Fuente: Manual Completo en Inglés:
Lectura On-line: http://www.howtobypassinternetcensorship.org/files/bypassing-censorship.pdf
Descarga: http://dl.dropbox.com/u/2380220/Lectura/bypassing-censorship.pdf
¿Del tirano? del tirano di todo,¡di más!;y clava con furia de mano esclava sobre su oprobio al tirano.¿Del error? Pues del error di el antro,di las veredas oscuras:di cuanto puedas del tirano y del error. José Martí
El dolor crece cuando se sabe que la muerte de un hijo pudo haberse evitado. Es el caso de la tragedia en la guardería ABC de la ciudad de Hermosillo, Sonora, en la que murieron quemados o asfixiados 49 niños y resultaron con lesiones otros 104 el 5 de junio de 2009.
Fue un hecho lamentable en el que se conjuntaron una serie de ineptitudes y complicidades injustificables.
Una investigación realizada por órdenes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación puso en evidencia que la guardería funcionaba en una bodega adaptada, compartiendo la estructura con un depósito archivístico de la Secretaría de Hacienda del gobierno de Sonora. La guardería colindaba con una llantera y estaba a escasos 43 metros de una gasolinera. ¿Cómo obtuvo en esas circunstancias los permisos de uso de suelo?, se preguntaría cualquier persona con un mínimo de sentido común.
La guardería contaba con tres salidas de emergencia, pero dos de ellas estaban bloqueadas con muebles, lo que las hacía inservibles en caso de urgencia.
El incendio inicia a las 14:40 horas, teniendo como origen (según un peritaje científico realizado en Estados Unidos) una instalación eléctrica totalmente improvisada que se ubicaba en la bodega vecina a la guardería. En ese momento estaban presentes 14 maestras, del total de 40 que integraban la plantilla docente. Una especie de toldo-carpa cubría la parte central de la guardería; algunos testigos describen que el plástico de dicho toldo cayó hirviendo sobre el cuerpo de los pequeños.
¿Cómo es que los servicios de protección civil no detectaron el peligro de la instalación eléctrica en la bodega o lo inapropiado de la carpa-toldo en la parte central de la guardería? ¿Cómo es que el IMSS permitió que siguiera funcionando en esas condiciones?
Un reporte de inspección del propio IMSS, fechado el 26 de julio de 2005, indicaba la existencia de problemas serios en la guardería ABC. Pese a que nunca fueron corregidos, el 26 de diciembre de 2006 se les renovó el contrato de prestación de servicios subrogados a los dueños.
Como negocio, la guardería ABC reportó considerables ganancias a sus propietarios, entre los que estaban varios reconocidos políticos sonorenses. El IMSS les pagaba a los dueños 2 mil 797.73 pesos por niño atendido, lo que en el caso de la guardería ABC sumaba un importe mensual de 470 mil 596 pesos. A cada maestra les pagaban un salario de mil 300 pesos quincenales.
La investigación de la Suprema Corte puso de manifiesto que los problemas no se limitaban a la guardería de Hermosillo, sino que todo el sistema de guarderías subrogadas del IMSS funcionaba bajo un desorden generalizado. Sin saberlo, miles de trabajadores ponían en riesgo a sus hijos al dejarlos cada mañana en una de esas estancias infantiles.
De las mil 480 guarderías subrogadas, solamente 14 cumplían con todos los requisitos de funcionamiento en el momento en el que abrieron sus puertas al público. El 69% no contaba con equipo contra incendio, 72% carecía de dictamen favorable de instalaciones eléctricas, 49% no tenía dictamen de protección civil municipal vigente, 72% operaba sin el visto bueno o el permiso de bomberos vigente y en 75% de ellas no existía constancia de que se hubieran hecho simulacros de emergencia.
Todo eso nos pone ante la evidencia de un funcionamiento gubernamental fallido y de una acción clamorosamente ilegal. Lo peor de todo es que parece que nadie se hizo responsable. Hay procesos penales abiertos, pero contra funcionarios menores. La responsabilidad administrativa y política de quienes encabezaban el gobierno municipal, estatal, el IMSS (antes y durante la tragedia), etcétera parece haberse quedado en el cajón de algún burócrata.
