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viernes, 12 de agosto de 2016

La caída de Machado y la crisis de hoy | Diario de Cuba

La caída de Machado y la crisis de hoy | Diario de Cuba



 EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO


El 12 de agosto de 1933, hace 83 años, Gerardo Machado y Morales
fue expulsado del poder. El hecho, una constante de nuestra historia
política, está estrechamente relacionado con el militarismo (predominio
del elemento militar en el gobierno), el caudillismo y la débil
formación ciudadana.

José Martí, convencido de lo dañino del militarismo, el 20 de octubre
de 1884 escribió al generalísimo Máximo Gómez: "¿Qué garantía puede
haber de que las libertades públicas, único objeto digno de lanzar un
país a la lucha, sean mejor respetadas mañana? ...porque tal como es
admirable el que da su vida por servir a una gran idea, es abominable el
que se vale de una gran idea para servir a sus esperanzas personales de
gloria o de poder, aunque por ellas exponga la vida".

A pesar de que la Constitución de 1901
estableció que el cargo de presidente duraba cuatro años, que se podía
ser presidente en dos períodos consecutivos e incluso, con un período
por medio podía ocuparse una tercera vez, para la tendencia militarista
cubana esa posibilidad le pareció insuficiente.

El presidente más honrado que tuvo Cuba, Tomás Estrada Palma,
quien obtuvo el grado de general en el Ejército Independentista, tomó
la decisión de reelegirse provocando con ello la Guerrita de Agosto de
1906. De igual forma en 1917, el general Mario García Menocal,
al culminar su primer período presidencial proclamó la intención de ser
reelegido, dando lugar a la rebelión conocida por La Chambelona.

Gerardo Machado, también general de la Guerra de Independencia, a
pesar que en 1924 había declarado que "su mayor gloría sería no aspirar
de ninguna manera a la reelección", y reafirmar en junio de 1926: "Creo
que en nuestro país una reelección presidencial es peligrosa y la
experiencia nos obliga a reconocerlo así", llevó hasta su
conversión en ley la idea de reforma constitucional que los presidentes
Mario García Menocal y Alfredo Zayas habían intentado para permanecer
más tiempo en el poder. Con su prórroga de poderes Machado provocó la
respuesta estudiantil que desembocó en huelga general que lo sacó del
poder el 12 de agosto de 1933.

Durante su administración Machado dio un poderoso impulsó al
desarrollo económico del país. Su intento de regeneración de la vida
pública, la lucha por el orden y los destellos de progreso, así lo
indican. Anticipándose en cierta forma a Keynes, introdujo la
intervención gubernamental como regulador de la economía; desarrolló un
vasto plan de construcciones: Carretera Central, Malecón, escalinata
universitaria, Capitolio, Avenida de las Misiones y Parque de la
Fraternidad, entre otras; aplicó una política arancelaria —basada en las
concepciones teóricas más modernas— para estimular la producción
nacional; e inició el desarrollo de la industria transformadora. Por
ello, algunos estudiosos de la economía lo califican como "el más
interesante presidente de su época".

En medio de una fuerte recesión económica mundial que generó un
drástico empeoramiento de las condiciones de vida, Machado respondió a
los que se oponían a la prórroga de poderes con la represión y, aunque
aseguró que ninguna huelga duraría más de 24 horas, fue expulsado del
poder por la huelga más contundente de la historia del sindicalismo
cubano.

El derribo de Machado fue seguido de siete años de inestabilidad
política. El 12 de agosto de 1933 el general Alberto Herrera asumió la
dirección del país y ese mismo día fue sustituido por el coronel Carlos
Manuel de Céspedes (hijo). El 4 de septiembre, 23 días después, una
sublevación militar sustituyó a Céspedes por un Gobierno integrado por
cinco miembros: la Pentarquía, que duró seis días.

