir como una gran niveladora. Al proporcionar a la gente con acceso al conocimiento
y a mercados potenciales, las redes pueden crear oportunidades donde no existe ninguna.

Durante el transcurso del último año, he presenciado esto directamente. En Kenia, donde agricultores
han visto aumentar su ingreso en hasta 30 por ciento desde que empezaron a usar tecnología bancaria
móvil. En Bangladés, donde más de 300.000 personas se inscribieron para aprender inglés en sus
teléfonos celulares. Y en el África subsahariana, donde mujeres empresarias usan Internet para obtener
acceso a micropréstamos y enlazarse ellas mismas a mercados internacionales.

Ahora, estos ejemplos de progreso se pueden replicar en la vida de miles de millones de personas que se
encuentran en el fondo de la economía mundial. En muchos casos, Internet, los teléfonos celulares y
demás tecnologías de comunicación pueden hacer por el crecimiento económico lo que la revolución
verde hizo por la agricultura. Se pueden generar rendimientos significativos de ingresos muy
moderados. Un estudio del Banco Mundial encontró que en el caso típico de un país en desarrollo, un
aumento de 10 por ciento en el índice de penetración de teléfonos celulares, condujo a un aumento de
casi 1 por ciento en el Producto Interno Bruto per cápita. Sólo para poner esto en perspectiva, para la
India, eso equivaldría a casi 10.000 millones de dólares al año.

Una conexión a las redes de información mundial es como una rampa a la modernidad. En los primeros
años de estas tecnologías, muchos creyeron que dividirían al mundo entre los que las tienen y los que
no las tienen. Eso no ha sucedido. Existen 4.000 millones de teléfonos celulares en uso hoy en día.
Muchos de esos teléfonos celulares están en las manos de vendedores en mercados, de hombres que
tiran cochecitos que transportan gente y de otros que históricamente no han tenido acceso a la
educación ni a la oportunidad. Las redes de información se han convertido en un gran nivelador, por lo
que debemos usarlas juntas para ayudar a la gente a salir de la pobreza y brindarles libertad frente a la
necesidad.

Actualmente, tenemos toda razón para tener esperanza sobre lo que la gente puede lograr cuando
utilizan redes y tecnología de comunicación para alcanzar el progreso. Pero no se confundan, algunos
utilizan y seguirán utilizando las redes de información mundial para propósitos más oscuros. Los
extremistas violentos, los carteles delictivos, los abusadores sexuales y los gobiernos autoritarios buscan
aprovechar estas redes mundiales. Así como los terroristas han aprovechado la apertura de nuestras
sociedades para llevar a cabo sus complots, los extremistas violentos usan Internet para radicalizar e
intimidar. A medida que trabajamos para mejorar las libertades, debemos trabajar también contra
quienes usen las redes de comunicación como herramientas de trastorno y temor.

Gobiernos y ciudadanos deben tener la confianza de que las redes que están en el centro de su
seguridad nacional y prosperidad económica son seguras y resistentes. Ahora, esto es más que sobre
piratas informáticos insignificantes que modifican sitios web. Nuestra capacidad de utilizar la banca en
línea, de usar el comercio electrónico y de proteger miles de millones de dólares en propiedad
intelectual está completamente en riesgo si no podemos confiar en la seguridad de nuestras redes
informáticas.

Las interrupciones en estos sistemas exigen una respuesta coordinada por parte de todos los gobiernos,
el sector privado y la comunidad internacional. Necesitamos más herramientas para ayudar a las
agencias de aplicación de la ley a cooperar entre jurisdicciones cuando delincuentes informáticos y
agrupaciones del crimen organizado ataquen redes para su beneficio financiero. Lo mismo es cierto
cuando los males sociales tales como la pornografía infantil y la explotación de la trata de mujeres y
niñas en línea existe para que el mundo lo vea, y para quienes abusan de estas personas para obtener
una ganancia. Aplaudimos las iniciativas, tales como el Consejo de la Convención Europea sobre para la
Delincuencia Cibernética, que facilita la cooperación internacional en juzgar tales delitos, por lo que
deseamos redoblar nuestros esfuerzos.