Lo mejor que podemos hacer, a la vista de la suma de tantas negligencias, es no olvidar. Por esos niños que murieron, por sus familiares que arrastran desde hace dos años el dolor de la desgracia y por todos nuestros hijos, que siguen estando en buena medida en manos de un Estado negligente, ineficaz y profundamente corrupto.
Miguel Carbonell
La impunidad es la regla
Licenciado en Derecho por la Facultad de Derecho de la UNAM, Doctor en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid, España e..
*Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
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Por Karina R. Casas
Existen dos tipos de distancia: la distancia física y la emocional. La emocional no tiene directamente que ver con la física, podemos sentirnos muy distantes de alguien estando físicamente acompañados por esa misma persona…
Algo de mi propia experiencia: siendo hija de padres cubanos, que huyeron de un régimen comunista, he aprendido que la nostalgia y la distancia van de la mano. En muchos casos nos puede afectar mucho cuando dejamos nuestros seres queridos en otro país, en otra cuidad o incluso cuando nos vamos del barrio donde hemos vivido y compartido por años. Vienen las añoranzas, los recuerdos que muchas veces nos entristecen, es el extrañar ese núcleo familiar, los amigos y los amores de donde hemos venido.
Afortunadamente con la tecnología hoy día y la Internet, nos podemos comunicar con más facilidad con los nuestros. La distancia se nos hace más llevadera, mucho más fácil que antes. Es una bendición que existan las camaritas web, para poder verse, gracias a los múltiples servicios, la mayoría de los cuales son gratis. Podemos intercambiar fotos, escribirnos mensajes por correo electrónico, intercambiar recuerdos con los mensajes de texto que podemos enviarle a nuestros familiares en cualquier parte del mundo. Y las distintas compañías de telefonía celular tienen planes que con una cuota mínima al mes tienen acceso a todos estos servicios que hacen más llevadera la distancia. No siempre fue así. No hace mucho la gente tenía que superar la distancia a secas.
A pesar de todos los adelantos de la tecnología, la distancia sigue siendo algo difícil de manejar. Especialmente para los enamorados que muchas veces por razones de la vida se encuentran lejos. Esa distancia muchas veces se puede convertir en el enemigo número uno de toda pareja a distancia. Pero todo esto se puede superar. Es el saber aceptar la distancia que los separa, es el "poder del querer" trabajar en la relación. Todo con Fe, Esperanza, con Amor… Y, sí se puede!
La distancia nos puede afectar mucho y de muchas maneras, sobre todo si no la sabemos manejar, entender y por último, aceptar.
En la sociedad de hoy, donde todos hemos pasado por momentos muy difíciles, tanto sentimentales, emocionales, mentales, como económicos, el tener a nuestros seres queridos al lado se ha hecho una necesidad, pero no dejemos de pensar y dar gracias a Dios que, mientras exista la esperanza de volvernos a reencontrar, nuestra fuerza interior debe permanecer y seguir tan viva como una llamita de luz que nos impulsa a llegar donde queremos y necesitamos y es el "volver a abrazar y besar a nuestra gente."
Así es que fuerzas, ánimo y pa'lante!
Estoy seguro que muchos recordarán que todos los que alguna vez fuimos estudiantes en Cuba temblábamos de miedo al escuchar esta frase.
Y es que los alumnos de primaria, los estudiantes de secundaria y preuniversitario no teníamos un "Coco", ni un "Hombre del saco-come niños malcriados" a quien tenerle miedo.
Teníamos a los profesores que, ante cualquier travesura o desliz o problema, nos lanzaba a pleno rostro la temida frase: "Te estás buscando una mancha en el expediente".
