EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO
Si el chavismo quiere sobrevivir, Luis Cino
Los trágicos hechos de las últimas semanas en Venezuela no resultan
insólitos en un país tan extremadamente polarizado, con altísimos
índices de violencia, demasiados malandros armados, una economía en
picada y un desgobierno cada vez más torpe y disparatado.
Para Nicolás Maduro, fiel discípulo de La Habana, es más fácil
atribuirlo todo a un complot del imperialismo yanqui, Uribe, Panamá, la
CNN y la ultraderecha, encarcelar a Leopoldo López, enjuiciar a María
Corina Machado y acusar machaconamente a los estudiantes que protestan
en las calles de golpistas y fascistas.
En realidad, la camarilla chavista, que siempre despidió cierto
tufillo mussolinesco, ahora con la represión asesina de los colectivos
bolivarianos, esa tropa de choque con trapos rojos, apesta a puro
fascismo.
El hedor no logra disimularlo Maduro, siempre tan torpe, con sus
llamados al diálogo y la paz, que de tan insinceros como suenan,
parecen cualquier otra cosa: un simulacro, una maniobra divisionista,
feria de hipócritas y charlatanes, subasta de ilusiones, competencia de
plañideras y llantos de cocodrilos.
Y el mundo se da cuenta, pero los que no se hacen cómplices, cierran
los ojos o miran hacia el otro lado. Abochorna la actitud de la mayoría
de los gobiernos latinoamericanos y de esos clubes de nulidades que son
la CELAC y la OEA. Y también da pena la Unión Europea, demasiada
asustada con los alardes belicistas rusos en Crimea, para reparar en dos
decenas de venezolanos muertos.
No importa si participa o no en las guarimbas o en los colectivos
chavistas: del modo que sea, una mitad de la población venezolana está
enfrentada a la otra por dos modos irreconciliables de ver la sociedad.
Los chavistas tienen que asumir que una revolución no se hace solo con
la mitad de un país. Es absurdo afirmar que todos los venezolanos que se
oponen al chavismo, es decir, media Venezuela, son burgueses,
oligarcas, fascistas y “pitiyanquis”. Eso solo cabe en la cansona
retórica de Nicolás Maduro, el cara de perro de Diosdado Cabello y el
baboso de Elías Jaua.
El chavismo, si quiere sobrevivir, más que a la Guardia Nacional, las
tropas de asalto de las camisas rojas y los asesores cubanos que tan mal
los asesora, necesita aprender a convivir con la oposición, con
respeto, sin acorralarla, sin trampas, sin criminalizar las protestas,
que es en definitiva, lo que ha provocado las guarimbas estudiantiles,
que ni remotamente son un golpe de estado.
El chavismo tiene que resignarse a la idea de que alguna vez perderá
el poder. En los próximos comicios o en un referéndum revocatorio. Eso,
si es que no tienen que convocar a elecciones anticipadas.
La sobrevida del chavismo dependerá de su no aferramiento al gobierno,
que no necesariamente significa el poder. Que le pregunten al
sinvergüenza de Daniel Ortega, que es toda una autoridad en esa materia
de trapacerías politiqueras.
¿Para qué desgastarse en cargar con el costo de desmontar las
impracticables políticas sociales de Hugo Chávez, y encima de eso,
seguirse manchando las manos de sangre? A veces, es mejor saber perder.
No dudo que el chavismo pueda subsistir sin Hugo Chávez. Como el
peronismo sin Perón. Como puede suceder con el castrismo luego de que
muera Fidel Castro. Es proverbial la predisposición latinoamericana a
mezclar la política con la histeria, el fetichismo y los fenómenos
paranormales.
El Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) es una entidad
artificial, mal aglutinada, con una maquinaria poco engrasada. El
chavismo, carente de un cuerpo doctrinal, funcionaba puramente a base
del carisma de Hugo Chávez. Pero ahora que Chávez no está, no basta con
las visitas a la capilla mortuoria en el Cuartel de la Montaña, la
verborrea populista ni las melodramáticas supercherías de Maduro.
Es muy posible que Maduro –o Diosdado Cabello, si los militares
fascistoides se deciden a dar un cuartelazo e instalarlo en Miraflores-
endurezca más la mano y radicalice el proceso. Sería lo peor que pudiese
hacer. Ojala prime, antes que la mentalidad de rancho, el sentido
común. Pero eso no abunda entre los panas de las camisas rojas.
