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martes, 26 de julio de 2016

Las verdades y Mentiras del Moncada conque han engañado a los cubanos 26/7

Cosas que creías saber sobre el asalto al Moncada y de las que en realidad no tenías ni idea - CiberCuba



EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO



Como parte de una acción armada para derrocar a Fulgencio Batista,
los asaltos del 26 de julio de 1953 a los cuarteles Moncada, en Santiago
de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo, por jóvenes del
Partido Ortodoxo al mando del entonces abogado Fidel Castro, fueron
rápidamente sofocados aunque marcaron un punto de giro histórico: el
nacimiento de la revolución cubana de 1959.
Resulta difícil ser
cubano y no conocer algo sobre este hecho, al punto de que ese
conocimiento a menudo ha derivado en lugares comunes y mitos populares
que duran hasta hoy. Aquí abordaremos brevemente algunos de estos
contrastándolos con datos que aporta el historiador Antonio Rafael de la
Cova sobre estos hechos y que figuran en su totalidad en The Moncada
Attack: Birth of the Cuban Revolution (2007).
Mito:
Fidel Castro terminó su alegato de autodefensa en el juicio oral por
los sucesos del 26 de julio con la frase “La Historia me absolverá”.
Muchos afirman que esta frase la copió del Mein Kampf de Hitler.



