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miércoles, 12 de noviembre de 2014

Fábula de la ‘soberanía’ cubana. Adquiérala por 99 años

Fábula de la ‘soberanía’ cubana




Fábula de la ‘soberanía’ cubana




















La "soberanía" de Robinson Crusoe (CC)



La "soberanía" de Robinson Crusoe (CC)









En las últimas semanas hemos sido testigos
de una gran alharaca mediática a propósito del embargo estadounidense
contra el gobierno cubano y la pertinencia o no de su levantamiento. El
diario The New York Times marcó la pauta, con
varios incendiarios editoriales anti-embargo que encontraron inmediata
respuesta en otros numerosos espacios digitales, señalando el peligro de
una supresión incondicional y unilateral de las sanciones al
proporcionar al régimen de la Isla una nueva posibilidad de extender y
consolidar su poder tras medio siglo de dictadura.
Sin dudas, el tema del embargo constituye el nudo gordiano que marca las relaciones Cuba-EE UU



Sin dudas, el tema del
embargo constituye el nudo gordiano que marca las relaciones Cuba-EE UU,
aunque con un hito claramente diferenciador: si bien su levantamiento
constituye hoy por hoy un elemento de crucial importancia estratégica
para la supervivencia del régimen cubano, no es una prioridad para el
Gobierno estadounidense ni constituye un punto estratégico en la agenda
de su política exterior.
Este antecedente,
por sí mismo, explica que las negociaciones acerca de las relaciones
entre ambos gobiernos no deberían desarrollarse sobre el principio de
“igualdad de condiciones”, como (¿puerilmente?) reclaman las autoridades
cubanas y su comparsa de intelectuales orgánicos, toda vez que, si bien
la supervivencia del régimen castrista depende en gran medida de la
supresión de las sanciones estadounidenses, para Washington esto no
supone un elemento de importancia estratégica ni una prioridad, en lo
político ni en lo económico.
Por demás, resulta
ridículo suponer que el Gobierno cubano –tras secuestrar los derechos de
sus gobernados y excluirlos de todo beneficio legal– haciendo gala de
un cinismo inenarrable pretenda erigirse en defensor de los derechos
“del pueblo estadounidense”, privado por su propio Gobierno de la
posibilidad de viajar libremente a Cuba o de invertir en la Isla, aunque
resulte un secreto a voces que EE UU es en la actualidad uno de los
principales socios comerciales de Cuba, en especial en el renglón
alimentario, y se haya hecho habitual la presencia de estadounidenses en
los principales destinos turísticos de la Isla.

Pero, sobre todo, tanto debate sobre una política extranjera echa por
tierra el principal pilar sobre el que se ha cimentado toda la
estructura de la revolución cubana: la defensa irrenunciable de la
soberanía.
La falacia de la “soberanía” cubana

En los años 70, Fidel Castro se burlaba públicamente del embargo
(“bloqueo”, en el argot revolucionario). Para entonces la muy cacareada
soberanía cubana omitía la humillante subordinación a la Unión
Soviética, refrendada jurídicamente en la Constitución, y en virtud de
la cual Cuba se erigía como base estratégica del imperio comunista ruso
en el hemisferio occidental, incluyendo en esas relaciones de
servidumbre la fallida tentativa de crear una base de ojivas nucleares
rusas en los inicios de la era castrista, la existencia de una base de
espionaje soviética en la Isla, tropas militares soviéticas en
territorio cubano, la construcción de una planta termonuclear
–afortunadamente nunca terminada–, el envío de tropas cubanas para
fomentar y/o apoyar conflictos armados en América Latina y África, entre
otros compromisos cuya envergadura y costo aún no han sido revelados.

