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miércoles, 10 de diciembre de 2014

enrisco: La masacre del río Canímar: 34 aniversario Crimen de Lesa Humanidad castrista

enrisco: La masacre del río Canímar: 34 aniversario





La masacre del río Canímar: 34 aniversario





Hoy 6 de julio se cumple el 34 aniversario de lo que se
conoce (muy poco por cierto) como “la masacre del río Canímar”. Porque 14 años
antes del hundimiento del remolcador “13 de marzo” hubo un acontecimiento casi
idéntico del que el régimen cubano salió mejor librado incluso que del crimen
de 1994. En los mismos días en que todavía se estaba produciendo el éxodo del
Mariel tres jóvenes intentaron secuestrar una embarcación turística en el área
de la bahía de Matanzas tripulada por entre 60 y 100 personas. Mientras
intentaban escapar fueron perseguidos y ametrallados por las autoridades y
luego hundidos. El número exacto de víctimas todavía se desconoce aunque se
fija alrededor del medio centenar de personas, entre ellas un número
indeterminado de mujeres y niños. ("
El número preciso de víctimas quedó en secreto, pero se cuentan al menos 56, incluyendo niños de 3, 9, 11, y 17 años" nos dice un informe de Archivo Cuba). Sólo sobrevivieron diez personas y se
rescataron 11 cadáveres.

Su importancia, digamos, “histórica” es que nos sirve por
una parte para determinar que el hundimiento del remolcador “13 de marzo” no
fue un hecho aislado sino apenas uno de los puntos más sobresalientes en una
política sistemática encaminada a reprimir por todos los medios –incluido el asesinato- a los
que intentaban escapar de la isla. La otra es que explica mejor el hundimiento del
remolcador al funcionar como una suerte de ensayo general: quien tomó la
decisión de hundir el remolcador (y dada la transcendencia de la decisión lo
más lógico es que fuera el propio Fidel Castro) debió recordar la escasa
repercusión internacional de la masacre ocurrida catorce años antes y pensar
que, en efecto, serviría como gesto intimidatorio a nivel interno sin que el
precio a pagar en términos de relaciones públicas fuera demasiado caro.

Por si quedaran dudas del nivel de implicación de las más
altas autoridades del país en el crimen debe saberse que a Julián Rizo Álvarez,
quien era el secretario del Partido Comunista de Matanzas y dio la orden del
ametrallamiento, lo ascendieron cinco meses después a la Secretaría del Partido
Comunista a nivel nacional en el II Congreso del PCC.

A continuación el relato de los hechos de acuerdo a
Norberto Fuentes en el libro Los hijos del enemigo:

El 6 de julio de 1980, el barco de río «XX Aniversario»
salió del centro turístico Canímar Abajo, situado en las márgenes del río
Canímar, en Matanzas, con más de 60 pasajeros. Sergio Aguila Yanes, de 19 años,
sargento en el ejército cubano, reclutó a su hermano menor Silvio y a sus
amigos Roberto y Humberto, y juntos habían planeado la fuga. Cuando el barco se
alejó de los muelles, sacaron sus armas e intentaron tomar por sorpresa a los
guardias. No pudieron y cuando uno de los guardias sacó la pistola, Sergio
disparó primero y lo hirió. Pronto el barco estuvo bajo control de los
muchachos, que ordenaron a su capitán que se desviara hacia los Estados Unidos.
 
El informe del
tiroteo no tardó en llegar a Julián Rizo Alvarez, primer secretario del Partido
en Matanzas, que inmediatamente convirtió un restaurante local en puesto de
mando con teléfonos directos a la oficina central del Partido y a Fidel Castro,
que le dio órdenes explícitas de que no se podía permitir que el barco se
escapara. Fidel Castro subrayó a Rizo Alvarez «que pase lo que pase». Rizo
despachó enseguida varias lanchas torpederas para que detuvieran el «XX
Aniversario». Los barcos de guerra, más pequeños y más rápidos, se acercaron al
barco e insistieron en que pararan y regresaran a Cuba. Los muchachos
decidieron no obedecer las demandas del gobierno y siguieron hacia el norte.
Después de que le notificaron por radio que las torpederas no podrían detener
al «XX Aniversario», Rizo tomó una decisión. «Las órdenes fueron no permitir
que el barco saliera de Cuba, aunque eso significara hundirlo». Como si
supieran lo que iba a ocurrir, algunos de los pasajeros levantaron a sus hijos
rogando a los barcos del gobierno que no dispararan. Rizo dio la orden de
disparar y comenzó la masacre de los hombres, mujeres y niños que estaban a
bordo del «XX Aniversario».
 
