EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO
En defensa de Wikileaks
La Red supone el único reto serio a ciertos poderes constituidos, capaz de garantizar de facto un estado de transparencia. Su clima de seudonarquismo y desobediencia civil ya forma parte del espíritu de esta época
ERNESTO HERNÁNDEZ BUSTO 12/12/2010
Como arrastrada por la maldición del código binario, Internet ha vuelto a colocar a la sociedad contemporánea ante un conflicto aparentemente irresoluble, una encrucijada que involucra al periodismo, la política y las nuevas tecnologías. El caso Wikileaks nos muestra con toda claridad el modo en el que el flujo de información marca hoy una nueva fase de las relaciones humanas, con difícil encaje en la política tradicional.
Claro que el 'Cablegate' es periodismo: cuenta cosas nuevas y relevantes para el interés público
Lo esencial es que una sociedad abierta nunca debe castigar el acceso a la verdad
La batalla entre el imperativo de confidencialidad y la libertad de expresión, cuyos "efectos colaterales" hemos visto estas semanas, y cuyas implicaciones finales atañen al funcionamiento mismo de la democracia, trae los ecos de polémicas que han marcado la historia del periodismo, pero también resulta inédita en muchos aspectos. Sin Internet y sin la moderna tecnología de compresión de datos, valga la obviedad, no existiría el Cablegate. Es inimaginable una filtración como esta hace dos décadas: no solo por la facilidad para hurtar los archivos, sino por la ausencia de un mecanismo de fácil acceso a la información filtrada. Si algo hemos aprendido estos días es que la Red representa el único reto serio a ciertos poderes constituidos, capaz de garantizar de facto la posibilidad de un estado de transparencia como el que hoy defienden Wikileaks y sus seguidores.
Habría que empezar por aceptar que el nivel que ha alcanzado la tecnología para filtrar datos y documentos, y para compartirlos con garantías de anonimato, es tal que nos permite dar por sentado más fugas futuras de información a gran escala. Un analista de The Economist lo dejaba claro hace unos días: "Así como la tecnología ha hecho más fácil para los Gobiernos y corporaciones husmear de forma cada vez más invasiva en la vida privada de las personas, también se ha vuelto más fácil para las personas, que trabajan solas o en conjunto, hundirse en y apropiarse de los archivos secretos de los Gobiernos y corporaciones".
Así visto, Wikileaks sería apenas la manifestación temprana de un fenómeno mucho mayor, que afecta de manera definitiva toda la vida contemporánea: una exigencia de transparencia y una demanda de restricción del espacio de lo secreto. La nueva generación de personas criadas en un mundo digital siente una solidaridad irreprimible con la "causa Wikileaks": hace mucho que piden mayor transparencia y apertura, no solo a sus conocidos, sino también a sus Gobiernos. Hay un nuevo ethos en ciernes y se respira la vaga sensación de que algo anda mal en los patrones políticos del control de la información. Podemos estar o no de acuerdo, nos puede parecer más o menos gratuito, pero este clima de desasosiego, que incuba las tentaciones del seudoanarquismo y la desobediencia civil, ya forma parte consustancial del espíritu de la época.
Todo esto ha catalizado, de alguna manera, en el caso Wikileaks y en la reciente saga de Julian Assange, convertido por muchos en un nuevo símbolo de la libertad de expresión. Las reacciones en contra tampoco se han hecho esperar. Quizás la manera más rápida de tocar varias implicaciones de este tema sea precisamente detallar algunas de esas objeciones. A saber:
Eso no es periodismo: es la lectura de ciertos puristas del oficio. Tienen razón solo hasta cierto punto. Buena parte del periodismo del siglo XX se construyó a partir de "filtraciones" de información privilegiada. Por supuesto, no es lo mismo pasearse por Wikileaks y glosar una docena de cables que "tener una historia". Pero sorprende que los defensores de un periodismo ultrafáctico no se hayan dado cuenta de los verdaderos alcances de esta modificación. Assange lo ha llamado, con cierta sorna, "periodismo científico". "Trabajamos con otros medios", dice, "para llevar las noticias a la gente, pero también para probar que son verdad. El periodismo científico le permite leer una noticia, y después hacer clic en línea para ver el documento original en que se basa. Así puede juzgarla usted mismo: ¿es auténtica la historia? ¿El periodista informó correctamente?".
Wikileaks no tiene la vocación ni los recursos para proponer un relato periodístico tradicional. Pero como medio de información o intermediario de nuevo tipo contribuye sin duda al pacto de confianza sobre el que se funda el periodismo moderno: que los secretos, aun aquellos más incómodos, pueden ser revelados en nombre del interés público, y que la prensa exigirá al Gobierno que cumpla con el imperativo democrático de transparencia o pague el precio por ocultar. Cierto: si Wikileaks existe, es también porque la prensa tradicional no ha sabido -o no ha podido- garantizar la confidencialidad de sus fuentes. Pero ahora el intermediario ha acordado con sus informantes que estas exclusivas tendrán el mayor impacto posible, y ha cumplido. Su reciente alianza con importantes medios de prensa obedece a esa exigencia y marca un nuevo patrón a tener en cuenta. Todos salen ganando. O casi.
