Tales novedades no han despertado excesivo entusiasmo en la población. Hace unos meses el Ministro de Informática y Comunicaciones de Cuba declaró que no habrá un incremento de los usuarios (particulares, se entiende). Eso, a pesar de sus
640 gigabytes por segundo.No obstante, me siento optimista. Y no sólo por las recientes declaraciones de un alto funcionario de Informática y Comunicaciones que declaró:
No existe un obstáculo político para que Internet llegue a todos los lugares, incluso a los hogares. Ahora mismo, con una escasa y lenta conexión satelital, muchos funcionarios y técnicos, alquilan y
hackean tiempo de Internet. Nuevos trabajadores del Estado recibirán el servicio de la banda ancha, y a pesar de las regulaciones y el control, la necesidad de completar el salario con una entrada extra, o el simple ánimo de lucro, traerán un aumento de los usuarios no autorizados y una sofisticación en los métodos para saltarse las barreras, un aliciente adicional para esos jóvenes
nerd que disfrutan esos retos como un juego.
Conversé con un web master que supone que el cable tiene dueños. Un reducido grupo de personas de los gobiernos cubano y venezolano como accionistas mayoritarios de
Gran Caribe S.A., por si acaso. Una pareja que se dedica a bajar y quemar películas para alquiler con un internet sub-arrendado, con la fibra óptica bajaría en menos de cinco minutos lo que ahora les lleva hasta tres días. Un programador jubilado está convencido de que conseguirá una conexión.
Algo más. Quienes se beneficien legalmente con las bondades de la alta velocidad serán difusores, conscientes o no, de la información que nos niegan la censura y el control. Este fenómeno apareció hace algunos años en nuestra sociedad, ha ido en aumento y es imparable.
Así como hace casi treinta años al grito de ¡Dame cable! Un músico venezolano cambió para siempre la música popular cubana, el cable de fibra óptica: submarino, soterrado, silencioso, a prueba de tiburones, llega a cambiar para siempre la vida cubana.
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