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EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO
Los 3 escenarios contra el Plan B de
Castro
El periodista Andrés Oppenheimer analizó
en su columna los 3 escenarios políticos que aguardan a Venezuela en 2012
tras el anuncio de la enfermedad del presidente Hugo Chávez.
Para Oppenheimer, Hugo Chávez podría presentarse
a las elecciones de 2012 si supera sus problemas, o designar a su hermano Adán
como candidato. Advierte además que en cualquiera de los escenarios el
futuro será turbulento.
Esta es
la columna completa de Oppenheimer tal y como se publicó en El Nuevo Herald:
Ahora que
el presidente venezolano Hugo Chávez ha admitido públicamente que tiene cáncer -después de que su régimen había
acusado a los medios independientes de ser agentes del imperialismo por
especular que su prolongada estadía en Cuba se debía a una enfermedad grave-,
he aquí tres escenarios posibles de lo que podría ocurrir en Venezuela. Todos
ellos vaticinan un futuro turbulento.
Escenario 1
Chávez
logra superar sus dificultades. El presidente venezolano, que ha estado
hospitalizado en La Habana desde el 10 de junio, vuelve a Venezuela a continuar
su tratamiento allí, y se recupera a tiempo para hacer campaña para las
elecciones presidenciales de diciembre del 2012.
Pese a su
decaída popularidad, que según una encuesta reciente de Keller y asociados
ha caído al 41 por ciento, mientras el 53 por ciento de los venezolanos lo
rechazan, Chávez logra ganar la simpatía de muchos debido a su enfermedad. Es
difícil para los líderes de la oposición atacar a un Chávez enfermo de cáncer y
culparlo por el desastre económico del país.
La
economía de Venezuela -que pese a beneficiarse del mayor boom petrolero de su
historia terminó teniendo uno de los índices de crecimiento económicos más
bajos y un índice de inflación de los más altos de Latinoamérica el año pasado-
sigue deteriorándose. El estilo de gobierno altamente personalizado de
Chávez y la falta de técnicos en el gobierno resulta en un caos económico aún
mayor con un presidente concentrado en superar su enfermedad.
Sin
embargo, Chávez se presenta a la reelección con un barniz de humildad y
con un discurso más conciliador, y -beneficiándose de una a oposición dividida-
gana las elecciones presidenciales.
Escenario 2
La
candidatura del hermano mayor. Chávez tiene que hacer sesiones de quimioterapia
que lo dejan agotado física y emocionalmente, e incapaz de presentarse a las
elecciones. Por
consejo del régimen militar cubano -que es el que tendría más que perder si la
oposición venezolana ganas las elecciones y elimina los masivos subsidios
petroleros de Venezuela a la isla-, Chavez nomina a su hermano mayor Adán
Chávez como su candidato presidencial.
Adán
Chávez, un físico y ex embajador en Cuba que ha sido uno de los mentores
políticos del Presidente, es considerado el principal contacto de Chávez con el
régimen de la isla. Adán Chávez es actualmente gobernador del estado de
Barinas, y en Venezuela se lo considera el líder del ala más radical y
pro-cubana del gobierno de Chávez.
El 27 de
junio, en medio de crecientes rumores en Venezuela de que el presidente Chávez
tenía cáncer, Adán Chávez fue citado por los periódicos venezolanos declarando
que “sería imperdonable limitarse tan solo a lo electoral y no ver los
otros métodos de lucha, incluso la lucha armada para obtener el poder, que es
el instrumento indispensable para aplicar y desarrollar el programa
revolucionario’’.
Escenario 3
La
candidatura de un representante de la “Boliburguesía’’, o burguesía
bolivariana, apoyado por los militares. Bajo este escenario, una feroz lucha
por el poder estalla dentro de diversas facciones chavistas, y la jerarquía
militar venezolana convence al presidente de que debe designar al
exvicepresidente Diosdado Cabello -un colaborador todo terreno de Chávez y el
hombre que maneja sus finanzas- como candidato presidencial del gobierno.
