Crimen de lesa humanidad. Visto así por La Nación
Raúl Castro acaba de celebrar sus dos primeros años como dueño supremo del poder, en el que fue impuesto el 24 de febrero del 2008, con un acto que refleja con crudeza la extrema perversidad del régimen: un crimen de lesa humanidad.
Tras 86 días en huelga de hambre, el prisionero político Orlando Zapata Tamayo, de 42 años, murió el pasado martes por una razón tan simple como inhumana: la falta de oportuna atención médica por parte de sus carceleros. Se trató de un acto de deliberada negligencia, que solo fue posible por la cruel frialdad de los custodios y por la activa complicidad de las más elevadas instancias del régimen castrista.
Como dijo su madre, Reina Tamayo, se trata de “una muerte por asesinato premeditado”. Es, además, la culminación de una tragedia personal que simboliza, con concentrada brutalidad, la insensible y primitiva naturaleza de la dictadura de los hermanos Castro y su ensañamiento contra quienes tratan de expresarse libremente, defender sus derechos políticos o actuar con independencia.
Orlando Zapata era un simple albañil afrodescendiente del poblado de Banes, en la provincia de Holguín, al oriente de Cuba. Nacido bajo el régimen, no le fue difícil percatarse de su cruel y limitante naturaleza. Por ello, se convirtió en activista de los derechos humanos. En abril del 2003, durante la llamada “primavera negra” en la Isla, fue detenido junto a otros 70 disidentes, por el simple hecho de promover mayores libertades individuales.
En diciembre de ese mismo año, fue condenado sumariamente, y sin derecho a real defensa, a tres años de cárcel. Se convirtió entonces en uno de los 55 cubanos reconocidos por Aministía Internacional, organización defensora de los derechos humanos, como “prisioneros de conciencia”. Recluido en el tristemente célebre penal Combinado del Este, Zapata sufrió todo género de vejaciones. Su actitud digna y su rechazo de las incesantes presiones por quebrar su voluntad, le valieron una cadena de cargos adicionales, entre ellos “falta de respeto”, “desorden público”, “desobediencia”, “resistencia” y “disturbios en el establecimiento penal”. Al cabo del tiempo, la pena de prisión se elevó a 36 años.
Enfrentado a una crueldad creciente, encerrado en una aislada celda de máxima seguridad y sin ninguna esperanza, Zapata optó por rechazar cualquier alimentación mientras no cambiaran esas condiciones. La respuesta oficial fue mayor severidad. Cuando ya había entrado en un proceso de deterioro irreversible, fue trasladado al hospital de la prisión; luego, a una enfermeria en el Combinado del Este de La Habana y de ahi, muerto ya, otro hospital civil (Hnos Amejeiras , en La Habana, donde su madre lo recibió cadaver ya. Se cuentan que para la visita de su madre en la enfermeria del Combinado del Este, estando muerto, lo volvieron a entubar, para darle la impresión a la madre que aún se mantenía con vida. Lo envian a posteriori al Hospital civil, para los Militares Asesinos salvar sus responsabilidades, algún día declararan esos médicos que firmaron el Acta de Defunción en el hospital Amejeiras y el personal Asistente que de seguro tuvo que tener contacto con el cadaver recibido de Orlando Zapata Tamayo. Asesinado en Prisión por Cohecho.
En unas declaraciones que no fueron hechas públicas en la Isla, y que revelan su cinismo ante el crimen, Raúl Castro dijo “lamentarlo”, pero rechazó cualquier responsabilidad y culpó al Gobierno de los Estados Unidos, por su presunta negativa a “convivir en paz” con la dictadura cubana. El clímax de la hipocresía. EE.UU escucha y calla antes las acusaciones de Castro!.
A la muerte siguió una oleada represiva en diversos lugares del país, para evitar la movilización de disidentes al sepelio de Zapata, que se realizó el jueves, a las 7 a. m., en Banes, bajo estricto control policial. Es decir, el Estado totalitario al máximo de su despliegue, junto a un absoluto silencio oficial en la Isla, con el propósito de mantener a la población ignorante sobre los hechos. La falta de Información en la Isla es la mejor arma en manos de la Dictadura, para sembrar odio, división y terror. El Granma vino a pronunciarse a los 4 días del hecho de forma miserablemente crítica, el Gobierno habia colgado un Post en el portal cubadebate.cu y el mismo fue retirado a las pocas horas, (Este portal lo revisa la Intranet de Cuba y la orden era silencio total) , después junto al diario Granma volvieron a subir otro post. A donde se puede llegar con un desGobierno así de hipócrita y mentiroso, con la Política de la brutalidad, la fuerza, el terror y el engaño como ideología del convencimiento.
Al menos, la reacción internacional no se ha hecho esperar. Aparte de las más respetadas organizaciones independientes defensoras de los derechos humanos, como Amnistía Internacional, la Unión Europea, Francia, España, Estados Unidos y personalidades de diversa índole, se han unido en una clara condena.
Los grandes ausentes en la condena han sido los Gobiernos latinoamericanos, los cuales, tras proclamar en Cancún, el mismo día en que moría Zapata, la “solidaridad” hemisférica, no la han hecho realidad frente a este crimen. Peor aún, para verguenza propia y de su pueblo, un día después el presidente de Brasil, Lula da Silva, se abrazó en La Habana con ambos hermanos Castro. Luego, simplemente, “lamentó” (no condenó) el hecho.
Tal actitud de oportunista complicidad, sin duda, genera enojo y frustración. Sin embargo, también refuerza el carácter de Orlando Zapata Tamayo como un símbolo de dignidad cubana y latinoamericana frente a la dictadura, el oportunismo y la doble moral. Su inspiración, sin duda, será un acicate para quienes luchan por la democracia y los derechos humanos en Cuba.
El clamor, ahora, debe ser por la liberación de todos los presos políticos y por la apertura democrática.