Si Maduro aprieta la mano, Venezuela se vería entonces ante el dilema
de la dictadura o la guerra civil. Eso, si ya casi no lo está.
luicino2012@gmail.com
insólitos en un país tan extremadamente polarizado, con altísimos
índices de violencia, demasiados malandros armados, una economía en
picada y un desgobierno cada vez más torpe y disparatado.
Para Nicolás Maduro, fiel discípulo de La Habana, es más fácil
atribuirlo todo a un complot del imperialismo yanqui, Uribe, Panamá, la
CNN y la ultraderecha, encarcelar a Leopoldo López, enjuiciar a María
Corina Machado y acusar machaconamente a los estudiantes que protestan
en las calles de golpistas y fascistas.
En realidad, la camarilla chavista, que siempre despidió cierto
tufillo mussolinesco, ahora con la represión asesina de los colectivos
bolivarianos, esa tropa de choque con trapos rojos, apesta a puro
fascismo.
El hedor no logra disimularlo Maduro, siempre tan torpe, con sus
llamados al diálogo y la paz, que de tan insinceros como suenan,
parecen cualquier otra cosa: un simulacro, una maniobra divisionista,
feria de hipócritas y charlatanes, subasta de ilusiones, competencia de
plañideras y llantos de cocodrilos.
Y el mundo se da cuenta, pero los que no se hacen cómplices, cierran
los ojos o miran hacia el otro lado. Abochorna la actitud de la mayoría
de los gobiernos latinoamericanos y de esos clubes de nulidades que son
la CELAC y la OEA. Y también da pena la Unión Europea, demasiada
asustada con los alardes belicistas rusos en Crimea, para reparar en dos
decenas de venezolanos muertos.
No importa si participa o no en las guarimbas o en los colectivos
chavistas: del modo que sea, una mitad de la población venezolana está
enfrentada a la otra por dos modos irreconciliables de ver la sociedad.
Los chavistas tienen que asumir que una revolución no se hace solo con
la mitad de un país. Es absurdo afirmar que todos los venezolanos que se
oponen al chavismo, es decir, media Venezuela, son burgueses,
oligarcas, fascistas y “pitiyanquis”. Eso solo cabe en la cansona
retórica de Nicolás Maduro, el cara de perro de Diosdado Cabello y el
baboso de Elías Jaua.
El chavismo, si quiere sobrevivir, más que a la Guardia Nacional, las
tropas de asalto de las camisas rojas y los asesores cubanos que tan mal
los asesora, necesita aprender a convivir con la oposición, con
respeto, sin acorralarla, sin trampas, sin criminalizar las protestas,
que es en definitiva, lo que ha provocado las guarimbas estudiantiles,
que ni remotamente son un golpe de estado.
El chavismo tiene que resignarse a la idea de que alguna vez perderá
el poder. En los próximos comicios o en un referéndum revocatorio. Eso,
si es que no tienen que convocar a elecciones anticipadas.
La sobrevida del chavismo dependerá de su no aferramiento al gobierno,
que no necesariamente significa el poder. Que le pregunten al
sinvergüenza de Daniel Ortega, que es toda una autoridad en esa materia
de trapacerías politiqueras.
¿Para qué desgastarse en cargar con el costo de desmontar las
impracticables políticas sociales de Hugo Chávez, y encima de eso,
seguirse manchando las manos de sangre? A veces, es mejor saber perder.
No dudo que el chavismo pueda subsistir sin Hugo Chávez. Como el
peronismo sin Perón. Como puede suceder con el castrismo luego de que
muera Fidel Castro. Es proverbial la predisposición latinoamericana a
mezclar la política con la histeria, el fetichismo y los fenómenos
paranormales.
El Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) es una entidad
artificial, mal aglutinada, con una maquinaria poco engrasada. El
chavismo, carente de un cuerpo doctrinal, funcionaba puramente a base
del carisma de Hugo Chávez. Pero ahora que Chávez no está, no basta con
las visitas a la capilla mortuoria en el Cuartel de la Montaña, la
verborrea populista ni las melodramáticas supercherías de Maduro.
Es muy posible que Maduro –o Diosdado Cabello, si los militares
fascistoides se deciden a dar un cuartelazo e instalarlo en Miraflores-
endurezca más la mano y radicalice el proceso. Sería lo peor que pudiese
hacer. Ojala prime, antes que la mentalidad de rancho, el sentido
común. Pero eso no abunda entre los panas de las camisas rojas.
Si Maduro aprieta la mano, Venezuela se vería entonces ante el dilema
de la dictadura o la guerra civil. Eso, si ya casi no lo está.
luicino2012@gmail.com
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