El Plan B de Castro en 4 escenarios
Diferentes
La salud de Chávez y el "Plan B" de Raúl Castro
Eugenio Yáñez/Cubanalisis
Al contrario de lo que comúnmente se piensa
superficialmente, que el régimen cubano solamente logra subsistir gracias al
apoyo de Venezuela, se crearon las condiciones para que tuviera que ser el
gobierno venezolano quien dependiera del apoyo cubano.
Estratégicamente, fue una decisión clave que casi nunca ha sido entendida del
todo en muchos análisis, pues lejos de tener que estar el gobierno cubano a la
deriva y rezando porque Hugo Chávez se pudiera mantener por largo tiempo en el
poder, para que el régimen pudiera continuar recibiendo el generoso subsidio
venezolano, el neocastrismo se concentró en estabilizar y garantizar el
funcionamiento operativo de su “retaguardia” estratégica, consolidando al
teniente coronel “bolivariano”.
Independientemente de las veleidades públicas sobre la solidaridad y la eterna
hermandad de ambas naciones, tanto por parte de Ricardo Alarcón como de los
ahora defenestrados Carlos Lage y Felipe Pérez Roque, los verdaderos amarres
para “Cubazuela” estuvieron a cargo de militares de alto nivel: los generales
de Cuerpo de Ejército Abelardo Colomé Ibarra (“Furry”), Ministro del Interior,
y Julio Casas Regueiro, entonces Viceministro primero de las Fuerzas Armadas y
actualmente Ministro, así como el Contralmirante Julio César Gandarilla, jefe
de la Contrainteligencia Militar.
Ellos tuvieron a su cargo el diseño e implementación de los servicios de
seguridad “bolivarianos”, la reorganización de una nueva Fuerza Armada
“bolivariana”, y la organización del entrenamiento operativo de los altos
mandos militares venezolanos en la nueva doctrina militar “revolucionaria”.
Ese trabajo ha sido complementado en la actualidad por el General de División
Leonardo Andollo, segundo jefe del Estado Mayor General y encargado en Cuba de
los planes contra las sublevaciones populares que serían organizadas por “el
imperialismo yanki”, quien ha asesorado a los militares venezolanos en esa
tarea represiva.
LOS ESCENARIOS
¿Qué “variantes” y escenarios tiene que haber previsto el neocastrismo
–analizados, discutidos y coordinados previamente con Hugo Chávez- en lo que
podría llamarse el “teatro de operaciones” venezolano, para garantizar
simultáneamente la estabilidad del gobierno cubano y de la “revolución
bolivariana” en las disímiles circunstancias que pudieran presentarse?
Al menos cuatro:
1. Permanencia indefinida en el poder de un
Hugo Chávez fortalecido y sin las “incómodas” limitaciones de una sólida
democracia venezolana y un Estado de derecho funcional 2. Permanencia indefinida de Chávez en el
poder en medio de continuas crisis económicas y sociales -inflación,
inseguridad ciudadana, huelgas y protestas, descenso de los precios del
petróleo en el mercado mundial, calamidades naturales, deslegitimación, gran
presión de los opositores 3. Permanencia limitada y mucho más débil de
Hugo Chávez en el poder por cualquier circunstancia, tales como enfermedad,
tratamiento médico, incapacidad, accidente, avance arrollador de la oposición,
o un nuevo “chavista” en el poder 4. Salida de Hugo Chávez y la “revolución
bolivariana” del poder, por fallecimiento, enfermedad terminal, discapacidad,
revuelta popular victoriosa, o pérdida de las elecciones sin posibilidad de un
golpe de fuerza que las ignore.
Para cada uno de estos eventuales escenarios tienen que haberse previsto
cuidadosamente variantes de actuación:
El primer escenario de la permanencia indefinida
en el poder de un Hugo Chávez fortalecido y sin las “incómodas” limitaciones de
una sólida democracia venezolana y un Estado de derecho funcional sería el
ideal para el neocastrismo, pero aún así es evidente que el régimen cubano
nunca lo dio por definitivo, permanente, estático o inamovible.
Son públicas las gestiones de acercamiento y el cuidadoso ajuste de las
relaciones internacionales cubanas con diferentes países productores de
petróleo en todo el mundo, muy pocos de los cuales se caracterizan por su
carácter marcadamente democrático: Rusia, Brasil, Angola, Irán, Argelia, Libia,
Guinea Ecuatorial, y varias relativamente pequeñas ex-repúblicas soviéticas.