Hemos tomado medidas como gobierno y como Departamento para encontrar soluciones diplomáticas
que fortalezcan la seguridad informática mundial. Contamos con muchas personas en el Departamento
de Estado que laboran en esto. Se han unido y hace dos años creamos una oficina para coordinar la
política exterior en el espacio cibernético. Hemos trabajado para enfrentar este desafío en las Naciones
Unidas y en otros foros multilaterales y para incluir la seguridad cibernética en la agenda mundial. El
presidente Obama acaba de designar a un nuevo coordinador nacional de política cibernética, que nos
ayudará a trabajar aún más estrechamente para garantizar que las redes de todos permanezcan libres,
seguras y confiables.

Los estados, los terroristas y quienes actúen como sus representantes deben saber que Estados Unidos
protegerá nuestras redes. Aquéllos que interrumpen el libre flujo de información en nuestra sociedad o
en cualquier otro lugar, representan una amenaza a nuestra economía, nuestro gobierno y nuestra
sociedad civil. Los países o individuos que participen en ataques informáticos deben enfrentar las
consecuencias y la condena internacional. En un mundo interconectado por Internet, un ataque a las
redes de una nación podría ser un ataque contra todos. Y al reforzar ese mensaje, podemos crear
normas de conducta entre los estados y fomentar el respeto a las comunidades mundiales unidas por las
redes.

La última libertad, que probablemente era inherente en lo que el presidente Roosevelt y la señora
Roosevelt pensaron y escribieron hace tantos años, surge de las cuatro que ya he mencionado: la
libertad de conectarse – la idea de que los gobiernos no deben impedir que las personas se conecten a
Internet, a sitios web, o uno con el otro. La libertad de conectarse es como la libertad asociación en el
espacio de cibernético. Permite a los individuos conectarse en línea, reunirse y ojalá, cooperar.

Una vez que uno está en Internet, no necesita ser un magnate ni una estrella de rock para tener un
enorme impacto en la sociedad.

La respuesta pública más grande a los ataques terroristas en Mumbai la inició un muchacho de 13 años
de edad. Este joven utilizó las redes sociales para organizar donaciones de sangre y un gran libro de
condolencias interreligioso. En Colombia, un ingeniero desempleado reunió a más de 12 millones de
personas en 190 ciudades del mundo para manifestar contra el movimiento terrorista FARC.

Las protestas fueron las manifestaciones antiterroristas más grandes de la historia. En las semanas que
siguieron, las FARC vieron más desmovilizaciones y deserciones que durante una década de acción
militar. Y en México, un sólo correo electrónico de un ciudadano particular que estaba harto del azote
de la violencia relacionada con las drogas dio origen a grandes manifestaciones en los 32 estados de ese
país. En la Ciudad de México, 150.000 salieron a las calles a protestar.

O sea que Internet puede ayudar a la humanidad a defenderse de quienes promueven la violencia, el
crimen y el extremismo. En Irán y Moldavia y en muchos otros países, organizarse en línea ha sido un
instrumento decisivo para adelantar la democracia y facultar a los ciudadanos para que protesten por
resultados electorales sospechosos. Aun en democracias establecidos como la de Estados Unidos,
hemos visto el poder de estos instrumentos para cambiar la historia. Algunos de ustedes quizás
recuerden elección presidencial de 2008.

La libertad de conectarse a estas tecnologías puede ayudar a las sociedades a transformarse, pero
también es crucial para los individuos. Me conmovió recientemente el relato de un médico – y no les
diré de qué país era-- que desesperadamente trataba de diagnosticar la rara condición médica de su
hija. Consultó con dos docenas de especialistas, pero aun así no tenía una respuesta. Finalmente
identificó la condición – y encontró una cura – al usar la búsqueda de Internet. Esa es una de las razones
por las que el acceso libre a la tecnología de las máquinas de búsqueda es tan importante en las vidas de
las personas.

