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Ataque de nervios en la Mesa Redonda
LA HABANA, Cuba, septiembre, www.cubanet.org -Como la gente de mi barrio, sólo me siento a ver la Mesa Redonda cuando el tema resulta interesante; o sea, muy pocas veces. Por lo general, repite lo mismo que el resto de la programación de radio y televisión, manejada desde lo más alto del régimen.
Pero el pasado 27 de agosto, trató sobre el aparato de espionaje global norteamericano. Cómodamente, me senté para escuchar qué podían argumentar sus periodistas, nacidos en un país donde, desde enero de 1959, cuando Fidel Castro llegó a La Habana y acumuló todo el poder político en sus diestras y siniestras, su ya obsoleto aparato de espionaje ha vigilado al pueblo, a todas las embajadas radicadas en La Habana, a sus organismos estatales y hasta su propia cúpula gobernante.
Lo primero que pude descubrir, mientras veía el programa, fue el nerviosismo que mostraban los dos periodistas del panel, y hasta su moderador, Randy Alonso, un hombre bastante ecuánime –se puso a prueba una noche que Fidel Castro lo mandó a callar de forma irrespetuosa frente a las mismas cámaras de la TV-, y sobre todo con buen carácter, ese que es el idóneo para acatar todas las orientaciones sin chistar.
Pero el que más nervioso estaba era Reinaldo Taladrid, el viejo colega mío, que, una tarde, en plena calle, me saludó muy afectuoso, pero recriminándome que había tomado un mal camino, al ponerme de parte de los Derechos Humanos del pueblo. “Prefiero ese camino al tuyo, de periodista oficialista”, le respondí y nos despedimos con el besito acostumbrado, pese a las epidemias que azotaban el país.
En pocas palabras, casi atropelladas por su estado de ansiedad, o quién sabe por qué otra cosa, pues manejaba un tema en el que debía andarse con mucho cuidado, como si lo hiciera por el filo de una navaja, Taladrid hizo saber que son los Estados Unidos el país mejor informado del mundo, y que es la democracia la que hoy domina en el planeta azul.
Aquellos que padecemos la falta de libertad, nos alegramos muchísimo de que sea Estados Unidos, adalid de esa libertad, quien controle este mundo loco, donde hay tanta confusión y donde muchos se dejan hasta violar por ídolos pasajeros, porque mientras la brújula de esos locos se dirija hacia el socialismo, jamás saldrán del analfabetismo tecnológico. Eso envidian: que sean las sociedades libres las que lo hayan logrado.
Fue por ello que el ataque de nervios de Taladrid no aportó otra cosa que el síntoma de la derrota de su jefe máximo -el mismo que capta con imagen y sonido el satélite norteamericano desde lo alto del cielo-, ese líder invicto que se sienta en el inodoro de Punto O, mientras pasan por su mente los más nefastos pensamientos