Y era terrible. Porque, además, alrededor de aquel expediente (Expediente Acumulativo del Escolar) existía toda una mística, un síndrome de secretismo, que resultaba un fantasma omnipresente incluso para los niños que éramos, que pasábamos la mayor parte del tiempo intentando anteponer nuestros juegos al mundo de consignas y responsabilidades educacionales, políticas y sociales que nos imponían, sin tener en cuenta que a esa edad el ser humano lo que desea es dejar que su mente vuele detrás de mundos hermosos de ensoñación y aventuras que nada tienen que ver con supuestos países sitiados por ogros capitalistas.
El expediente estaba ahí, como el ojo del Gran Hermano, velándonos a todos, recordándonos que si resbalábamos nos íbamos a embarrar con una mancha en sus páginas que arrastraríamos para la eternidad.

Porque eso era parte del mito:
primero, el expediente era inaccesible. Es decir, era nuestro, en él otros recogían cada paso en nuestras vidas, pero jamás podíamos tenerlo en nuestras manos (excepto si cambiábamos de escuela y, en esos casos, nos lo entregaban con un sello de seguridad que sólo podría abrir el responsable de recibirnos en la otra escuela). E incluso recuerdo que en mi infancia alguien comentaba que se guardaban dentro de una inmensa caja fuerte en la oficina del director (luego supe que aquello era falso porque, como mi madre era maestra) pude entrar con ella al sitio donde, apilados sobre dos mesas, evidentemente desordenados y abandonados allí hasta la hora de la evaluación, estaban los expedientes de las pocas aulas de mi escuela en el Poblado Antonio Maceo, en Holguín);
segundo, lo que se escribía en las páginas de aquellos cuadernos llamados expedientes era absolutamente "Top Secret" y los "dueños" jamás teníamos idea de qué se había escrito allí aunque lo imaginábamos porque, siempre, los maestros y profesores nos recordaban, una y otra vez, que todo, TODO, TO-DO lo que hiciéramos iba al expediente, con lo cual, por ejemplo, al zurdo Manolo, que acostumbraba a tirarse pedos en cualquier momento le asegurábamos que allí, en su expediente, hasta sus nietos podrían leer lindezas como esta: "El día 13 de…, a las 7:45 am, se tiró un gas en la fila del matutino, provocando un desorden contrarrevolucionario cuando sus compañeritos quisieron huir del hedor, apartándose subrepticiamente del culpable";
y tercero, la escritura en el expediente era hasta la muerte.
Los más optimistas aseguraban que cuando se llegaba a la Universidad, una comisión revisaba el expediente y, si todo lo que en sus páginas se había escrito era bueno, entonces se procedía a destruirlo, para empezarte uno nuevo, donde se consignaría que durante tus tiempos de alumno fuiste un buen revolucionario, pero si tenías alguna de aquellas temidas "manchas", se trasladaba ese "error" al próximo expediente (el Universitario o el Laboral, según fuera el caso).
Lo cierto es que, perdidos en nuestros juegos, en las diabluras típicas de los niños, en la persecución de los sueños (cosa tan normal en esas edades), encandilados por los primeros "amores bobos", caíamos en pequeñas indisciplinas e, inmediatamente, alguien se encargaba de que escucháramos la voz siniestra de nuestro "Hombre del saco-come niños malcriados": "Te voy a poner una mancha en el expediente"… y así volvíamos al redil, tranquilos, como ovejas mansas, tristes y aterrorizadas.
"¿Quieres que nos pongan una mancha en el expediente?", decía Tatai, un querido amigo de mi infancia, cuando le proponía, por ejemplo, fingir un dolor de estómago para irnos a bañar al río a la hora en que el sol da sobre la piedra donde nos gustaba acostarnos a los muchachos del barrio después de los chapuzones.
"Si te ponen una mancha en el expediente por desaprobar por pasarte el día con la cabeza en las nubes, no te vas a ir de vacaciones", decía mi madre y me hacía temblar aún más pensando que, si eso sucedía, no podría irme a Guantánamo, a la inmensa casa de mis abuelos, mi castillo soñado.
