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martes, 22 de diciembre de 2015

Conozca el Helicoide. La carcel más humana de #Venezuela #DDHH Donde no alumbra el sol

En las entrañas del Helicoide



EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO



En las entrañas del Helicoide

elhelicoide










El
Helicoide vigila la ciudad desde el centro de la capital. En su
interior, presos esperan bajo luces fluorescentes desde audiencias
atrasadas hasta largas condenas


La rampa que envuelve la imponente
pirámide de concreto de 77 mil metros cuadrados de construcción lleva a
una pequeña puerta lateral para acceder a la cárcel. Cuando una persona
pasa por el umbral, le revisan sus pertenencias: a menudo son bolsas de
comida, repletas de la escasa harina P.A.N., frutas y vegetales para los
reos.

Es que la mole de Roca Tarpeya no fue diseñado para instalar
policías, una cárcel, una sede temporal de la Universidad Nacional
Experimental de la Seguridad (UNES) o un colegio preescolar
.
Estaba pensado para ser un centro comercial y de convenciones que
incluía locales, áreas de exposiciones, oficinas, un hotel cinco
estrellas, un club, una central de televisión y un parque infantil,
según la página web de uno de los arquitectos del recinto, el alemán Dirk Bornhorst.

La Mesa de la Unidad Democrática (MUD) prometió que una
de las primeras medidas como fuerza mayoritaria en la Asamblea Nacional
será redactar y aprobar una Ley de Amnistía para los “presos políticos”
que
enumera la organización humanitaria Foro Penal Venezolano (FPV). Cinco
funcionarios de la Policía Metropolitana, un vigilante, un astrólogo,
una cosmetóloga, tres tuiteros, un ex candidato a la presidencia y tres
estudiantes, han estado recluidos en los estrechos e improvisados
calabozos en esta cárcel, donde la luz y el aire escasean.

Luego de la victoria opositora, presos y familiares denuncian un
deterioro en las condiciones de vida de los recluidos. La corta
celebración de los “presos políticos” habría venido seguida casi de
inmediato por un “aplique” por parte de sus custodios. Aseguran que les
cortaron el agua para asearse y para limpiar sus espacios, y prenden
pocas horas al día la planta que genera electricidad. Sin luz, no hay
aire acondicionado.

Calabozos improvisados

La infraestructura de concreto alberga a un tercio de los presos
políticos que inventaría el FPV. El más reciente es el ex gobernador del
estado Zulia y ex candidato presidencial, Manuel Rosales. Ocupa una
celda desde el 15 de octubre de 2015, luego de exiliarse tras su
imputación por presunta corrupción, y de una promocionada llegada al
país.

Un funcionario, que prefirió mantenerse en el anonimato, aseguró que
el recinto aloja aproximadamente 200 reos, entre delincuentes comunes y
prisioneros de gran interés para el gobierno venezolano. Cuando él se
graduó en 2011 en la UNES, El Helicoide solo tenía diez presos.

El número creció de forma considerable luego de las protestas de
2014. A partir de ese momento, la construcción se llenó de jóvenes, y
habitaciones que deberían contener seis personas fueron ocupadas por más
del doble de su capacidad. “El espacio de cada uno es sagrado”, explicó
uno de los reclusos.

“Muchas veces no caminamos ni nos movemos porque el piso está cubierto por colchonetas donde otros descansan”,
agregó el hombre. No siempre les dan suficiente alimento a todos,
comentó, pero la mayoría prefiere comer lo que le traen sus familiares
porque dicen que se enferman si ingieren muy seguido lo que les ofrecen
los funcionarios.

Las visitas

Permiten visitas los jueves y los domingos. Una
larga cola, de familiares y amigos de los reclusos se alarga bajo el sol
de las 11 de la mañana de un jueves. Allí se confunden con padres y
representantes que buscan a los alumnos de la Unidad Educativa Alí
Primera, que también conviven dentro de los espacios del Helicoide.

helicoide6

A las 11:30 a.m. permiten la entrada. Un funcionario pide la cédula
del primero y de ahí en adelante la fila se acorta poco a poco. Los que aparecen en el “registro”, una lista computarizada que los autorizados a visitar, entran. Los domingos son menos estrictos con el paso de los visitantes, aclaró uno de los que esperaban.

Un agente, que también pidió mantenerse el anonimato, comentó que no
estaban permitiendo añadir más personas al “registro” desde hacía varias
semanas porque descubrieron teléfonos celulares en algunas celdas y decidieron castigarlos. Este tipo de “pequeñas venganzas” son normales, relató uno de los reclusos.

