Desde el 3 de enero de 1959 Fidel como comandante en jefe del Ejército Rebelde comenzó a dar "instrucciones" al presidente provisional de la República, Manuel Urrutia. Durante medio siglo gobernó militarmente con el método vertical de ordeno y mando.
Creó los Puestos de Mando para dirigir la agricultura, el sector de la construcción y otras ramas de la economía. Jamás consultó con el PCC o el Gobierno lo que iba a hacer. Para desmantelar en 2002 dos tercios de la industria azucarera no consultó con el Buró Político ni con nadie, le dio una orden al ministro del ramo, general Ulises Rosales del Toro, y punto.
Raúl Castro, que en todo sigue a su hermano, tampoco acepta subordinarse al poder civil y solo se quita el uniforme de general en actividades protocolares.
Y pensar que hace 135 años José Martí le advirtió en una carta (20 de octubre de 1884) al general Máximo Gómez: "un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento". ¿Habrá Castro II entendido lo que le quiso decir Martí a Gómez?
Hoy, en 2019, una llamada telefónica del general, o de cualquier miembro de la Junta Militar pone a temblar a ministros, jerarcas del PCC y del Gobierno, y al propio presidente Díaz-Canel, quien no es miembro de la Junta ni lo será, porque no tiene pedigree militar.
Tan en las sombras actúa la creme de la creme militar que ocho de los actuales 14 integrantes de la Junta Militar no son miembros del Buró Político del PCC. ¿Para qué? No les hace falta. Están por encima del PCC. Y la Constitución les resbala.
No obstante, por si acaso, hay seis miembros de la Junta Militar en el Buró Político y son quienes lo deciden todo: Raúl Castro, José Ramón Machado Ventura, Ramiro Valdés, Leopoldo Cintra Frías, Alvaro López Miera, y Ramón Espinosa. Los 11 civiles que completan el total de 17 miembros del Buró Político escuchan, opinan si los dejan y aprueban sin chistar lo decidido por los militares. Es así de simple.
Esto es desconocido en el mundo y en buena medida en la propia Cuba. La exclusiva cúpula militar, como no "existe", no es regulada por la Constitución, ni por nadie. Tiene el poder omnímodo de Zeus en el Olimpo.
En resumen, la Carta Magna que se va promulgar el 24 de febrero, no importa si el No sobrepasase el 50% de los votos, deja fuera al verdadero poder del país. Es solo una maqueta institucional subordinada a la ilegal, pero factual, voluntad del dictador y la cúpula militar.
Y a propósito, ¿un protagonismo tan abrumador de los militares en la economía y la vida nacional no es un rasgo fascista?
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