En compensación, la Unión Soviética sostenía el sistema cubano a través
de enormes subsidios, que permitieron el mantenimiento de los fabulosos
programas de salud y educación en la Isla, así como otras prestaciones
sociales. Para entonces, el llamado “bloqueo” norteamericano quedaba
circunscrito a los manuales de enseñanza y adoctrinamiento en las
escuelas, o se mencionaba en algún que otro discurso oficial, siempre
que fuera oportuno para justificar la ineficiencia productiva o alguna
carencia que el bloque comunista europeo no era capaz de cubrir.
Tras la desaparición de la Unión Soviética y del socialismo de
Europa del Este, el régimen administró con relativo éxito una crisis
económica sin precedentes en Cuba




Tras la desaparición de la Unión
Soviética y del socialismo de Europa del Este, el régimen administró con
relativo éxito una crisis económica sin precedentes en Cuba,
eufemísticamente conocida como “Período Especial”, gracias a dos
factores claves: las inversiones extranjeras de un grupo de empresarios
aventureros que creyeron que un mercado virgen y un sistema en ruinas
eran condiciones suficientes para negociar ventajosamente; y la obligada
apertura a la iniciativa privada bajo la forma de pequeños negocios
familiares. Dos elementos que habían sido demonizados durante décadas,
desde la nacionalización de las empresas de capital extranjero a inicios
de los años 60, y posteriormente con la intervención de la pequeña
propiedad durante la llamada Ofensiva Revolucionaria de 1968.

A finales de la década de los 90, sin embargo, apareció una nueva
posibilidad de subsidios, bajo la forma del caudillo venezolano Hugo
Chávez, cuyo gobierno profundamente populista y personalista asumió la
manutención del sistema castrista en base a la explotación y
dilapidación despiadada del petróleo de ese país, sosteniendo con ello, a
la vez, el mito de la soberanía cubana, sobre el
que se cimenta el metarrelato revolucionario antiimperialista (David
versus Goliat)  interpretado hasta la saciedad en esta ignorante y
supersticiosa región por la pléyade intelectual oportunista de
izquierdas, de la cual Latinoamérica es tan fecunda.

Eso explica que, transcurridos más de medio siglo de revolución, Cuba
siga siendo una de las naciones más dependientes del mundo occidental… y
a la vez la más “soberana”. Aunque en la actualidad sea vox pópuli,
a partir del propio reconocimiento oficial, la dependencia del destino
final de la Isla a las inversiones del capital extranjero. Resulta que
en esta nación tan independiente y soberana ya los oligarcas verde-olivo
no se burlan del embargo, sino que gimen por su supresión.
Probablemente sus capitales personales, fruto de la depredación del
erario nacional, estén confortablemente a salvo en los fondos y bóvedas
de bancos extranjeros, pero sin inversiones foráneas los días de su
reinado están contados.
Desde la caída del Muro de Berlín han transitado por el poder unas
seis administraciones estadounidenses (...) mientras en Cuba se mantiene
el mismo sistema




Desde la caída del Muro de Berlín han
transitado por el poder unas seis administraciones estadounidenses,
tres presidentes han gobernado en la Rusia post-comunista y varios más
se han sucedido en los gobiernos de los países de Europa del Este,
mientras en Cuba se mantiene el mismo sistema de gobierno impuesto por
la sucesión de los hermanos Castro, con ajustes y “renovaciones” que
apenas sirven para encubrir la capacidad mimética de una camarilla
militar elite en transición al capitalismo de Estado, administradora de
un monopolio económico y político que intenta sobrevivir exitosamente a
la inevitable transformación del tardo-castrismo en algo que nadie sabe a
ciencia cierta qué será.
Actualmente, mientras otros
dirimen los destinos de Cuba, los cubanos sujetos siempre a poderes
extraterritoriales y a merced de una autocracia octogenaria –pero lo
suficientemente soberbios o estúpidos para no reconocerlo y demasiado
mansos como para rebelarnos– hemos acabado ganando una sola carta: la de
la mendicidad. Solo que también la elite verde olivo posa de
pordiosera, con las “soberanas” manos palmas arriba, solicitando la
limosna del capital extranjero. La realidad ha acabado imponiéndose al
discurso: nunca antes fuimos más dependientes.



 EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO

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