EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO
"El riesgo que corre la Iglesia en un futuro post-Castro es que sea castigada por haber hecho un pacto con el diablo. la Iglesia tendrá que reconciliarse con su propia postura. "
¿CÓMO LA IGLESIA CATOLICA SE ESTÁ PREPARANDO PARA UNA CUBA DESPUÉS DE CASTRO?
Por Victor Gaetán
Cuando el Papa Benedicto XVI visite a Cuba el próximo mes, será para reforzar una vez más la estrategia del Vaticano que le ha permitido a la Iglesia Católica local ejercer allí por más de más de tres décadas: evitar diligentemente cualquier confrontación política con el régimen de Castro, colaborar con La Habana en la lucha contra el embargo de Estados Unidos y apoyar las crecientes reformas económicas del gobierno cubano. A cambio, la Iglesia ha sido capaz de mantener un cierto grado de autonomía en la isla, permitiéndole la reconstrucción de su presencia y posicionamiento para una eventual bonanza económica en un futuro post Castro.
Es un equilibrio controversial. Los cubanos en el exilio critican con fuerza a la Iglesia, porque creen que los líderes católicos de la isla deben desafiar a la dictadura. Sin embargo, el Vaticano mira mucho más allá. En vez de impulsar abiertamente el cambio, la Iglesia ha llegado a aplicar una estrategia de "reconciliación". Se ha insertado a sí misma como mediadora entre el régimen y sus más audaces opositores, tanto a los encarcelados o los que están en las calles. La Iglesia está presente y persistente, pero no toma una postura partidista. La actitud se remonta a la ostpolitik, practicada durante la Guerra Fría -en la mayoria de los países comunistas, especialmente en aquellos donde los católicos eran una población minoritaria, el clero bajo la cabeza para atender a sus fieles y sobrevivió. Hoy en día, en países que van en un rango desde Albania a Montenegro, desde Rumania a Ucrania, las comunidades católicas están prosperando.
La Iglesia tiene un pasado histórico en la isla. Pensemos de nuevo en la histórica visita del Papa Juan Pablo II a Cuba en 1998. La ocasión marcó un hito -era la primera vez que un Papa ponía los pies en la isla- pero la historia subyacente fue trágica: tras tomar el poder, Fidel Castro encarceló, asesinó o exilió a 3,500 sacerdotes y monjas católicos. Su régimen confiscó seminarios y nacionalizó todas las propiedades católicas. El primer Cardenal cubano, Manuel Arteaga y Betancourt, se refugió en la embajada argentina. De 1959 a 1992, Cuba fue oficialmente un estado ateo.
Luego, con el desmembramiento de la Unión Soviética, Castro perdió sus enormes subsidios de Moscú. Ante el aislamiento y la casi inanición, decidió acudir a Juan Pablo II, visitándolo en el Vaticano en 1996 e invitándolo a Cuba. Con la apertura a la Iglesia, Castro esperaba obtener reconocimiento y oportunidades de comercio. El Papa obtuvo aprobación para construir un nuevo seminario y, además de ofrecer misas en cuatro ciudades, declaró: "Puede Cuba, con todo su magnífico potencial, abrirse al mundo, y el mundo abrirse a Cuba".
En los años posteriores, la Iglesia Católica en Cuba ha vivido una resurrección. Prácticamente se ha duplicado el número de sacerdotes y monjas en el país, la mayoría de ellos se mueve en el extranjero. Hoy en día, La Habana regularmente otorga los permisos de la Iglesia y racionado permite la compra de materiales de construcción para reparar las iglesias. La Iglesia ofrece servicios de uso diario tales como guarderías y cuidado de los ancianos. Enseña habilidades de la religión y el ordenador, las películas extranjeras y las pantallas para los grupos de adolescentes. El tiempo que la Iglesia restringe excellant Actividades excellant a la propiedad, se pone el reinado relativamente libre. La Iglesia abrió un nuevo seminario pocos kilómetros al sur de La Habana en noviembre de 2010, la primera iglesia construida desde la revolución. Junto a la numerosa delegación estadounidense y católico, el presidente Raúl Castro asistió a la inauguración.