"Como llegues tarde otra vez a la marcha hacia la laguna para echarle flores a Camilo, ni el médico chino te va a quitar la mancha en el expediente", me dijo una de las maestras (de quien más feos recuerdos tengo porque era la única que nos trataba como a soldados) aquella tarde en que, un domingo, de camino a la escuela para echarle flores al Comandante Camilo Cienfuegos, me encontré con un nido de gallinuelas y me entretuve contando los huevos y pensando que compartiría el secreto con Bernardo y Betty, mis inseparables amigos de ese momento, para así ver, juntos, el nacimiento de los polluelos.
La mancha, en simples palabras, una anotación crítica sobre algo que supuestamente habíamos hecho mal, gravitaba sobre todos. Era un modo jodidamente terrible y venenoso de hacernos sentir impotentes ante ese poder que, aún sin saberlo entonces, quería controlar (y controlaba) cada uno de los segundos de nuestras vidas.
Hoy todavía lo recuerdo y siento un leve estremecimiento de miedo… y rabia… ¿cuántos sueños perdimos en nuestra niñez por culpa de aquel "te vas a ganar una mancha en el expediente" con el que maniataron nuestra infancia?
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Publicado por Amir Valle | Publicado en Política cubana | Publicado el 25-05-2011
Entrada al Museo Memorial Hohenschönhause (antigua Prisión Central de la Stasi) en Berlín.
PRIMERA PARTE
Image via Wikipedia
Hace unos años supe que existía la Stasi. Que controlaba la vida pública y hasta las más íntimas angustias de los alemanes que tuvieron la mala suerte de caer de ese lado del Muro donde los rusos establecieron, con sus botas militares, el socialismo "a la soviética" (es decir, fascismo con otro nombre, según la historia se encargó de enseñarnos). Y aunque lo suponíamos porque Cuba y los antiguos países socialistas éramos "hermanos" y todo entre nuestros gobiernos, como en las mejores familias, estaba muy bien "conectado", "pactado", jamás se nos dijo que si se miraban bien a la Stasi alemana, la KGB soviética, la StB checoslovaca, la SB polaca, la ÁVH húngara, y la DSE (Departamento de Seguridad del Estado) cubana, entre otras, podrían ser consideradas hermanas gemelas: además de sus métodos comunes para controlar a los ciudadanos "descarriados" (es decir, aquellos que querían pensar distinto a lo que disponía el gobierno imperante), se protegían, colaboraban secretamente y compartían sus padecimientos y sus más sucias intimidades… como los gemelos.
Siempre he dicho que Dios ha querido que yo esté, o caiga, o pase por lugares que me permiten saciar esa curiosidad que desde niño me persigue. Pero si hace unos años alguien me hubiera dicho que yo iba a estar, como Escritor Residente Invitado, en lo que fuera la prisión central de la Stasi en Alemania, seguramente no le habría creído.
Y es que caminar por lugares donde el horror dejó de ser El Horror para convertirse en Lo Cotidiano, es una experiencia que te deja muchas marcas. Sobre todo si allí, en ese sótano oscuro que llamaban "El Submarino", escuchas la historia vivida por alemanes que estuvieron prisioneros allí. Sobre todo si te ves de cara con el cinismo fascistoide con el que un sistema que se decía humano trataba a sus ciudadanos peor que a la más asqueante, rastrera y peligrosa de las bestias. Sobre todo si ante los ojos ves caras que durante años, en tu país (Cuba, en mi caso) nos presentaron como semidioses del parnaso socialista y descubres que fueron ellos quienes autorizaron actos tan inhumanos como los que perpetraron los nazis contra la humanidad.
Es triste oler la podredumbre moral de un sistema que en teoría es hermoso, solidario, humanista, pero en la práctica fue (y por desgracia aún es en algunos pocos países) un antro manipulador de las esperanzas y los sueños humanos.
Pero más triste es saber que mi país, ese país tan amado por muchos de los que leen este escrito, sigue practicando ese horror que ha dejado de ser El Horror para convertirse en Lo Cotidiano.