Los principios que he resumido hoy guían nuestro enfoque de la cuestión de la libertad de Internet y el
uso de estas tecnologías. Quiero hablar acerca de cómo los aplicamos en la práctica. Estados Unidos está
comprometido a dedicar los recursos diplomáticos, económicos y tecnológicos necesarios para
adelantar estas libertades. Somos una nación formada por inmigrantes de todos los países y los
intereses que se extienden por todo el globo. Nuestra política exterior se basa en la idea de que Estados
Unidos se beneficia mucho cuando hay cooperación entre las personas y los estados y tiene una carga
muy pesada sobre sí cuando el conflicto o el mal entendimiento aparta a las naciones.

Estamos en buena situación para aprovechar las oportunidades que vienen con la interconectividad . Y
como lugar de origen de tantas de estas tecnologías, inclusive Internet misma, tenemos la
responsabilidad de ver que se las use para el bien.
Para hacer eso, debemos desarrollar nuestra capacidad para lo que llamamos, en el Departamento de
Estado la diplomacia del siglo XXI.

Cuando el telégrafo se introdujo, fue motivo de gran ansiedad para muchos en la comunidad
diplomática, en la que la perspectiva de recibir instrucciones diarias desde las capitales no era acogida
plenamente.

Pero así como nuestros diplomáticos dominaron finalmente el uso del telégrafo, ahora hacen lo mismo
para aprovechar también el potencial de estas nuevas herramientas.


Me enorgullece que el Departamento de Estado esté trabajando ya en más de 40 países para ayudar a
las personas silenciadas por gobiernos opresivos. También le estamos dando a este tema prioridad en
las Naciones Unidas, y hemos incluido la libertad de Internet como un elemento de la primera resolución
que hemos presentado después de regresar al Consejo de Derechos Humanos de la ONU.

Apoyamos también la creación de nuevos instrumentos que habiliten a los ciudadanos a ejercer su
derecho a la libertad de expresión circunviniendo la censura políticamente motivada. Proporcionamos
fondos a grupos de todo el mundo para asegurar que esos instrumentos lleguen a las personas que los
necesitan, en idiomas locales, y con el adiestramiento que necesitan para acceder a Internet en forma
segura.

Estados Unidos ha venido ayudando en estos esfuerzos por algún con un enfoque en aplicar los
programas de la manera más eficiente y efectiva posible. Tanto el pueblo estadounidense como los
países que censuran Internet deben entender que nuestro gobierno se enorgullece de promover la
libertad de Internet.

Estamos pensando también acerca de la próxima ola de tecnologías conectivas, y estamos iniciando
programas para permitir el acceso a la información sin filtración en teléfonos móviles y para ayudar a las
ONG a proteger su información y sus comunicaciones contra ataques cibernéticos. Estamos adoptando
lo que la gente en la comunidad tecnológica llamaría un planteamiento de ángel inversionista, al
sostener una variedad de actores emprendedores. Nuestro objetivo en estos esfuerzos es sencillo: un
acceso a información sin trabas, seguro, para un mayor número de personas en un mayor número de
lugares.

Queremos poner estas herramientas en manos de gentes que las utilicen para adelantar la democracia y
los derechos humanos, luchar contra el cambio climático y las epidemias, crear un apoyo mundial para
la meta del presidente Obama de un mundo sin armas nucleares, y para estimular un desarrollo
económico sostenible que eleve a todas las personas desfavorecidas.

Es por esto que anuncio hoy que en el curso del año próximo trabajaremos con nuestros asociados de la
industria, el mundo académico y las organizaciones no gubernamentales para establecer un esfuerzo
permanente que utilice el poder de las tecnologías de conexión y las aplique a nuestras metas
diplomáticas.

