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viernes, 6 de noviembre de 2020

Por qué Donald Trump y no Biden #Cuba #Venezuela #USA

https://gaceta.es/actualidad/mis-motivos-para-apoyar-a-donald-trump-20201105-1754/ 

Cuando escribo estas líneas las cifras indican una pronunciada ventaja en votos electorales del candidato demócrata, Joe Biden. Está a seis de los 270 que lo convertirían en el próximo presidente de los Estados Unidos.

Un final de fotografía –cargado de sospechas por cambios de última hora en las tendencias del conteo de votos en los estados del noreste del país– le puso la cereza a una elección que podría terminar decidiéndose en las cortes judiciales de varias entidades federales.

El voto anticipado y por correo –cuya transparencia para manifestar las preferencias políticas del elector fue cuestionada por Trump desde hace meses– se asoma como un factor definitorio en el "todo se vale" que emplearon los demócratas para quedarse con la elección en este 2020.

Durante toda la campaña manifesté mis simpatías a propósito de que Donald J. Trump fuese reelecto en el cargo, para ser presidente por "four more years". ¿Las razones? Aquí van:

Estados Unidos está llamado ser protagonista en la defensa de los valores occidentales, no solamente en América, sino en todo el mundo. Libertad, democracia, capitalismo, respeto a la propiedad privada y pluralismo son valores puestos en jaque por corrientes del islamismo extremo y una izquierda mundial que se transfigura permanentemente y ha logrado coaligarse en los foros de São Paulo, Puebla y cuanta comandita de la desestabilización pueda inventarse.

No veo en Joe Biden, y menos en lo que va quedando de su partido, la energía vital para servir de refreno a esto. Trump, por el contrario, ha sido resuelto en poner la defensa de los valores de occidente primero, bien sea dando de baja a un terrorista como Qasem Soleimani en Irak, promoviendo relaciones armónicas en un proceso de paz entre el Estado de Israel, los Emiratos Árabes y Bahréin o plantándole cara –mediante una verdadera guerra comercial– a la pretensión china de convertirse en el tótem de los mercados mundiales a fuerza de someter a sus pobladores a condiciones laborales infrahumanas y a un sistema político en el que la disidencia es aplastada.

Trump sirve, a su vez, como el único dique de contención a la peligrosa agenda que se ha apoderado del otrora estable, centrista y hasta aburrido Partido Demócrata.

En una Presidencia de Joe Biden el menor de los problemas es el propio Biden, quien parece ser el último mohicano de los moderados dentro de esa agrupación política.

La apuesta al vacío comienza muy marcadamente en la fórmula de la que viene acompañado el casi octogenario líder demócrata: la ex senadora Kamala Harris, y termina en casos que francamente remiten al disparate, como el dislocado socialista "a la europea" Bernie Sanders, o la joven promesa digna de ingresar a las juventudes del Partido Comunista Cubano, Alexandra Ocasio-Cortez.

Una agenda cargada de los sinsentidos de la izquierda de hoy, veterana en crear reclamos y necesidades artificiales allí donde las sociedades viven medianamente bien, con el fin de desestabilizarlas. Y vaya que los Estados Unidos son muestra de ello.

El menú va desde exacerbar problemas raciales que tienen siglos sin resolverse, hasta utilizar el pretexto del ecologismo y las energías verdes para poner a los Estados Unidos a renunciar al desarrollo pleno de su potencial productivo-económico. Insólito.

Lo admito, mis preferencias por el candidato republicano también están guiadas por mi nacionalidad. Soy venezolano y opositor a rabiar a la tiranía chavista de Nicolás Maduro.

Con Trump en el poder mi país ha visto el mayor despliegue de esfuerzos que cualquier ocupante de la Casa Blanca haya hecho hasta ahora para arrinconar al chavismo y procurar el retorno de la democracia a mi tierra.

Una política a ratos insuficiente y algo efectista, basada esencialmente en apoyar la figura de un gobierno interino encabezado por el presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó y un paquete quirúrgico y escalonado de sanciones económicas dirigidas a los cabecillas rojos; pero que, repito, es el mayor nivel de presión que se ha puesto al socialismo chavista desde siempre.

Ni Clinton, ni Bush Jr., ni el propio Obama llegaron tan lejos para tratar de procurar un cambio político en Venezuela.

El ánimo de Trump por combatir a esta abominación en la que se ha convertido el socialismo en la región no se queda solamente en Venezuela. Por el contrario, su entendimiento del problema ha sido cabal; aparejando los males provocados por el chavismo en Venezuela a los causados por el castrismo en una Cuba sojuzgada por un régimen comunista desde hace más de 60 años y, a su vez, a la desgracia que significa la presencia en el poder en Nicaragua de ese individuo moralmente reprochable que es Daniel Ortega.

Finalmente, considero que un Presidente merece ser reelecto si cumple la principal promesa de campaña que hizo cuando resultó electo por primera vez.

Más allá de los temas migratorios, más allá del combate al socialismo en la región, más allá de la lucha contra el islamismo extremo en medio oriente, Trump resultó electo en 2016 al prometer que haría "grande a América de nuevo". Y básicamente se refería a sacarle brillo a la economía de los Estados Unidos; ese gran país debía tomar su puesto como referente económico en el mundo.

La realidad está a la vista: a principios de este año, por ejemplo, la administración Republicana mostraba números récord en materia de desempleo (3,5%); el mejor referente en este apartado en los últimos 50 años en los EEUU.

De hecho, en el arranque de 2020 pocos analistas se atrevían a pronosticar que Trump perdería las elecciones. La propia carrera inicial del Partido Demócrata por la conquista de la candidatura presidencial daba muestras de lo poco estimulados que estaban los líderes del partido del burro por intentar disputar la Casa Blanca a los republicanos. Sin embargo, apareció la desgracia del virus chino y todo tomó otro color.   

Sobre los defectos de Trump, que son múltiples y los repruebo, quizá comente en alguna otra ocasión, cuando toque valorar cómo el paso de este hombre de negocios reconfiguró al Partido Republicano y al propio sistema político de los Estados Unidos.

Por ahora solo he querido dejar constancia del listado de razones que validaban plenamente su aspiración a ser reelecto como presidente.


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