El camino lleva a un toldo donde los visitantes depositan sus
documentos personales en una cajita. Cada cédula de identidad espera a
su dueño al salir. Dos funcionarios controlan el paso y cuidan que solo
los anunciados con el walkie talkie accedan a la prisión.

Son recibidos por cinco guardias vestidos con jeans y franelas
blancas. Dejan sus pertenencias en casilleros de madera falsa y débiles
candados. A las mujeres las revisan hasta por debajo de los aros del sostén, y a los hombres les palpan la entrepierna.
Un detector de metales los separa de las salas de visita. A partir de
allí, un corredor permite el acceso a las salas de visitas de las áreas
Preventiva, 1, 2 y 3 o a la de Control.

A la izquierda

Lo visitantes esperan en un espacio que huele a cloro a que los
guardias busquen a los presos de las áreas Preventiva 1, 2 y 3 en sus
celdas. A medida que se llena, el aroma de comida preparada en casa
reemplaza el hedor.

El espacio está dividido por una pared. Un ventanal deja pasar poca luz natural. Los prisioneros tienen un “bronceado” amarillento, producto de “bombillos ahorradores”.
Sólo ven el sol cuando los trasladan al Palacio de Justicia, porque no
cuentan con un patio exterior. Las excursiones a los tribunales suceden
cada uno o dos meses.

Ambos salones contienen muebles disparejos y despellejados, mesas de
varios tamaños y sillas para niños, de plástico y madera. En esta sala,
pocos voltean a ver a los que entran. “Cada quien, en lo suyo”, comentó
otro recluso que también prefirió reservar su nombre. Los grupos sólo se juntan cuando alguien cumple años.

Las parejas se toman de las manos y sus madres sirven el almuerzo. “No tenemos contacto con las mujeres y estamos aquí con puros tipos”,
cuenta un prisionero mientras escanea la sala. “Yo estoy preso. Tu
puedes ver el sol, ir a un centro comercial, hablar con la gente. Yo veo
el mismo sitio todo el día”, comenta.

A la derecha

Celdas con rejas blancas flanquean el largo pasillo que lleva a la
sala de visitas del área Control, donde mantienen a los más
“peligrosos”. Aunque la iluminación es pobre, se observan sábanas sobre
colchonetas en el piso de los calabozos y televisores de antigua
generación.

El corredor acaba en otra reja blanca. La puerta al final delimita la zona formal de visitas.
Un vidrio delatado por huellas dactilares permite ver hacia adentro.
Las voces y el crujir de las bolsas de plástico colman la sala. Más de
25 mesas saturan el recinto con, al menos, cinco personas en cada una.

Pocas veces los guardias se asoman por la ventanilla y menos veces
entran a la sala, pero cámaras de vigilancia los custodian desde las
esquinas. La mayoría las evita con la vista. “Todos sabemos dónde está
cada una aunque estén escondidas”, señaló uno de los reos.

El espacio y el estado del sitio demuestran que un sitio de reclusión
transitorio y un colegio no formaban parte de las pretensiones del
antiguo diseño ideado durante la última dictadura militar de Venezuela.
La infraestructura no solo es impropia para albergar a tantas personas,
sino que también aloja presos políticos junto a delincuentes comunes por
ser sede de un organismo de inteligencia. La estancia de los presidiarios debería ser temporal, pero hasta la fecha, nueve llevan más de 11 años en la sede del Sebin.

En comparación con los demás penales que albergan a los más de “55 mil privados de libertad”, según el primer informe semestral de 2014 del Observatorio Venezolano de Prisiones, El Helicoide
es un establecimiento “cinco estrellas”. No como el hotel que
planificaron los arquitectos en su maqueta exhibida en el Museo de Arte
Moderna (MoMA) de Nueva York, pero sí infinitamente más cómodo que los
demás centros de reclusión del país.

La mayoría de los reclusos tienen una colchoneta con sábanas sobre la
cual pueden descansar y ver televisión. No obstante, uno de los
prisioneros, que también prefirió el anonimato por temor a represalias,
aseguró : “Aunque tengamos televisión y nos pueden visitar nuestros familiares, no te confundas, esto no es vida”.

A las 3 pm, hora en la que se vacía la sala de visitas, solo quedan
basureros rebosantes de los desperdicios del almuerzo. Para los reos es
la vuelta a su celda, a su vida en la mole de concreto, otrora símbolo
de la modernidad de la sociedad venezolana.
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