Al contar con teléfonos móviles, las aplicaciones de cartografía y otras tecnologías nuevas, podemos
facultar a los ciudadanos, fortalecer nuestra diplomacia tradicional. Podemos abordar también las
deficiencias en el actual mercado para la innovación. Permítanme darles un ejemplo: digamos que deseo
crear una aplicación de teléfono móvil que permita a la gente evaluar los ministerios del gobierno en
cuanto a su sensibilidad, su eficiencia y revelar y denunciar la corrupción.

Los equipos necesarios para hacer que esta idea funcione está ya en las manos de miles de millones de
usuarios potenciales. Y sería relativamente de poco costo desarrollar y aplicar los programas de
computadora necesarios. Si la gente aprovechara este instrumento, nos ayudaría a enfocar nuestros
gastos de ayuda exterior, mejorar vidas y estimular la inversión extranjera en países con gobiernos
responsables. Sin embargo, en este momento, los creadores de aplicaciones móviles no tienen
asistencia financiera para realizar este proyecto por su propia cuenta y el Departamento de Estado
carece de un mecanismo para que eso ocurra.

Esta iniciativa debería ayudar a resolver ese problema, y producir dividendos a largo plazo de
inversiones modestas en la innovación. Trabajaremos con los expertos para encontrar la mejor
estructura para esta empresa, y necesitaremos el talento y los recursos de las compañías tecnológicas y
las organizaciones sin fines de lucro para obtener los mejores resultados.

Por lo tanto, todos ustedes aquí en esta sala, que tienen este talento, por favor considérense invitados a
ayudarnos.

Mientras tanto, hay compañías, personas e instituciones que trabajan en ideas y aplicaciones que
podrían adelantar nuestros objetivos diplomáticos y de desarrollo. Y el Departamento de Estado iniciará
una competencia de innovación para dar a este trabajo un impulso inmediato. Pediremos a los
estadounidenses que nos envíen sus mejores ideas sobre aplicaciones y tecnologías que ayuden a
romper las barreras lingüísticas, superar el analfabetismo y conectar la gente a los servicios y la
información que necesita. Por ejemplo, Microsoft ha desarrollado ya un prototipo de doctor digital que
podría ayudar a proveer cuidado médico en comunidades rurales aisladas
Deseamos ver más ideas como ésta. Y trabajaremos con los ganadores de la competencia y
proveeremos donaciones para ayudar a que realicen sus ideas a escala.

Estas nuevas iniciativas suplementarán grandemente el trabajo importante que ya hemos realizado este
año pasado. En el servicio de nuestros objetivos diplomáticos y de la diplomacia, he reunido un equipo
talentoso y experto para dirigir nuestros esfuerzos en la diplomacia del siglo XXI. Este equipo ha viajado
por el mundo ayudando a gobiernos y grupos a usar eficazmente los beneficios de las tecnologías de
conexión. El equipo ha establecido una iniciativa de Sociedad Civil 2.0 para ayudar a las organizaciones
de base a entrar en la era digital. Están instalando un programa en México para ayudar a combatir la
violencia relacionada con las drogas y que permite a la gente enviar informes a fuentes de confianza sin
revelar la identidad del informante, para evitar ser víctimas de retribuciones. Han introducido las
operaciones bancarias móviles en Afganistán y al presente están realizando la misma gestión en la
República Democrática del Congo. En Pakistán, crearon la primera red social móvil, llamada Nuestra Voz,
la que ya ha producido decenas de millones de mensajes y ha conectado a pakistaníes jóvenes que
desean hacer frente al extremismo violento.