No hay nada que no supiéramos: es lo que repiten una y otra vez aquellos que no se han tomado la molestia de leer, siquiera, una pequeña porción de los cables revelados. Simple ignorancia. Pero esta queja revela, en realidad, una perversa dependencia del sensacionalismo más obvio; quienes así hablan quieren sangre, buscan escándalos con rostro humano, tormentas políticas que encarnen los secretos revelados. Muchos de estos opinantes supuestamente escépticos se comportan, en realidad, con las mismas expectativas que el Gobierno bolchevique cuando filtró los tratados secretos de la I Guerra Mundial: son estos lectores, y no Wikileaks, los que rebajan el periodismo al "ajuste de cuentas".
Son chismorreos, no justifican el uso de la noción "interés público". Periodistas eminentes, como David Brooks o Christopher Hitchens, han reaccionado ante Wikileaks invocando privilegios de la diplomacia decimonónica: el nivel de confianza se verá comprometido, algunas cosas no deben exponerse, la privacidad y la inmunidad diplomática son pilares de nuestra civilización... Aplican las razones de lo privado al marco de lo público, y expresan una veneración casi supersticiosa por un mundo cuya materia fundamental es la intriga. Hablan de diplomacia como Bouvard y Pécuchet se referían a un ábside románico o al duque de Angulema. Deberían remontarse más atrás, a los Borgia o a la diplomacia veneciana del siglo XVI.
La confidencialidad diplomática no desaparecerá. Es parte del mundo civilizado, claro, pero es una convención. Seguiremos pagando a los diplomáticos (no olvidemos que con nuestros impuestos) y ellos seguirán haciendo su trabajo, obteniendo información y tejiendo secretos. Por lo demás, cualquier interesado en que se respete la Convención de Viena debe exigir lo mismo al Gobierno norteamericano, que según estos cables no ha sido demasiado escrupuloso al respecto. Como decía el otro día The Guardian: "Para que la santidad de la valija diplomática signifique algo, debe ser un valor universal".
Es cierto que las naciones más democráticas son más vulnerables a la exposición pública de sus secretos. Pero el secreto, realmente, nunca es total. Ningún diplomático que se respete cree en la confidencialidad absoluta. Lo que existe es información pública e información para uso gubernamental.
Lo siento por el sanctasanctórum de la diplomacia, pero yo sí creo que el público tiene derecho a saber que China quiere rearmar a Irán y a Corea del Norte. O que estuvo tras el ataque a Google. Que Chávez y el narco financian a Daniel Ortega. Y que los médicos cubanos en Venezuela viven en un infierno de vigilancia, extorsión y chantaje antes de emigrar a EE UU. En estos cables hay muchas opiniones, pero estos son hechos de interés.
Voy a dejar a un lado argumentos del tipo "Assange es un peligroso anarquista", "Wikileaks es una organización terrorista", "estamos ante la cruzada personal de un megalómano" o "Assange se aprovecha de la protección de las democracias liberales, pero se niega a someterse a ellas". No inciden, creo, en la verdadera naturaleza del fenómeno que nos ocupa: el papel que ha jugado, y seguirá jugando Internet para definir las fronteras de la información legítima.
Wikileaks es mucho más que el Cablegate. Lleva años creando una reputación y tratando de garantizar su independencia. Mientras hablaban de Kenia y de Timor Oriental, pocos se preocuparon por su deontología. Ahora la filtración es a otra escala, y las exigencias nos obligan a meditar este asunto con la dosis precisa de responsabilidad y realismo, pero, sobre todo, con la convicción de que una sociedad abierta nunca debe castigar el acceso a la verdad.
Ernesto Hernández Busto es ensayista (premio Casa de América 2004). Desde 2006 edita el blog de asuntos cubanos PenúltimosDías.com
“artículo 62o.- Ninguna de las libertades reconocidas a los ciudadanos puede ser ejercida contra lo establecido en la Constitución y las leyes, ni contra la existencia y fines del Estado socialista, ni contra la decisión del pueblo cubano de construir el socialismo y el comunismo. La infracción de este principio es punible.”
En otras palabras, las leyes son para mantener al castrismo en el poder.
Saludos para todos
más claro imposible. La constitución castrista le niega todo derecho a los cubanos.
10 DIC 2010 20:14
Una de las facetas más deprimentes de todo el ‘cablegate’ es la más que considerable hipocresía que esconde. Es hipocresía a múltiples niveles: al de los críticos de Estados Unidos, al de WikiLeaks y al de las empresas financieras y de Internet (Amazon, PayPal, MasterCard y otras) que han actuado contra la web.
La hipocresía de los críticos de Estados Unidos es obvia. A raíz de los documentos desvelados hasta ahora, EEUU sale como el país más ético del mundo. No hay contradicción entre sus pronunciamientos públicos y lo que escriben y tratan de lograr sus diplomáticos en privado. No hay muestras que indiquen que EEUU falsifica pruebas sobre el programa nuclear de Irán o de Corea del Norte; sobre la corrupción en Italia, en Rusia o en Afganistán; sobre su hostilidad hacia Hugo Chávez; o sobre su preocupación sobre la estabilidad mental de Cristina Kirchner (que ya fue portada en los medios de comunicación argentinos en 1996, hace 14 años). Lo mismo cabe aplicar de la preocupación sobre la corrupción de dimensiones siderales de la financiación del terrorismo islamista por Arabia Saudí, Kuwait y Qatar.