Benedicto XVI peregrina a Santiago
El próximo mes, el Papa Benedicto XVI hará la peregrinación a Santiago de Cuba, en el extremo oriental de la isla, para visitar el santuario de la Virgen de la Caridad, patrona de Cuba. Benedicto XVI pretende poner de manifiesto la larga historia que une la Iglesia con Cuba, así como su acercamiento actual: Raúl Castro dará la bienvenida al Pontífice en Santiago, y luego reunirse con hin después en La Habana. El Papa celebrará dos misas al aire libre, en Santiago y La Habana, ambas en "plazas de lA Revolución". Sec espera la asistencia de cientos de miles de fieles.
En muchos sentidos, esta peregrinación es una continuación de la visita de Juan Pablo II: una reafirmación de amor de la Iglesia de Cuba y un gesto destinado a bendecir su futuro en la isla. Eso podría parecer inútil para los analistas seculares, pero es la esencia de una visita "pastoral": El líder llega a animar a la población cansada. Para Fidel y Raúl Castro, de 85 años y 81, respectivamente, es el final de la edad biológica, y los hermanos, formados por los jesuitas, parecen estar adoptando su identidad natal a pesar pesar de las críticas lanzadas durante la revolución. Washington y la comunidad cubana en el exilio están atentos para ver si el Papa se reunirá con figuras de la oposición, aunque los líderes de la Iglesia local tienen fama de tener una actitud fría hacia ellos.
Orquestando la visita está el cardenal Jaime Ortega y Alamino, el arzobispo habanero de 75 años. Nombrado obispo por Juan Pablo II en 1978, arzobispo en 1981 y luego como el segundo cardenal en la historia de Cuba, en 1994, la vida de Ortega refleja los senderos de la Iglesia: Él estudió para el sacerdocio en Cuba y Quebec, luego se vio obligado a trabajar en un campo de trabajo forzado en la isla entre 1966 y 1967. Ortega ha sido pionero de la estrategia de reconciliación de la Iglesia en la isla y, en consecuencia, su gestión ha demostrado ser una suerte de caminata sobre una cuerda floja política.
La batalla del Cardenal
La más intensa batalla de Ortega en estos últimos tiempos transcurrió en el 2010, después de la muerte de Orlando Zapata Tamayo, un preso político que permaneció en huelga de hambre durante 85 días. La muerte de Zapata galvanizó a la oposición en La Habana, incluyendo las Damas de Blanco, un grupo de mujeres y familiares de presos políticos. (Después de la misa dominical cada semana, vestidas de blanco, estas mujeres marchan hacia un parque, donde protestan en silencio. Sus paseos son uno de los símbolos más visibles de la resistencia pacífica en la capital). Después de la muerte de Zapata, las Damas ampliaron la protesta a las calles de la ciudad, donde airtadas turbas (sospechosas de conexión con el gobierno) las asaltaron, empujaron y escupieron a las mujeres. Cuando las Damas regresaron a sus protestas silenciosas, las turbas las siguiieron y bloquearon el paso. Lo que había comenzado como un pequeño testimonio público del sufrimiento privado de estas familias, se transformó en una audaz revuelta de género. Entonces, más reclusos se sumaron a la huelga de hambre. Proyectadas alrededor del mundo, las imágenes sugerían que Cuba estaba al borde de un cambio violento.
Ortega intervino. Por su propia iniciativa, le escribió una carta a Raúl Castro en mayo pidiéndole a las Damas de Blanco se les permitiera marchar pacíficamente. Sólo tres días más tarde, funcionarios del gobierno lo llamaron para concertar una reunión con las mujeres, y las Damas tuvieron la oportunidad de solicitar que sus familiares enfermos fueran puestos en libertad o trasladados a cárceles más cercanas a sus hogares. Ortega siguió negociando con el gobierno hasta julio, cuando anunciió que había llegado a un acuerdo con Castro para liberar a los prisioneros.
Pero al final, Ortega diluyó la victoria de la oposición con una dosis de la dura retórica gubernamental al uso. No mucho tiempo después del anuncio de la liberación de prisioneros, visitó Washington para recibir un premio de $100,000 dólares, otorgado por los Caballeros de Colón. En su discurso de aceptación, Ortega dejó asombrados a los observadores de Cuba refiriéndose a los activistas pro democracia encarcelados como "convictos", que eran -en palabras claramente calmantes para los oídos en el régimen de Castro- "considerados prisioneros de conciencia por Amnistía Internacional".