En esta serie de anécdotas-reflexiones quiero referirme a esas cosas que he descubierto allí, en el Memorial Museo Hohenschönhause (Prisión de la Stasi), sobre ese pasado tenebroso del socialismo alemán que es hoy el presente de Cuba.
MEMORIAS DEL HORROR
Publicado por Amir Valle | Publicado en Política cubana | Publicado el 30-05-2011
Vista de las celdas en "El Submarino", desde uno de sus pasillos subterráneos.
LA OSCURIDAD… EL TERROR… LA NADA
La especie humana es la alimaña más peligrosa que ha pisado esta tierra. Eso pienso. Y muchas imagino que Dios esté molesto conmigo por pensar tan mal de la criatura que, según dice la Biblia, Él creó a su imagen y semejanza. Pero mientras más camino por este corto sendero que es la vida, más razones tengo para repetirme que el ser humano es el ser más cruel, el más irracional, y el más imperfecto de toda la creación, haya sido hecha por ese Dios en el que creo o por ese gran estallido que, dicen los científicos, dio origen a la vida millones de años atrás.
Y el ser humano cuando alcanza el poder es aún peor. Y cuando tiene que defender una idea que se opone a la idea de algún de su especie, desciende esos escalones que, también dicen los científicos, nos separan de la irracionalidad animal, para convertirse en la más ciega, rabiosa e inhumana de las bestias.
Eso pienso cada día, siempre que bajo los pequeños escalones que me conducen hacia esa aberración que "los dignos defensores del socialismo alemán" llamaban "El Submarino", en el Museo Memorial Hohenschönhausen, antigua prisión central de la Stasi. Y vienen a mi mente escenas dantescas del horror que escuché alguna vez, en Cuba, en boca de amigos como Manuel Vázquez Portal, Raúl Rivero y Ángel Santiesteban, escritores los tres, encerrados los tres simplemente por pensar que existe una salida distinta para Cuba hacia esa prosperidad y ese país mejor y más digno que llevamos ya más de 50 años esperando sin que se vea ni un atisbo de luz al final del túnel.
Estuve apenas un minuto sentado en una de las celdas de castigo de "los heoricos y humanísimos defensores del socialismo alemán", y me bastó para salir de allí aterrado sólo de pensar que la gruesa puerta de hierro se cerrara de golpe. Dentro, sólo oscuridad, total oscuridad y un cubo para los excrementos. La oscuridad… el terror… la nada… llegan a ser una misma cosa cuando estás dentro y, como me dijo Manuel Vázquez Portal una tarde del 2005, allá en mi casa de La Habana: "conoces lo que es el verdadero significado de las palabras insignificancia e impotencia", palabras que, lo confieso, me parecieron simplemente una pequeña descarga filosófica del gran poeta que es mi amigo Vázquez Portal, porque cuando uno padece en carne propia el dolor las palabras de dolor, de sensación de miedo, de horror, son simplemente eso: palabras, aunque vengan cargadas de ese dolor, ese miedo, ese horror.
Lo curioso es que esas palabras de Vázquez Portal; y las otras que me dijo Raúl Rivero: "te acostumbras a la idea de que la cárcel es parte de tu cotidianidad, un espacio que debes visitar como si fueras a un santuario, a expurgar las supuestas culpas que otros lanzan sobre ti", y las que pronunció Ángel Santiesteban, bajando la cabeza, estremecido: "la impotencia es lo peor, hermano, saber que sólo tienes tu cuerpo, tu propia carne, y ni siquiera puedes decir que eres el dueño de tu carne"… esas palabras, y otras que he escuchado a la periodista Tania Quintero, al traductor Jorge Pomar y a tantos otros amigos, se amalgaman ante mis ojos cada vez que entro a esas celdas, como si el horror fuera un territorio omnipresente, con invisibles hilos como vasos comunicantes. Y todavía más escucho esas palabras, las veo danzar incómodas un baile de guerra contra el pasado y perdón para el futuro, cuando leo en un escrito de uno de esos "aguerridos defensores del socialismo humanista alemán":
"llevar a cada prisionero al punto más bajo de su autoestima",
o en un programa de entrenamiento para los psicólogos que interrogaban a los prisioneros:
"para lograr la confesión o la delación es necesario empujar al interrogado hacia la conciencia de que su existencia está supeditada a nuestros deseos",
o en el informe de un interrogador:
"la inestabilidad psíquica es evidente. Se procede así a desequilibrar a la interrogada con el método recomendado por el médico que atiende su estado de gestación: el compañero X procede a intimidarla con la posibilidad de que el Estado Alemán considere que ella no podrá transmitir una correcta formación ideológica a la niña por nacer, en tanto yo, en mi carácter de interrogador principal, asumo el rol de consejero amistoso que se preocupa porque ella pueda conservar el bebé que, según parte médico que adjunto a este informe, debe nacer en dos semanas".