Realidad: la frase que Fidel dijo literalmente en el
juicio fue “La historia, definitivamente, lo dirá todo.”. “La Historia
me absolverá” solo figura en la versión escrita, editada y pulida por
Fidel de dicho alegato durante su estancia en el presidio Modelo de Isla
de Pinos. Igualmente, Adolf Hitler, en su alegato de defensa ante el
tribunal que lo sentenció a prisión por el asalto en 1923 al Ministerio
de Guerra en Munich, utilizó una personificación de la Historia como
absolutoria que incluiría luego en su libro Mi Lucha, redactado desde la
propia cárcel de Landsberg. Si bien el parecido entre ambas frases es
muy razonable, la de Fidel nunca se trató de una cita literal.
Mito:
según La historia me absolverá, los asaltantes prisioneros fueron
torturados con mutilaciones, y a Haydée Santamaría le quemaron los
brazos con hierros calientes.
Realidad: no hubo
necesidad de torturas pues los capturados no se resistieron a revelar
sus motivaciones, identidades y la de su líder. Tampoco durante el
juicio a los asaltantes, donde los abogados defensores ejercieron su
trabajo sin impedimentos, se dijo que hubiera torturas. El coronel
Alberto del Río Chaviano ordenó ejecutar en el campo de tiro de armas
cortas del cuartel a unos treinta asaltantes capturados, y diseminar sus
cadáveres por el cuartel para hacer parecer que murieron en el
intercambio de disparos. Los 47 informes de defunción que redactaron los
médicos forenses certifican dichas ejecuciones pero no torturas ni
desmembramientos. El director de la funeraria que recogió los cadáveres
tampoco vio señales de tortura.
Haydée Santamaría fue quien más
propagó la versión de la tortura de los presos y de la emasculación de
su novio. Fuera del juicio llegó a decir que le habían extirpado los
ojos a su hermano y que luego le habían mostrado un ojo a ella para
sacarles dónde estaba Fidel, pero que ni ella ni Abel hablaron. Sin
embargo, cuando testificó sin coacción en el juicio, no hizo tal
denuncia ni la repitió en sus memorias sobre el Moncada. Si bien en la
quinta sesión del juicio Haydee alegó que hubo golpes y torturas,
admitió que no había sido testigo presencial de estas y tampoco habló
nada de su hermano Abel. Nunca se ha visto la foto necrológica de Abel.
Mito: la conjunción de factores imprevistos y la casualidad impidieron el triunfo del asalto.
Realidad:
el descuido y una pésima preparación y ejecución de los planes de
ataque explican el fracaso de la acción. Los asaltantes, por ejemplo,
ignoraban que la vigilancia del perímetro del Moncada se reforzaba
durante los carnavales entre 6 de la tarde y 6 de la mañana, y que en
ese mismo horario se prohibía el acceso al cuartel por otro lugar que no
fuera la entrada principal. La caravana de autos de los asaltantes se
dirigió hacia la entrada secundaria por la posta 3. El fracaso del
simultáneo asalto al cuartel de Bayamo se debió al liderato de Ñico
López, un simple peón del mercado de La Habana que entorpeció el ataque
al no llevar, por olvido, un alicate que se le asignó para cortar la
cerca de alambre de púas.
Mito: un motivo del
fracaso del asalto fue el extravío de casi un tercio de los asaltantes
en la caravana de coches. Ernesto Tizol enrumbó por Avenida Las Américas
hacia Alturas de Quintero, en vez de continuar por la avenida
Victoriano Garzón. Otros autos le siguieron.
Realidad:
Ernesto Tizol no equivocó la ruta sino que desertó en mitad del plan.
Aparte de haber manejado otras veces por Santiago, sabía muy bien cómo
llegar al Moncada. Su desvío fue intencionado; no es plausible que se
quedaran dando vueltas y más vueltas por Santiago.
Mito: Raúl Castro lideró el grupo de asalto al edificio del Palacio de Justicia.
Realidad:
Raúl Castro solo va a Santiago de Cuba invitado por José Luís Tasende
sin saber nada del plan. Fidel se sorprende al ver a su hermano en la
granjita Siboney horas antes del ataque, y lo asigna entonces al grupo
de menor riesgo dirigido por Léster Rodríguez y encargado de tomar el
edificio del Palacio de Justicia, colindante al Moncada. La altura del
muro de contención en el techo de la audiencia no les permitió a los
asaltantes disparar hacia el cuartel. Por eso, cuando Raúl Castro es
detenido, la prueba de parafina que le hicieron para comprobar si había
disparado un arma resultó negativa.
Mito: Fidel
Castro, pese a empuñar un arma durante el asalto (unas versiones dicen
que una pistola Luger y otras una escopeta calibre 22), no disparó un
solo tiro.
Realidad: Fidel se pasó los veinte
minutos que duró el combate tratando de reagrupar a los asaltantes
dispersos por los patios de las casas del reparto militar y que por
error habían penetrado en el hospital militar fuera del cuartel. El dato
irrebatible es que, después de ser detenido y llevado a la prisión de
Boniato, Castro se niega a que el médico forense le practique la prueba
de la parafina para comprobar si había disparado un arma: fue al único
combatiente que no se le hizo esa prueba. Todo indica que ante el hecho
de no haber disparado un solo tiro, Fidel no quiso que la prueba de la
parafina lo pusiera evidencia, evitándole así el desprestigio como líder
de la acción que era.
Mito: según la versión
batistiana, los soldados en la posta del cuartel y en el hospital
militar fueron pasados a cuchillo por los asaltantes.
Realidad:
no hubo ningún militar herido o muerto con cuchillo. El coronel Alberto
del Río Chaviano llegó al cuartel después del ataque y le informó a
Batista por teléfono que los asaltantes habían pasado la posta a
cuchillo, y que dos muertos en el hospital militar también fueron
apuñaleados. En realidad los asaltantes desarmaron a los dos guardias en
la posta 3 y los acostaron boca abajo en el suelo sin causarles
lesiones, y los dos muertos del hospital recibieron tiros en la cabeza
al asomarse a diferentes ventanas al inicio del ataque. La prensa de la
época señaló que los médicos militares testigos en el juicio confirmaron
que ningún soldado murió por arma blanca. En sus memorias Batista
insistió en que los enfermos fueron asesinados, aunque no pasados a
cuchillo.
Mito: Los huecos que actualmente se
aprecian en las paredes del Moncada son vestigios de los disparos de los
asaltantes del 26 de julio de 1953.
Realidad:
los huecos de los balazos en la fachada del Moncada fueron hechos
inicialmente por una ametralladora calibre 30 que disparó el sargento
José Virués Moraga contra cinco rebeldes atrincherados en el ala
izquierda del cuartel. Los rebeldes, mal armados con rifles 22,
revólveres, escopetas y un puñado de balas, eran incapaces de dejar
semejantes orificios. Después del ataque, aquellos agujeros se
repellaron y se pintó la pared pero en la década de los setenta el
gobierno cubano abrió nuevos huecos en la pared como si fueran los
disparos de 1953.
Mito: en la discusión
parlamentaria sobre la amnistía de 1955 a los asaltantes del Moncada, el
senador Rafael Díaz-Balart, en su ardiente oposición a dicha amnistía,
lanza una ‘profecía’ sobre las nefastas consecuencias que para Cuba
tendría poner en libertad a Fidel Castro.
Realidad:
se trata de un discurso dado a conocer por algunos medios de noticias
sobre todo a partir de la muerte de Rafael Díaz-Balart en 2005. Rafael
Díaz-Balart no solo pronunció jamás tal ‘profecía’ (para nada consta en
el diario de sesiones), sino que jamás se opuso a tal amnistía, e
incluso votó a favor de ella. Una hermana de este senador, Mirta
Diaz-Balart, fue la primera esposa de Fidel y madre de su primer hijo,
Fidel Castro Díaz-Balart.



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