Ventajas del Vaticano
Luego hizo rondas en Washington. Informó al asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, James Jones, y al subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental, Arturo Valenzuela. El prelado incluso pasó más de una hora en una reunión secreta con Newt Gingrich, presumiblemente para presionar por el apoyo y discutir con el ex presidente de la Cámara de Representantes sobre la venidera contienda por la Casa Blanca. Ortega argumentó que la liberación de los prisioneros debería allanar el camino para estrechar las relaciones de Estados Unidos y Cuba, incluyendo el levantamiento del embargo comercial. Durante los seis meses posteriores a su visita, la Casa Blanca tuvo levantó las restricciones a los viajes de grupos académicos, religiosos y culturales. Al final del año, La Habana había liberado a más de 100 presos políticos -a cambio de aceptar el exilio.
Jugar el papel de santo reconciliador le ha otorga el Vaticano tres ventajas. La Iglesia ha ganado espacio físico y operacional para expandir su presencia en la isla. En segundo lugar, Ortega ha negociado el conflicto, lo que cumple con la misión de la Iglesia ("¡Benditos sean los hacedores de paz", se lee en la Biblia), y le concede reconocimiento a su papel, tanto dentro como fuera del país. Y, por último, y quizás lo más importante, viéndolo en una perspectiva de largo alcance, el Vaticano está preparando el terreno para facilitar una transición no violenta en la era post-Castro.
Según fuentes del Vaticano relacionadas con Cuba, la Iglesia recuerda su experiencia ayudando a conducir una transición pacífica del comunismo a la democracia en Polonia. Ese proceso fue resultado de una negociación entre el régimen, la Iglesia y sus aliados en un intrépido movimiento de laicos católicos, el movimiento Solidaridad, que fue el sindicato de vanguardia para el cambio político. Pero la analogía es débil debido a que la Iglesia cubana ha dejado de promover un auténtico movimiento de origen popular en favor de la democracia. Desde finales de los años 90, un católico devoto, Oswaldo Payá, ha liderado el movimiento por la democracia inspirada en el ejemplo polaco, llamado Proyecto Varela. Algunos incluso llaman a Payá "el Walesa de Cuba", en alusión a la visión de futuro de Lech Walesa en Polonia. Payá fue recibido por Juan Pablo II y fue galardonado con el Premio Sajarov de Derechos Humanos por parte de la Unión Europea. Sin embargo, a pesar de su creciente reputación, la Iglesia cubana no ha hecho nada para apoyarlo o fomentar su movimiento.
A riesgo de un castigo futuro
La Iglesia también está tratando de impulsar a los Castro en el camino hacia la liberalización de la moribunda economía cubana. La institución está ofreciendo clases de habilidades empresariales y contabilidad para los pequeños negocios. Es además copatrocinadora de un programa de maestría en La Habana, junto a una universidad española. La élite bajo Castro tiene su propio plan de juego, aunque apostando por algo mayor. Anticipándose a una futura transferencia de la riqueza al estilo de la Rusia postcomunista, una experiencia que convirtió a los burócratas de la nomenclatura en oligarcas, los familiares de Castro y altos mandos militares están tomando posiciones al frente del turismo, la energía, el comercio exterior, y el sector inmobiliario.
Cuando Washington mira hacia Cuba, sin embargo, no ve la Polonia de 1980 tanto como un problema de Estados Unidos, único en el siglo XXI. Por supuesto, en Polonia, Washington trabajó estrechamente con la Iglesia y el movimiento laico en favor de la democracia. Hoy, la Casa Blanca apoya a los blogueros individuales y se ha centrado en reducir las barreras para viajes y remesas entre la isla y Estados Unidos. Aunque Ortega continuará abogando por el fin del embargo, esto no será probable mientras Cuba mantenga un americano un americano en la cárcel [el contratista Alan Gross] y prevalezca firme la gran oposición sobre el tema en el Congreso.
El riesgo que corre la Iglesia en un futuro post-Castro es que sea castigada por haber hecho un pacto con el diablo. Después de la transición democrática en Polonia, un 15 por ciento de los clérigos fueron acusados de cooperar con los comunistas. Ellos fueron echados a un lado. Del mismo modo, la próxima generación en Cuba quizás no se tome el tiempo para reconocer el papel de sacrificio de la Iglesia. Con relación a eso, la Iglesia tendrá que reconciliarse con su propia postura.
Traducción: Café Fuerte
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