En un corto período de tiempo, hemos hecho adelantos significativos para traducir la promesa de estas
tecnologías a resultados que marquen una diferencia. Pero hay todavía tanto más para hacer. Y al
trabajar con el sector privado y con los gobiernos extranjeros para poner en uso los instrumentos del
arte de gobernar del siglo XXI, debemos recordar nuestra responsabilidad compartida de salvaguardar
las libertades de que he hablado hoy. Creemos firmemente que principios como la libertad de
información no son meramente políticas buenas que de algún modo están conectadas a nuestros
valores nacionales, sino que son universales y que también son buenos para los negocios.

Para usar la terminología del mercado, las acciones de una firma de Túnez o Vietnam incluida en el
mercado de valores y que opera en un entorno de censura se cotizarán siempre más bajas que las de
una firma que opera en una sociedad libre. Si los que toman decisiones en las compañías no tienen
acceso a las fuentes mundiales de noticias y de información, los inversionistas tendrán menos confianza
en sus decisiones a largo plazo. Los países que censuran las noticias y la información deben reconocer
que desde un punto de vista económico, no hay distinción entre censurar el habla político y el habla
comercial. Si se les niega a las empresas en sus países acceso a ambos tipos de información, ello
inevitablemente impactará su crecimiento.

Cada vez más, las compañías estadounidenses dan al tema de Internet y de la libertad de información
una consideración mayor en sus decisiones empresariales. Confío en que sus competidores y los
gobiernos extranjeros presten una gran atención a esta tendencia. La situación más reciente, que tiene
que ver con Google, ha despertado un gran interés, y esperamos que las autoridades chinas realicen una
investigación a fondo de las intrusiones cibernéticas que llevaron a que Google hiciera su anuncio. Y
esperamos también que esa investigación y sus resultados sean transparentes.

Internet ya ha sido una fuente de tremendo progreso en China, y esto es fabuloso. Son tantas las
personas que están conectadas ahora. Pero los países que restringen el acceso libre a la información o
que violan los derechos básicos de los usuarios de Internet arriesgan aislarse del progreso del próximo
siglo. Ahora bien, Estados Unidos y China tienen opiniones diferentes sobre este tema, y nosotros
intentaremos abordar estas diferencias en forma franca y constante, dentro del contexto de nuestra
relación positiva, cooperadora y completa.

Pero, a fin de cuentas, esta cuestión no tiene que ver solamente con la libertad de información. Tiene
que ver con el tipo de mundo que deseamos tener y con el tipo de mundo en que viviremos. Tiene que
ver con si viviremos en un planeta con una Internet, una comunidad mundial y un conjunto común de
conocimientos que nos beneficie y una a todos, o en un planeta fragmentado en el que el acceso a
información y oportunidades depende de dónde se vive y del capricho de los censores.

La libertad de información sostiene a la paz y la seguridad que proveen el cimiento del progreso
mundial. Históricamente, el acceso asimétrico a la información es una de las principales causas de
conflicto entre los estados. Cuando enfrentamos disputas graves o incidentes peligrosos, es de
importancia crítica que las gentes en ambos lados del problema tengan acceso a los mismos hechos y
opiniones.

En la actualidad, los estadounidenses pueden considerar la información presentada por gobiernos
extranjeros. Nosotros no bloqueamos sus intentos de comunicación con el pueblo de Estados Unidos.
Pero los ciudadanos y las sociedades que practican la censura carecen de exposición a las opiniones
externas. En Corea del Norte, por ejemplo, el gobierno ha tratado de aislar por completo a sus
ciudadanos de las opiniones externas. Este acceso desequilibrado a la información aumenta la
probabilidad de un conflicto y la probabilidad de que los desacuerdos menores pudieran intensificarse.
Confío por lo tanto en que los gobiernos responsables con interés en la estabilidad mundial trabajen con
nosotros para abordar esos desequilibrios.

