DANIEL MORCATE: El hombre que sabe demasiado
Un abogado de Coral Gables y activistas exiliados tratan de impedir
que el gobierno de Las Bahamas deporte a Ortelio Abrahantes Bacallao.
El hombre de 42 años asegura ser un mayor del Ministerio del Interior de
Cuba y teme que si lo devuelven a la isla lo maten. La pérdida de su
libertad la tendría asegurada. No es fácil defender a alguien que a
estas alturas del castrismo aún militaba en la odiada policía política
cubana. Pero Abrahantes quiere romper con su tenebroso pasado, tiene a
su familia en inminente riesgo en la isla y asegura contar con
información sensible sobre crímenes y otras “irregularidades” que ha
cometido el régimen al que servía. “Sé demasiado”, subraya. “A ellos les
encantaría tenerme en sus manos”. Son sobrados motivos para desear que
las autoridades bahamenses lo liberen y le permitan viajar a Estados
Unidos donde aspiraría al asilo político.
Más que el drama que
Abrahantes vive en Bahamas, me conmovió el de su esposa que dejó atrás
en la isla. Yadelis Rivera ha declarado a los medios que abandonó su
casa de La Habana y se refugió, junto a su hijita de ocho años, en el
hogar de su padres en Ciego de Avila. “Tengo miedo de salir a la calle”,
le dijo a Martinoticias.com el otro día. Fuentes que conocen el caso me
aseguran que Rivera es ajena totalmente a las actividades policiales de
su esposo. Pero eso difícilmente frenará la mano represora de las
autoridades cubanas. A éstas las anima más bien el afán de impedir que
Abrahantes llegue a Estados Unidos y cuente lo que sabe sobre casos tan
oscuros como las muertes de los activistas opositores Osvaldo Payá y
Harold Cepero. A las autoridades cubanas también las podría animar la
venganza por la deserción del alto oficial, el deseo de dar un
escarmiento ensañándose con sus familiares en la isla.
Imagino lo
que podría representar para las familias de Payá y Cepero la posibilidad
de que alguien como Abrahantes ayude a esclarecer la forma en que
murieron sus seres queridos en un supuesto accidente automovilístico en
el oriente de Cuba. David Alvarez, el abogado local que ahora representa
a Abrahantes, asegura que éste posee información “valiosa y
clasificada” sobre ése y otros casos. Alvarez se ha reunido con él en la
prisión Carmichael de Nassau. Y parece haber apostado por la
credibilidad de su representado. También nos dice que se siente
perturbado por las condiciones de su detención, las mismas condiciones
en las que, lamentablemente, las autoridades bahamenses suelen mantener a
refugiados cubanos y a otros reos.
Alvarez describe un panorama desgarrador en Carmichael. Asegura que
cuando un detenido llega a esa cárcel, le hacen dormir en la acera
hasta que aparece un lugar donde acomodarle. Agrega que a veces le dan
agua salada para beber si no tiene dinero para comprar botellas de agua
regular. Y dice que funcionarios del régimen cubano tratan con
insistencia de llegar hasta Abrahantes en el reclusorio, algo que él ha
logrado impedir hasta el momento en que escribo estas líneas. ¿Pero por
cuánto más tiempo podrá evitarlo? El gobierno de las Bahamas es muy
vulnerable a las presiones de Cuba. Con La Habana ha suscrito
importantes compromisos. Y de Cuba importa buena parte del petróleo que
se consume en las islas. Es, por supuesto, el petróleo que los cubanos
reciben mediante un pacto faustiano con el gobierno de Venezuela. Debido
a esa vulnerabilidad, Nassau no ha vacilado en deportar a la isla una
cantidad indeterminada de refugiados cubanos.
La única forma de
impedir que Abrahantes corra la misma mala suerte es mediante un
esfuerzo coordinado, oportuno y enérgico para reclamar su liberación y
traslado a Estados Unidos. Ya se hacen gestiones ante autoridades
bahamenses y organismos internacionales, como Naciones Unidas. La
congregista Ileana Ros-Lehtinen le escribió al secretario general de la
ONU, Ban Ki-Moon, intercediendo por el ex oficial cubano. La policía
bahamense y funcionarios de la ONU han escuchado su dramática apelación
para salvarse de un destino incierto. Nassau puede y debe hacer lo
correcto y lo humano entregándole a Abrahantes a su abogado y
autorizándole a viajar a la Florida.
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