Los pies descalzos de los cubanos
En ciertas psicoterapias suele usarse el concepto de "ponerse en los pies del otro" para, desde la perspectiva ajena, producir una intervención adecuada y el cambio. También lo que llamamos empatía es "ponerse en los zapatos" de otra persona y sentir lo que ella siente. Eso es imprescindible para comprender al otro. O incluso, para combatirlo. Los militares, en cambio, usan la frase "apreciar la situación" para nombrar el análisis previo a cada batalla, su capacidad y posibilidad de maniobra frente al enemigo.
La reciente eliminación de la disposición presidencial de pies secos/ pies mojados es algo que se esperaba porque beneficia al régimen cubano y al Gobierno estadounidense. La directiva del Ejecutivo, que no una ley, fue la solución salomónica al conflicto de perder-perder tras la avalancha de cubanos hacia EEUU en 1994. Debemos concederle al régimen totalitario de La Habana la virtud de sobrepasar las crisis creando otras al contrario; así fue en Camarioca, en El Mariel y en Guantánamo. Y así parecen haber evitado ahora un nuevo éxodo masivo; una agresión que probablemente ni el permisivo Obama hubiera tolerado.
Pongámonos, pues, en los "pies" norteamericanos. Durante más de 50 años la democracia de EEUU ha tenido un enemigo confeso y tenaz a pocos kilómetros de sus costas. Es un juramento hecho por el extinto máximo líder desde sus tiempos en la Sierra Maestra: la batalla definitiva sería contra el Norte. Es una falacia decir que el régimen cubano quiere a los "gringos" y no su sistema político-económico, porque en el caso que nos ocupa, el pueblo norteamericano ha elegido libremente el capitalismo para vivir y desarrollarse. Odiar y combatir su sistema es odiarlos y querer desaparecerlos.
Equivocados o no, diferentes gobiernos del Norte han aplicado políticas coercitivas para, una veces a la ofensiva, y otras como defensa ante la pugnacidad inherente a todo sistema totalitario, derrotar el liderazgo "revolucionario". Aunque muy enérgica, la democracia estadounidense no admite una respuesta militar si no está sumamente justificada. Pero, ¿qué hacer si el régimen cubano decidía lanzar otro Mariel? ¿Abrir otro frente en América, además del ya confuso y convulso en Medio Oriente, en Asia, en Europa Oriental? ¿O acaso la riada a través de Sur y Centroamérica no fue sino un provocador balón de ensayo cubano para aquilatar la reacción del Ejecutivo norteño?
Quienes pararon en seco la travesía a través de selvas, mares y montañas hacia la frontera mexicana fueron los estadounidenses, usando presión sobre Cuba y sus satélites latinoamericanos. Al derogar la política de "pies secos/ pies mojados", Obama frenó toda posibilidad de repetir la emigración masiva por mar y tierra. Y en caso de que el régimen cubano la promoviera, estaría justificada una dura respuesta, incluso militar.
Al suprimir esa política, también el gabinete anterior disminuyó los gastos y prebendas legales que solo los cubanos tenían. De paso, la entrada de oficiales de la Contrainteligencia y colaboradores disminuirá, y muy importante: es un lavado de cara frente al mundo, en particular con la América Latina izquierdista. Aun cuando seguirán siendo "los malos" de la película, creen que con el gesto serán más aceptados en el traspatio.
En los "pies" del Gobierno cubano también hay mucha alegría. Nadie escapa a casa de una tía o una abuela si se siente bien en la suya, si respeta o quiere a sus padres. Si esa abuela o tía no regresan el muchacho a casa de sus padres, les están quitando autoridad y moral a sus progenitores. Tolerar la escapada es una acusación implícita. Es lo que han hecho todos los gobiernos norteamericanos. Y lo que ha enfurecido siempre a la dictadura cubana. En cambio, si la tía o la abuela devuelven el chico a su hogar, están diciendo que allí no corre peligro, que sus padres no son tan malos y hay que obedecerlos. Al tomar al chico de la mano y regresarlo a su casa, los norteamericanos están devolviendo al régimen cubano toda la autoridad y la ascendencia moral sobre sus ciudadanos.
De ese modo, el régimen cubano ha acabado por legitimarse, un importante paso para echar abajo la Ley de Ajuste y el embargo, ambos en ese orden de prioridad y sujetos a un Congreso de mayoría republicana. A partir de ahora sería difícil argumentar que en Cuba hay un régimen totalitario y opresivo pues sus ciudadanos pueden emigrar, no escaparse, igual que cualquier individuo en el mundo.
Desgraciadamente ningún gobierno se ha puesto en los "pies" secos o mojados de los cubanos de a pie. Es cierto que se ha abusado mucho de la bondad de los gobiernos norteamericanos. También que quienes emigran hoy, tras medio siglo de vulgaridades y carencias, vienen como fuera del mundo real; no saben lo que es el trabajo como mejoramiento humano, no saben manejar el crédito, las tarjetas de banco, y su comportamiento público y privado exhibe una ordinariez que atemoriza.
Los cubanos no vienen ni mojados ni secos. Vienen descalzos. No saben lo que es un buen par de zapatos, y calzan cualquier cosa sin pensar en las consecuencias. Algunos, desde esta orilla, les dicen a esos cubanos que se queden en la Isla y luchen; que arrebaten al régimen la piel, las suelas, los plantillas para poder calzarse. Y que si van a venir a este país, lo hagan con las manos. Lo gritan enfundados en unos buenos mocasines italianos. Sí, a muchos nos cuesta ponernos en los pies de quienes han quedado en la Isla, a merced de unos padres autoritarios, crueles, y que ahora cuentan con la complicidad de tías y abuelas para mantener a sus hijos dolorosamente descalzos.