Para las compañías, este asunto tiene que ver más que con afirmar que tienen moralmente la razón. En
realidad, tiene que ver con la confianza entre las firmas y sus clientes. En todas partes los consumidores
desean confiar en que las compañías de Internet de que dependen les ofrecen los resultados completos
de sus búsquedas y actúen como guardianes responsables de su información personal. Las firmas que se
ganan la confianza de esos países y que básicamente proveen ese tipo de servicio, prosperarán en el
mercado mundial. Creo realmente que aquéllos que pierden la confianza de sus clientes perderán con el
tiempo a los clientes. Sabrán que, no importa donde se vive, la gente quiere creer que lo que pone en
Internet no será usado en su contra.

Ninguna compañía debe aceptar forma alguna de censura de ninguna parte. Y en Estados Unidos, las
compañías estadounidenses necesitan adoptar una posición de principios. Esta debe ser parte de
nuestra marca nacional. Tengo confianza en que los consumidores en todo el mundo compensarán a las
compañías que se atienen a esos principios.

Estamos infundiendo nuevo vigor al Grupo Especial de Libertad Mundial de Internet como un foro para
abordar las amenazas contra la libertad de Internet en todo el mundo, e instamos a las compañías de
medios de comunicación estadounidenses a que adopten un papel proactivo en desafiar las demandas
de los gobiernos extranjeros de censura y vigilancia. El sector privado comparte la responsabilidad de
ayudar a salvaguardar la libertad de expresión. Y cuando sus tratos comerciales amenacen con socavar
esta libertad, deben considerar lo que es correcto, no simplemente lo que redundará en una ganancia
rápida.

Nos sentimos alentados también por el trabajo que se realiza por medio de la Iniciativa de Red Mundial
–– una labor voluntaria de parte de compañías de tecnología que trabajan con organizaciones no
gubernamentales, expertos académicos y con fondos de inversión social para responder a las demandas
de censura de los gobiernos. La iniciativa va más allá de meras declaraciones de principios y establece
mecanismos para promover rendición de cuentas y transparencia reales. Como parte de nuestro
compromiso de apoyar la participación responsable del sector privado en cuanto a la libertad de
información, el Departamento de Estado convocará una reunión de alto nivel el mes próximo,
copresidida por los subsecretarios Robert Hormats y María Otero, con el fin de reunir a firmas que
proveen servicios de red y hablar acerca de la libertad de Internet, pues deseamos tener una asociación
al abordar este reto del siglo XXI.
Ahora bien, considero que buscar las libertades de las que he hablado hoy es lo correcto. Pero creo
también que es inteligente hacerlo. Al adelantar esta agenda, alineamos nuestros principios, nuestras
metas económicas y nuestras prioridades estratégicas. Tenemos que trabajar por un mundo en el que el
acceso a las redes y a la información sirva para unir más a las personas y amplíe la definición de
comunidad mundial. Dada la magnitud de los desafíos que tenemos ante nosotros, es necesario que
todo mundo aúne sus conocimientos y creatividad para ayudar a reconstruir la economía mundial,
proteger nuestro ambiente, derrotar al extremismo violento y construir un futuro en el que cada ser
humano pueda mantenerse fiel al potencial que Dios le ha dado y realizarlo.

Permítame concluir al pedirles que recuerden a la niña que fue rescatada de los escombros el lunes, en
Puerto Príncipe. Ella está viva. Se ha reunido con su familia. Tendrá la oportunidad de crecer, porque
estas redes tomaron una voz que estaba enterrada y la propagaron al mundo.

Ninguna nación, ningún grupo y ningún individuo debe permanecer enterrado en el escombro de la
opresión. No podemos permanecer inactivos mientras las personas son separadas de la familia humana
por las paredes de la censura, y no podemos quedar silenciosos ante estas cuestiones simplemente
porque no podemos oír los gritos.

Comprometámonos de nuevo con esta causa. Hagamos de estas tecnologías una fuerza para el progreso
verdadero en todo el mundo, y defendamos juntos estas libertades, por nuestra época y por nuestros
jóvenes que merecen todas las oportunidades que podemos darles.

Muchas gracias.

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