El diálogo, en un bodegón de La Habana profunda, remite al desconcierto. El grano típico, socorrido, consuetudinario del cubano de a pie, está ausente al pase de lista. La mesa nacional apenas logra su precario equilibrio. Tiene ahora tres patas.
"En realidad, siempre han sido dos patas: arroz y frijoles. Así que ahora tiene una sola", rectifica Zoila M., ama de casa del barrio de Alamar, quien se ve en apuros para alimentar a sus cuatro hijos.
Mediante la cartilla de racionamiento, vigente desde 1962 y cuya pretendida abolición continúa siendo una entelequia para el Estado, se venden cada mes 2,2 kilos de arroz por persona, a 55 centavos de pesos cubanos cada kilo.
El resto del consumo se adquiere a precios de oferta y demanda, ya sea en los agromercados o en el circuito en divisas.
Se dice que Cuba se encuentra entre los siete mayores consumidores de arroz del mundo: 60 kilogramos per cápita anuales. Para satisfacer esa demanda, eroga más de 200 millones de dólares al año en compras en mercados extranjeros, principalmente vietnamita, aunque chino y tailandés también. Al parecer, actualmente no hay más dinero para esa factura, ni tampoco alternativas. De ahí la escasez.
"Antes te decías, no tengo nada que comer, bueno, sí, arroz y huevo. Ahora es un lujo", explica un joven de veintitantos. Está parado en una esquina del Paseo del Prado. Mastica un perro caliente que ha comprado por cinco pesos.
Aunque desabrido, con el pan algo correoso, es lo mejor que ha podido llevarse a la boca esta mañana de lunes. Trabaja de mensajero en un correo cercano y no ha encontrado abierto ningún expendio estatal de arroz frito servido en caja de cartón.
Su sueldo, más el de su familia, no pueden enfrentar la estampida inflacionaria del arroz. De 3,50 o 4 pesos en los mercados de libre concurrencia, ha brincado a 15 y en algunos casos, los fines de semana, 20 pesos, en el mercado sumergido.
"Ayer sacaron en la shopping, pero a 1,90 el paquete. Está carísimo y sin embargo volví". Ese precio del kilogramo del cereal, en pesos convertibles, equivale a más del 11 porciento del salario promedio en la Isla.
A principios de mayo, la emisora Radio Rebelde, que se toma como la más oficiosa de todas, criticó el acaparamiento del producto.
"Se exige disciplina y orden en la venta, no se puede permitir bajo ningún concepto que las personas acaparen arroz para después revenderlo a sobreprecio", amonestó un locutor con voz tronante.
La advertencia no sirve de mucho. El robo continúa en los almacenes estatales, calados una y otra vez por empleados y custodios debidamente sobornados.
Cuba importó 567,000 toneladas de arroz en 2008, la mayoría de la empresa vietnamita Northern Food Corp, bajo términos preferenciales. Sacos rotulados con ese nombre pueden verse en uno de los cuartuchos laberínticos en Centro Habana.
"Dime cuánto quieres", pregunta diligente el dueño del negocio. Los compradores, algo tímidos, piden una o dos libras. El hombre pesa el producto con una báscula de mano. Un niño descamisado acaricia al perro de la casa. Espera su turno con una bolsa de nylon y el dinero arrugado en su mano derecha. Con la izquierda soba la pelambre del manso animal. "Tal vez para la tarde no me quede nada ya", calcula el mercachifle.
Esperando la cosecha
Sus declaraciones sugieren que el Estado no comprará más cereal en los mercados extranjeros, al menos por el momento. La Isla importa el 60 porciento de las actuales 700,000 toneladas de arroz que consume anualmente, principalmente de Vietnam.
El año pasado aumentó la producción nacional a 281,000 toneladas, pero esto sólo representa poco más del 40 por ciento del consumo.
La actual sequía, sobre todo en el este del país, afecta la producción arrocera, que se resiente además del vejestorio tecnológico de su planta y de los problemas organizativos.
La falta de lluvias ya había afectado en febrero la siembra de arroz en las provincias de Sancti Spíritus y Granma, centro y este de la Isla, respectivamente, responsables del 50 por ciento de la producción.
"Si no hay agua no hay arroz", maximizó la emisora Radio Rebelde hace un par de semanas.
La prensa oficial había reportado un aumento de más del 50 por ciento en la producción local de arroz en 2009, lo que llevó a un entusiasmo excesivo en la burocracia, que redujo un 11 porciento las importaciones del cereal vietnamita en el 2010, alentada por la ansiedad del gobierno en reducir al máximo las adquisiciones, en una política feroz que busca adelgazar el déficit comercial y fiscal.
El arroz puede cultivarse prácticamente el año entero, a excepción del trimestre que abarca desde el 15 de agosto hasta el 30 de noviembre.
Juan Pérez Lama, viceministro de la Agricultura, dijo que en el caso del arroz se espera un ascenso productivo considerable antes de 2013. La estrategia actual incluye la introducción de nuevas tecnologías, aplicadas con la ayuda de especialistas japoneses, vietnamitas y chinos.
Más de 150 mil campesinos cubanos cultivan arroz, y el número de cosecheros crece, según Orlando Lugo Fonte, presidente de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP).
El factor estadounidense tampoco se vuelve despreciable. Aguarda en talanquera.
El presidente de la Asociación de Productores de Arroz de Estados Unidos, Dwight Roberts, afirmó hace un año que aliviar el embargo permitiría a los productores norteños ganar participación en el mercado cubano, actualmente en manos de Vietnam, que ofrece favorables términos crediticios, pero cuyos envíos incluyen arroz "roto", de menor categoría.
"Los cubanos conocen el arroz, prefieren calidad (...) Aunque estemos un poco más altos en precio, comprarían arroz estadounidense", aseguró Roberts, no sin una pizca de petulancia.