Naturalmente, las circunstancias económicas en que se desarrollarían las
relaciones comerciales con estos países suministradores alternativos serían
mucho menos favorables que las que ofrece Hugo Chávez al régimen cubano, pero a
pesar de eso sería una alternativa para impedir un brusco colapso para el poder
de Raúl Castro.
En el segundo escenario, con Chávez en el poder en
medio de una situación de crisis cada vez más crecientes en el país, podría
seguirse contando con el suministro regular del petróleo, aunque tal vez otros
campos de la “colaboración” venezolana se verían más limitados, pero de
cualquier manera la labor de asesoría de los cubanos se concentraría en un
mayor fortalecimiento y desarrollo de los servicios de seguridad y defensa,
para garantizar que en cualquier circunstancia se mantenga en el poder la
“revolución bolivariana” y continúen las excelentes relaciones
intergubernamentales entre los dos países.
De igual forma, se acelerarían al máximo los trabajos comenzados de prospección
y extracción de petróleo, tanto en tierra como en la cuenca submarina del Golfo
de México.
Si bien es cierto que los resultados económicos de estos esfuerzos, por muy
prominentes que sean, demorarían unos cinco años en comenzar a convertirse en
dinero para las arcas del neocastrismo, no puede desconocerse que la
potencialidad relativamente segura de la riqueza petrolera en territorio cubano
podría permitirle al régimen algunas acciones de conjunto con capitales
internacionales de riesgo, que le posibilitaría acceso, descontado por la
primea de riesgo, claro está, a los futuros ingresos.
Seríamos demasiado ingenuos si consideramos que tal opción sería imposible de
lograr si las circunstancias obligaran a decisiones de este tipo: al fin y al
cabo, al neocastrismo no le interesa el futuro del país ni la suerte de los
cubanos, sino su permanencia en el poder.
Sin dejar de atender las relaciones estratégicas con los eventuales
suministradores de petróleo alternativo, ni la marcha acelerada de las
exploraciones y prospecciones tanto en tierra como en el mar, este escenario de
crisis venezolana con Chávez en el poder resulta, en cierto sentido, parecido
al primero e ideal, con la diferencia de que el neocastrismo tendría que
concentrar más atención y recursos -fundamentalmente humanos- en la represión
sofisticada y neutralización de posibles alternativas de poder, incluso -y esto
no debe desconocerse, porque es de extrema importancia- dentro de las mismas
filas del chavismo.
El tercer escenario, de un Chávez mucho más
limitado en el poder -tal vez forzado por las circunstancias a actuar más
mesuradamente y sin desconocer olímpicamente las leyes y el Estado de derecho,
como ha hecho hasta ahora- o de un nuevo “chavista” en el poder, sería mucho
más complicado para el neocastrismo, pero no insuperable.
Y la variante de un nuevo “chavista” en el poder tiene que haberse analizado
desde hace mucho tiempo con el mismo Chávez, para disponer de candidatos
“aceptables” y a la vez con posibilidades reales de asumir el poder y
mantenerse en él. Eso supondría que cualquier candidato a “la herencia”
bolivariana tendría que contar con la aprobación de Hugo Chávez y el visto
bueno de La Habana, sin alternativa, y que debe conocer perfectamente las
reglas del juego con relación al papel y lugar de los cubanos en Venezuela, o
estos se encargarán de que lo entienda explícita y rápidamente.
En esta situación jugaría un papel mucho más importante el trabajo de
adoctrinamiento y propaganda sobre venezolanos y cubanos en el país, se
endurecería la actuación de los “bolivarianos” y la polarización se extendería
hasta los mayores extremos y circunstancias. El gobierno cubano debería poner
mucho más énfasis que hasta ahora en la “protección” y “seguridad” de sus más
de cuarenta mil trabajadores civiles en el país -fundamentalmente médicos,
profesores y entrenadores deportivos, pero también los asesores civiles
ubicados en prácticamente todas las instituciones- que hasta ahora son
relativamente controlados por mecanismos tradicionales de contrainteligencia y
control político, que en ese caso serían militarizados, como se hizo en Angola
y Nicaragua.