El 10 de septiembre de ese mismo año el profesor universitario Ramón Grau San Martín ocupó la presidencia por 127 días, hasta que el jefe del Ejército, Fulgencio Batista,
designó a Carlos Hevia, quien permaneció en el cargo tres días. El 18
enero de 1934 el periodista Manuel Márquez Sterling ocupó la presidencia
por tres horas. Su lugar fue ocupado por el  coronel Carlos Mendieta
hasta el 11 de diciembre de 1935, cuando fue relevado por el secretario
de Estado José Agripino Barnet.

En las elecciones de enero de 1936 resultó electo Miguel Mariano
Gómez, quien fue destituido y suplido por el coronel Federico Laredo
Brú, que medió entre Batista y la oposición, dictó una amnistía
política, aprobó la legislación laboral más avanzada de la era
republicana y convocó a la Asamblea Constituyente que redactó la
Constitución de 1940.

A partir de la Constitución, mediante elecciones libres y
democráticas, Fulgencio Batista ocupó la presidencia el 10 de octubre
1940; le siguió Ramón Grau San Martín el 10 de octubre de 1944 y cerró
con Carlos Prío Socarrás
el 10 de octubre 1948, hasta que en  marzo de 1952, un golpe militar
encabezado por Batista interrumpió un orden constitucional que la
corrupción, la violencia y el pandillerismo ya habían corroído, hasta
que siete años después fue sacado del poder por la fuerza para dar
inicio a nuevo ciclo, donde los militares desempeñarían el papel
principal.

Esos ciclos de reelecciones, golpes de Estados y revoluciones se han
repetido y se repetirán hasta que los cubanos, por nuestras propias
virtudes y comportamientos cívicos, no seamos capaces de ocupar un lugar
destacado como sujetos de los destinos de la nación; pues como decía
Benjamín Constant: "Por grande, por cuerdo, por vasto que sea el genio
de un hombre, jamás deben confiársele completamente los destinos de un
país". Una lección que aún no hemos aprendido.

"La República ha entrado en crisis", alertaba Enrique José Varona,
"porque gran número de ciudadanos ha creído que podían desentenderse de
los asuntos públicos...  Este egoísmo cuesta muy caro. Tan caro que
hemos podido perderlo todo".

"Siempre he sido contrario a que", decía Cosme de la Torriente, "las
fuerzas armadas intervengan en las luchas políticas y por eso mismo
también a los golpes o pronunciamientos militares, pues nunca han
producido ventajas, si acaso muy pequeñas, que hubieran podido lograrse
en otra forma y en cambio han traído terribles inconvenientes".

En los 31 años que van de 1902 a 1933 todos los presidentes fueron
electos, pero solo uno no era militar. Entre 1933 y 1940, con excepción
de Miguel Mariano Gómez, ningún presidente fue electo. Entre 1940 y
1952, Batista estuvo cuatro años en el poder y los de procedencia civil
como Ramón Grau San Martín y Carlos Prío Socarrás, emergieron a la
política en el contexto de violencia que generó la lucha contra Machado.

En general, de los 16 cubanos que ocuparon la presidencia entre 1902 y
1952, nueve de ellos eran militares. Y de los 50 años comprendidos
entre 1902 y 1952, solo 12 años la presidencia fue ocupada por civiles
electos: Alfredo Zayas, Ramón Grau San Martín y Carlos Prío Socarrás,
por cuatro años cada uno. Luego, como colofón del militarismo, de los 83
años que separan 1933 de 2016, en 64 de ellos la presidencia fue
ocupada por tres militares: el general Batista, el comandante en jefe Fidel Castro y el general Raúl Castro.

De esa cronología no es difícil concluir que si el predominio de los
militares —electos o designados— no coadyuvó a la formación de una
cultura democrática en Cuba durante los primeros 50 años de la
República, la agudización de esa tendencia en los otros 64 años
transcurridos hasta hoy, menos podían coadyuvar a ese objetivo. El
resultado es la precariedad de la cultura cívica, y la ausencia de
ciudadanos, lo cual explica, en buena medida, la situación crítica en
que nuestro país está sumido.

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