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viernes, 7 de noviembre de 2014

El día de la ira y la ilusión; La cida del Muro y la permanencia de castro y Corea del Norte

El día de la ira y la ilusión




El día de la ira y la ilusión




















La caída del Muro de Berlín (Foto de archivo)



La caída del Muro de Berlín (Foto de archivo)









Hace 25 años ocurrió el entierro simbólico del
comunismo. Una esperanzada muchedumbre de alemanes corrió hacia el Muro
de Berlín y lo demolió a martillazos. Era como si golpearan las cabezas
de Marx, Lenin, Stalin, Honecker, Ceaucescu y el resto de los teóricos y
tiranos responsables de la peor y más larga dictadura de cuantas ha
padecido el género humano. Por aquellos años una obra rigurosa pasó
balance del experimento. Se tituló  El libro negro del comunismo. Nuestra especie abonó los paraísos del proletariado con unos cien millones de cadáveres.

Era predecible. En la URSS, en 1989, fracasaban todos los esfuerzos de
Gorbachov por rescatar el modelo marxista-leninista. En Hungría, un
partido comunista, dirigido por Imre Pozsgay, un reformista  decidido a
liquidar el sistema, abría sus fronteras para que los alemanes de la RDA
pasaran a Austria y de ahí a la fulgurante Alemania Federal, la libre.
En Checoslovaquia, Vaclav Havel y un puñado de intelectuales  valientes
animaban el Foro Cívico como respuesta a la barbarie monocorde de Gustáv
Husák.  En junio, cinco meses antes del derribo del Muro, los polacos
habían participado en unas elecciones maquiavélicamente concebidas para
arrinconar a Solidaridad, pero, liderados por Lech Walesa, la oposición
democrática ganó 99 de los 100 escaños del senado. El dictador
Jaruzelski les tendió una trampa y acabó cayendo en ella.

¿Qué había pasado? El sistema comunista, finalmente, había sido
derrotado. Los países que primero lo implementaron, y que primero lo
cancelaron, eran empobrecidas dictaduras, crueles e ineficaces, que se
retrasaban ostensiblemente con relación a Occidente en todos los órdenes
de la convivencia. Ese dato era inocultable. Bastaba comparar las dos
Alemania, o a Austria con Hungría y Checoslovaquia, los restantes
segmentos del Imperio austrohúngaro, para confirmar la inmensa
superioridad del modelo occidental basado en la libertad, el mercado, la
existencia de propiedad privada y el respeto por los Derechos Humanos.
El día y la noche.
El comunismo era un horror del que escapaba todo el que podía,
mientras los que se quedaban ya no creían en la teoría
marxista-leninista



El comunismo era un horror del que
escapaba todo el que podía, mientras los que se quedaban ya no creían en
la teoría marxista-leninista, aunque aplaudieran automáticamente las
consignas impuestas por la jefatura. Por eso Boris Yeltsin pudo disolver
el Partido Comunista de la Unión Soviética en 1991, con sus veinte
millones de miembros, sin que se registrara una simple protesta. La
realidad, no la CIA ni la OTAN, había derrotado esa bárbara y
contraproducente manera de organizar la sociedad. Me lo dijo con cierta
melancolía Alexander Yakovlev, el teórico de la Perestroika, en su
enorme despacho de Moscú, cuando le pregunté por qué se había hundido el
comunismo: “porque no se adaptaba a la naturaleza humana”. Exacto.

¿Y los chinos? Los chinos, más pragmáticos, se habían dado cuenta
antes. Les bastó observar el ejemplo impetuoso y triunfador de Taiwán,
Hong Kong y Singapur. Eran los mismos chinos con diferente collar. Mao
había muerto en 1976 y la estructura de poder inmediatamente rehabilitó a
Deng Xiaoping para que comenzara la evasión general del manicomio
colectivista instaurado por el Gran Timonel, un psicópata cruel
dispuesto a sacrificar millones de compatriotas para poner en práctica
sus más delirantes caprichos. Cuando el muro berlinés fue derribado, los
chinos llevaban una década cavando silenciosamente en busca de la
puerta de escape hacia una incompleta prosperidad sin libertades.
¿Por qué no cayeron o se transformaron las dictaduras comunistas de
Cuba y Corea del Norte? Porque estaban basadas en dinastías militares
centralizadas



¿Por qué no cayeron o se
transformaron las dictaduras comunistas de Cuba y Corea del Norte? 
Porque estaban basadas en dinastías militares centralizadas que no
permitían la menor desviación de la voz y la voluntad del caudillo. El
Jefe controlaba totalmente el Partido, el parlamento, los jueces,
militares y policías, más el 95% del miserable tejido económico,
mientras mantenía firmemente las riendas de los medios de comunicación.
El que se movía no salía en la foto. O salía preso, muerto o condenado
al silencio. El aparato de poder era sólo la correa de transmisión de
los deseos del amado líder. No cabían las discrepancias y mucho menos
las disidencias. Eran coros afinados dedicados a ahogar los gritos de la
población.
Esta terquead antihistórica ha tenido un
altísimo costo. Cubanos y norcoreanos han perdido inútilmente un cuarto
de siglo. Si las dos últimas tiranías comunistas hubieran iniciado a
tiempo sus transiciones hacia la democracia, ya Cuba estaría en el
pelotón de avanzada de América Latina, sin balseros, “damas de blanco” o
presos políticos, y Corea del Norte sería otro de los tigres asiáticos.
Lamentablemente, la familia de los Castro y la de los Kim optaron por
mantenerse en el poder a cualquier costo. Los muros continuaban
impasibles desafiando la razón y el signo de los tiempos.


EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO

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