Esa variante tiene que haber considerado una merma significativa en el monto de
la colaboración de Venezuela en los sectores y rubros no petroleros (proyectos
de alimentación, tecnología, salud, pesca, transporte, cultura, turismo,
ganadería, agricultura, y empresas mixtas en industria, comunicaciones,
transporte, y azúcar), y tal vez alguna disminución, quizás hasta el 50%, en
los suministros petroleros, para ubicarse en las primeras cifras de
colaboración petrolera: unos cincuenta y cinco mil barriles diarios.
Sería una situación más compleja y difícil, pero no para asustar demasiado a
quienes ya previeron desde fines de los años ochenta del siglo pasado, cuando
el “socialismo real” comenzó a desmerengarse y Hugo Chávez ni siquiera era
conocido más allá de su familia y su cuartel, la llamada “opción cero” para el
período especial, que suponía no recibir ninguna cantidad de petróleo de la
Unión Soviética.
Ciertamente, las realidades de estos momentos son diferentes por muchas
razones, pero no parece sensato considerar que quienes ya pasaron por una
situación como esa y lograron mantenerse en el poder, a cambio de destrozar al
país y “haitianizar” la sociedad cubana, no lo volverían a intentar.
Queda el cuarto escenario, el más complejo, que
supondría la salida de Hugo Chávez y la “revolución bolivariana” del poder, por
fallecimiento, enfermedad terminal, discapacidad, sublevación popular
victoriosa o pérdida de las elecciones sin posibilidad de un golpe de fuerza
que las ignore, es decir, el surgimiento de un gobierno post-chavista que
pretenda retornar al Estado de derecho y la legalidad democrática en Venezuela
y, por lo tanto, no se sienta comprometido con los mentores “revolucionarios”
de La Habana y pretenda cortar la dependencia que Chávez le impuso a su país al
aliarse tan estrechamente con el régimen castrista.
¿Qué podría suceder en un escenario como este?
El gobierno cubano no tendría más remedio que aceptar la realidad en caso de
que Hugo Chávez y los suyos no estuvieran presentes o no puedan violentar la
voluntad popular, aunque si intentaran hacerlo, en un caso como ese, de seguro
que contarían con el apoyo del gobierno cubano.
El régimen podría manejar determinadas variables, desde intentar mantener el
status quo de tiempos de Chávez -misión casi imposible, dicho así para no ser
absolutos- hasta negociar diversas variantes de salida que no resultaran
demasiado traumáticas para el poder cubano, como sería el corte inmediato y
total de los suministros petroleros.
Esto supondría que nuevas autoridades democráticas venezolanas facilitarían al
gobierno cubano la posibilidad de una retirada relativamente honrosa,
escalonada y organizada, no de forma precipitada, como tuvieron que hacerlo en
el Chile del general Pinochet el mismo día del derribo del presidente Salvador
Allende.
¿Mucho pedir? De ninguna manera. Así ocurrió en la Nicaragua sandinista cuando
ganó la presidencia la señora Violeta Chamorro con la Unión Nacional Opositora,
y comenzó a desmantelar el fallido experimento del sandinismo: los gobernantes
cubanos perdieron casi todo su protagonismo e influencia, pero no tuvieron que
salir ni a la carrera ni expulsados. En definitiva, al enemigo en retirada,
puente de plata.
¿Seremos tan ingenuos de pensar que el neocastrismo no ha previsto esta opción?
¿Es que no podrían incluso haber hablado de estos temas con opositores de
Chávez que podrían ser eventuales poderes en el post-chavismo?
Atención: esto no se haría a espaldas del )comandante-presidente bolivariano ni
tendría por que ser así. Tal vez Chávez no lo entienda completamente o no le
haga mucha gracia una situación como esa, pero el neocastrismo siempre alegaría
razones de fuerza mayor, “de Estado” o de “la revolución”, para un pragmatismo
concreto de este tipo.