A pesar de que había
dos barcos completamente armados atacando al «XX Aniversario» y a sus pasajeros,
Rizo despachó otro patrullero más fuertemente armado y a un avión que empezó a
circular encima. Los pilotos del avión empezaron el ataque justo antes de que
el barco de río saliera de las aguas cubanas. Después que el avión hizo dos
pases mortales, el barco estaba aún milagrosamente a flote, aunque sólo capaz
de navegar en círculo. Para entonces, casi la mitad de sus sesenta pasajeros
estaban ya muertos o heridos. Cuando se dio cuenta de las repercusiones
internacionales que habría si el «XX Aniversario» se escapaba, Rizo tomó el
mando del enorme «23 de Mayo» y le ordenó que interceptara y hundiera el barco
de río, mucho más pequeño. La tripulación del «23 de Mayo» llevaron a cabo las
órdenes de hundir el barco, embistiéndolo por el medio. Buscando su seguridad,
Sergio había llevado a todas las mujeres y niños a la bodega para que
estuvieran fuera del alcance de las balas. Aunque el primer golpe no hizo mucho
daño al barco, las mujeres y los niños, ahora atrapados abajo, empezaron a
gritar histéricamente. Segundos más tarde, el «23 de Mayo» embistió por segunda
vez al barco y casi lo partió en dos. Al empezar a llenarse de agua el «XX
Aniversario», Sergio le dijo a Roberto, el amigo de dieciséis años: «Perdóname,
Papito» y fue a la cabina. Entre los frenéticos gritos de las mujeres y los
niños de la bodega, Sergio sacó la pistola y le gritó a Roberto: «Los
comunistas no me cogerán vivo nunca». Dirigió la pistola a la sien y se mató.
 
Roberto Calveiro aún
recuerda que las aguas se enrojecieron alrededor de los cuerpos de los hombres,
mujeres y niños balaceados. También fue testigo del ahogamiento de los que
sobrevivieron la matanza inicial pero que no pudieron soportar la fuerza del
mar y se hundieron sin volver a salir más. El propio Calveiro saltó al agua y
empezó a nadar, pero cuando los patrulleros lo vieron le empezaron a disparar.
Más tarde, cuando fue recogido en el mar por el cabello y golpeado en un
patrullero, los guardafronteras que le dispararon le confesaron: «Chico, no sé
cómo pudiste sobrevivir con todas las balas que te disparé». Cuando llegaron al
fin a la costa, los guardias le dijeron a Roberto que se echara a correr.
Roberto se negó, sabiendo bien que le dispararían. Aunque había salvado la
vida, le esperaban muchas otras experiencias al muchacho de 16 años en los
próximos doce años, que pasó en una cárcel cubana.
El régimen rescató
sólo 11 de los cadáveres de los casi cuatro docenas de hombres, mujeres y niños
masacrados ese día. El gobierno no le dio ninguna explicación a las familias de
los desaparecidos, solo que habían muerto en el mar durante el «secuestro» de
un barco. El gobierno no permitió entierros comunes. Antes de permitir a los
diez sobrevivientes que regresaran a casa, les ordenaron no hablar con nadie
sobre el incidente y no reunirse en grupos en que hubiera más de dos de ellos
presentes. Durante los próximos dos años, tuvieron agentes del gobierno
estacionados para monitorear sus actividades, mientras intentaban sobornar a
los familiares de las víctimas, así como a los sobrevivientes, dándoles
televisores, refrigeradores y otros equipos usualmente reservados para altos
funcionarios del gobierno.
 
 
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