Paradójicamente, esos mismos críticos aplican un brutal doble rasero con respecto a lo que los cables revelan. Por ejemplo, que los países árabes están todavía más aterrorizados que Israel con la posibilidad de que Irán se haga con la bomba atómica. O que Hizbulá usó en 2006 ambulancias para transportar armas. O incluso una cierta existencia del ridiculizado ‘Eje del Mal’ de George W. Bush, en la información sobre la compra por Irán de misiles norcoreanos capaces de alcanzar Berlín. Desde luego, uno cree más—no menos—a EEUU tras WikiLeaks. Pero, increíblemente, Washington se ha llevado más críticas por Wikileaks que China por su salvaje tratamiento de Liu Xiaobo.
Igualmente hipócrita es WikiLeaks. Como ya se ha señalado en un blog en este mismo periódico, la web de Assange ha abandonado todo intento de convertirse en un verdadero ‘whistleblower’, o sea, en alguien que denuncia hechos punibles. WikiLeaks ha dado los documentos a los periódicos (de hecho, uno de ellos, The Guardian, lo filtró a The New York Times sin permiso de Assange), pero sigue sin colgar todos los ‘cables’. Hay más de 3.600 de ellos de España, y WikiLeaks ha colgado menos de cien. Seguimos, por ejemplo, sin saber qué hay que hacer para caerle bien al Rey.
Eso no es libertad de información, ni poder para el ciudadano. Es, simplemente, comportarse como una fuente más, que da información a los medios, los cuales a su vez deciden qué publican y qué no. Es la cuadratura del círculo de la estafa.
El tercer círculo de la hipocresía es el de las empresas que han cerrado las cuentas de WikiLeaks. Han demostrado tener muy poco valor. Porque no han cerrado las cuentas de los tres diarios y la revista que tienen el monopolio de los cables. El banco suizo que cerró la cuenta de Asange lo hizo sobre la base de que éste no había dado la dirección correcta cuando la abrió. ¡¡¡¡Resulta que ahora en Suiza hay que dar la dirección adecuada cuando se abre una cuenta!!!! Que se lo pregunten a todos los evasores fiscales del mundo.
además mijo, tú en qué palo te ahorcas??, yo desde el principio he apoyado wiki leak y me ha parecido lo mejor que se ha hecho en mucho tiempo, y por otra parte me parece mezquino y ruin y cobarde lo que hacen gobiernos como el sueco, y el gobierno americano de andar corriendo para ajustarles cuentas a juliann assange, y te recuerdo que tú dijiste que “a esa rata había que matarla…”, así que…, de qué hipocresía me hablas?, lerdo!!!, aquí el único imbécil hipócrita eres tú, que estás como fidel!, que apoyaba wiki leaks mientras hablaba del imperio, pero cuando empezó a salpicarle la mierda ya quiere que maten a julian…, jajajaja, a tí te pasa idem pero al revés…, mientras hablan de chávez y fidel y los moros te excitas de alegría…, pero cuando sale la caquita de USA ya te pones histérica y empiezas a pedir pena de muerte para julian…, eso sí es ser cínicooooo!!; descaraooooo!, jajajajajaja
mírate los comentarios!, desde el principio dije, VIVA JULIAN ASSANGE!, VIVA WIKILEAKS, Y los gobiernos y grupos de poder que se jodan!!!!, y todos las empresas que acosan a WL…, que se jodan también…, lo que tienen que hacer los hackers es bloquearlas!, a pay pal, amazon y todas las demás!, cínico y orate!, yo añadiría a lo que dice guillermo de POR QUÉ NO TE CALLAS…, añadiría lo siguiente…, CARLOS, LERDO…, HÁZTE UN FAVOR…., POR QUÉ NO TE SUICIDAS????!!!!, JAAAAAAAAAAAAAAAAJAJAJAJAJAJa
Meu pais é grande com muitos problemas e não temos tempo para nós preocuparmos com a política dos Estados Unidos.
Sugiro que esqueça os Estados Unidos. Dirigir um país é muito complexo. Ocorrem muitas contradições. Quando livres de Fidel Castro, nem se recordarão dos EUA
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Es interesante que aquí en Brasil tenemos estos derechos básicos garantizados por nuestra constitución y no tenemos que llamar a los otros y ninguno de los gusanos de los mercenarios.
Mi pais es grandes con muchos problemas y no tenemos tiempo para preocuparse por la política de EE.UU..
Le sugiero que se olvide de los Estados Unidos. La conducción de un país es muy compleja. Se producen muchas contradicciones. Cuando libre de Fidel Castro, ni recordará EE.UU..
DEMOCRACIA ES EL UNICOCAMBIO QUE NECESITA CUBA, CON ESE VIENEN TODOS LOS DEMÁS.