Los juicios ejemplarizantes desbordan un tribunal en La Habana
Frente al edificio decenas de ojos no perdían de vista la llegada de vehículos policiales en busca de su familiar
LUZ ESCOBAR, La Habana | Septiembre 12, 2020
Si no fuera por la pandemia parecería que el grupo reunido en la calle 23 espera un ómnibus. Pero este viernes, las personas frente al Tribunal Municipal de Plaza de la Revolución aguardaban para saber la suerte de sus familiares, detenidos por presuntamente violar las medidas decretadas en La Habana para frenar el covid-19.
Decenas de ojos no perdían de vista la llegada de vehículos policiales, el movimiento de uniformados ni la llamada que, de vez en cuando, lanzaba un policia desde la puerta de una casona en la acera opuesta. En cualquier momento, un hijo, un hermano o un padre podía ser trasladado al lugar para ser juzgado por incumplir el Decreto 14/2020.
"Aquí estamos esperando que traigan a nuestro hijo pero nos dicen que será más tarde, que ahora están trayendo a la gente del Cerro y nosotros somos de Centro Habana", comenta a 14ymedio Marta, una mujer que espera recostada en un muro de la calle 23 junto a su esposo y dos hijos.
Algunos se han acomodado en la acera, otros han podido traer un pequeño banco de plástico, una botella de agua y mucha paciencia para las largas horas de espera. Es gente de todas las clases sociales y barrios habaneros. Lo poco que los une es la zozobra de no saber qué ha pasado con el familiar que no regresó a casa y, poco después, supieron que estaba detenido.
Algunos se han acomodado en la acera, otros han podido traer un pequeño banco de plástico, una botella de agua y mucha paciencia para las largas horas de espera
Bajo su sombrilla, Marta critica duramente la injusticia que han cometido contra su hijo. "Están diciendo a las familias que las penas siempre son más suaves con las personas que tienen vínculo laboral, pero no entiendo. Mi hijo de 21 años con esto del covid se quedó sin trabajo como muchos otros".
Desde el otro lado de la calle, un oficial grita: Reinaldo, Reinaldo. No hace falta el apellido porque varios miembros de una familia se levantan como un resorte y cruzan la avenida, con apenas tráfico, y bajo un sol que raja las piedras. A la vista oral solo puede acceder un pariente. "Entra tú que eres su madre, nosotros te esperamos aquí afuera", se escucha decir y la mujer accede a la casona escoltada por dos oficiales.
Dentro ocurre el juicio, un proceso exprés que busca no solo condenar a los infractores sino también mandar un mensaje al resto de la ciudadanía. Son juicios ejemplarizantes, pensados en parte para advertir a otros de que no circulen por las calles sin mascarilla, que no salgan después de comenzado el toque de queda y no intenten comprar en tiendas fuera de su municipio.
El portal del tribunal está repleto de policías uniformados que esperan, parecen aburridos y cansados, dormitando con los codos apoyados en sus rodillas. Dos pequeños ómnibus, de los que tradicionalmente se usan para el traslado de prisioneros, están parqueados afuera.
El portal del tribunal está repleto de policías uniformados que esperan, parecen aburridos y cansados
"Son los jefes de sector, tienen que venir obligados para dar testimonio de la infracción cometida", asegura otra mujer. "Aquí hacen los juicios de todas partes, lo mismo del Cerro que de Plaza o Centro Habana" agrega. "No sé todavía por qué se llevaron a mi hermano, sé que está aquí porque recibí una llamada anoche".
Una joven, con una niña pequeña en brazos, se acerca al grupo. Con voz tímida explica que a su esposo se lo llevaron desde el día 21 del mes pasado y hace varias preguntas: "¿Saben qué sanciones están dando? ¿Tienen alguna idea de para qué lugar lo trasladarán después?". Se oye un murmullo de solidaridad, pero una voz llama a la calma.
La joven madre necesita pasar al baño. "Espera que te acompaño", se brinda otra mujer que deja su cartera en manos del esposo antes de volver a cruzar la desierta avenida. Cuando ambas regresan se retoma el tema. La conversación está plagada de preguntas sin respuestas. Nadie sabe para qué prisión están llevando a los detenidos, ni las sanciones que están aplicando.
"Según me han contado la pena que están dando depende mucho de las circunstancias y de la persona", comenta un hombre que hasta ese momento no había hablado. Un silencio recorre el grupo. Quizás cada uno calcula la situación de su pariente ¿Trabaja o no trabaja? ¿Tiene antecedentes penales?
Algunos se refugian en la esperanza de que su familiar salga del juicio con solo una multa, cruce la acera y le dé un abrazo bajo el sol de septiembre. El grito del oficial rompe el breve silencio. "Maykel, Maykel", se escucha y una mujer con un niño pequeño cruza la acera.