¿Por qué tendrían que aceptar esta variante nuevas autoridades venezolanas? En
términos morales, naturalmente, no sería lo mejor, pero cuando un gobierno,
cualquiera que sea, tiene que negociar con los ocupantes de su país -y aquí se
trata de más de cuarenta mil cubanos, muchos de ellos en posiciones
estratégicas y sensibles- debe tener la visión y la flexibilidad para
comprender que si los ocupantes “se atraviesan” en sus proyectos y programas de
democratización, pueden haber consecuencias imprevisibles y resultados muy
pocos deseados. Así ocurre con esos viejos guerrilleros cubanos, maestros de la
subversión: tratar de acorralarlos es correr un grandísimo riesgo de
inestabilidad.
“Nada personal, asunto de negocios”, diría el neocastrismo. “No nos hagan muy
difícil el retirarnos”. “Naturalmente, queremos respetar la voluntad de los
venezolanos, pero eso no puede ser a cambio de poner en peligro nuestra
seguridad nacional”. “¿Por qué no se va a poder encontrar una solución
mutuamente satisfactoria?”.
Para poder sacar hacia Cuba a más de cuarenta mil colaboradores civiles y quién
sabe cuantos militares y funcionarios de “la seguridad”, se necesita
determinado tiempo. ¿Qué tal un arreglo de que el nuevo gobierno legítimo de
Venezuela mantenga el suministro de petróleo a los niveles actuales, pero a los
precios del mercado mundial o tal vez un poco más barato (a crédito, por
supuesto), a cambio de lo cual el gobierno cubano garantizaría no ser en manera
alguna obstáculo a las nuevas autoridades venezolanas? Al fin y al cabo, somos
latinoamericanos todos, los hijos de la misma Patria Grande, ¿no?
Sinceramente, un nuevo gobierno venezolano no chavista tendría que ser
demasiado torpe y enajenado para no darle curso a una solución de ese tipo, que
no sería ni la más justa ni la más decente, pero tal vez resultaría la más
práctica y menos problemática.
La de Cuba no sería la única “herencia” preocupante que le dejaría el chavismo
a nuevas autoridades venezolanas: tendrían que enfrentar también los préstamos
e inversiones firmados por el gobierno “bolivariano” con China y Japón y
garantizados con el petróleo venezolano, más todos los proyectos “solidarios”
con los socios y aliados del ALBA. Se trata de compromisos muy difíciles de
ignorar.
De manera que, lejos de creer que el neocastrismo anda corriendo pensando como
se va a resolver la situación con la salud del presidente Hugo Chávez -factor
que está mucho más allá de las posibilidades y las voluntades humanas- sería
más sensato considerar que en estos momentos está actualizando -si es que no ha
terminado todavía- sus planes de contingencia, eso que llaman en todas partes
el “Plan B”.
Nada de lo anterior significa que el neocastrismo no corra peligro alguno con
los actuales acontecimientos en Venezuela y la salud de Hugo Chávez, o que no
deba preocuparse. El presidente venezolano padece de cáncer, aunque no se
conozca públicamente su ubicación, alcance, grado de desarrollo y tratamiento
específico. Un mal que en cualquier momento puede escapar al control de los más
sofisticados controles, medicamentos y tecnologías, por lo que no puede
descartarse un desenlace fatal, ni tampoco preverse un tiempo prudente para que
se produjera. Pero, comoquiera que sea, el eventual final biológico de Hugo
Chávez no significa automática y necesariamente el final del neocastrismo, ni
mucho menos.
Considerar que la situación ha tomado por sorpresa a los poderes en La Habana
no es realista. Independientemente de todas nuestras consideraciones morales y
políticas sobre los valores éticos e ideológicos del neocastrismo, sería un grandísimo
despiste considerar que sus principales personeros son tontos ni muchos menos,
o que no están preparados para situaciones imprevistas.
Si se prepararon concienzudamente para el fallecimiento o una grave enfermedad
del Comandante en Jefe, y han logrado capear el temporal durante cinco años,
nada hace pensar que hubieran considerado a Hugo Chávez inmortal o eterno: esa
sería, sin dudas, la única variante que nunca se analizó.
Tontos son quienes consideren que en esa camarilla cubana de ancianos y
generales -al final son los mismos- no se piensa ni se analizan detalladamente
los temas estratégicos, o que se vive improvisando.