Psicólogos que interrogan empujando hacia la indefensión total del ser humano. Médicos que colaboran con los interrogadores para encontrar los "puntos flacos" del interrogado. Instructores que se encargan de que el prisionero no duerma para facilitar la labor de los interrogadores. Dietistas que estudian (y practican en los prisioneros) cómo debilitar al cuerpo humano para destruir hasta la más mínima de las resistencias. Científicos que experimentan en las comidas y las atmósferas cerradas de las celdas para que los prisioneros más rebeldes, catalogados como "no reciclables", enfermen de cánceres raros que los irán convirtiendo en muertos vivos hasta eliminarlos, sin dejar otro rastro científico del asesinato que no sea la sospecha del crimen.
Eso he visto. Y me aterra saber que ahora mismo, mientras escribo estas letras en la tranquilidad de mi apartamento, en una soleada mañana berlinesa, algún cubano, allá, en alguna celda de Villa Marista estará conociendo lo que es la impotencia mientras afuera otro cubano disfruta sabiéndose dueño del poder de humillar a ese "peligroso enemigo" que ha decidido, simplemente, pensar distinto al resto de la dócil manada.
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Lic. Veizant Boloy
Ante la desesperación de enmendar decisiones incorrectas acumuladas por el Gobierno Cubano durante más de 50 años, se brindan soluciones arbitrarias o mal razonadas que contribuyen a la incertidumbre jurídica.
Si bien es cierto que las nuevas disposiciones que regulan el cuentapropismo, en aras de fomentar empleo, son una vía de escape para muchos cubanos, estas regulaciones tienen que estar en correspondencia con la legislación penal vigente.
Me refiero al cuentapropista que vende variados productos en mesas, catres, o simplemente sobre una tela en el piso, careciendo de elementales condiciones higiénicas, de un espacio donde sea agradable adquirir los productos o al menos una pizca de creatividad; ofertando por otra parte, artículos a más del doble de su costo original, que son adquiridos en Tiendas Recaudadoras de Divisa o provenientes de personas que viajan al exterior.
En este sentido es válido recalcar que el Código Penal sanciona en su artículo 230, al que adquiera mercancías u otros objetos con el propósito de revenderlos para obtener lucro o ganancia, o retenga en su poder o transporte mercancías, o productos en cantidades evidente e injustificadamente superiores a las requeridas para sus necesidades normales.
Lo anterior es precisamente lo que hacen estos revendedores con licencia, acaparan los productos, fundamentalmente cuando hay rebajas, para dedicarse luego a la reventa, siendo imposible para la población adquirirlos en la tienda, por lo que se ven forzados a recurrir posteriormente a estos "autorizados", que se enriquecen fácil e inescrupulosamente.
¿Acaso esta actividad por cuenta propia amerita nuevas consideraciones en torno al delito Especulación y Acaparamiento que previó el legislador?, ¿el hecho de tener una licencia otorgada por el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social ampara al ciudadano para incurrir en este delito?
Una solución pudiera ser que almacenes al por mayor vendiesen a los cuentapropistas como en casi todo el mundo y entonces las cosas estarían dentro del cauce normal de esa actividad.
Cuando cambia el escenario económico de un país, este debe estar aparejado a lo legislado o de lo contrario realizar las modificaciones necesarias
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