por Esteban Fernández
Aquí en el destierro a todo le agregamos la palabra CUBANO: la música cubana, el chiste cubano, el acto cubano, el médico cubano, el abogado cubano, las costumbres cubanas, los recuerdos cubanos, el pasado cubano, el periódico cubano, el yerno cubano, las frutas cubanas, la frita cubana.
Uno de los problemas que tendremos, creo yo, en la Cuba libre del futuro (y supongo que tienen los cubanos que visitan la Isla) entre un millón de problemas verdaderamente serios, es que como en el exilio vivimos rodeados de personas de todas partes del Mundo, nos hemos acostumbrado a ponerle el apellido "cubano" a todas nuestras cosas.
En la Cuba que yo viví ( y en la Cuba del futuro necesariamente) lo nuestro era indiscutiblemente nuestro y no había necesidad de aclaraciones. Aquí en Estados Unidos tenemos que especificar, recalcar y defender lo nuestro, y así y todo, nos lo quieren regatear y quitar.
¿No sería ridículo que en una Cuba libre lleguemos a una cafetería y le digamos al camarero: "Mi socio, por favor sírveme un CAFÉ CUBANO". Y después del café le pidiéramos al mesero: "Y ahora me das un TABACO CUBANO". Posiblemente el tipo se burle de nosotros y nos diga: "No, compadre, le voy a dar un café coreano y un tabaco chino".
Porque la verdad es que aquí nos pasamos la vida diciendo: "Ahora me voy a comer un SÁNDWICH CUBANO. Y eso en Cuba, ayer, hoy y mañana, es y será siempre, simplemente un SÁNDWICH , vaya, sin apellido.
A la primera persona que llegue allí y diga: "Yo quiero un SÁNDWICH CUBANO" todo el mundo se va a reír y pensar: "¿Qué se cree el gringo éste, que le vamos a dar un sándwich polaco, o qué?"...
Hasta risa me da imaginar el papelazo que yo hiciera si llegara en una Cuba libre a mi pueblo y dijera: "Me voy al RESTAURANTE CUBANO de la calle Almohalla". La gente me diría arrastrados de risa: "Ni vayas para allá, muchacho, aquello ahora es un RESTAURANTE FRANCÉS".
Y nos hemos acostumbrado a que cada vez que a un desconocido se le escapa delante de nosotros una de esas malas palabras tan típicas de nuestros compatriotas, aunque estemos de turistas en Roma, le preguntamos "¿Es usted cubano, señor?". A lo mejor en una Cuba libre vemos a un grupo de hombres tocando las tumbadoras y sonriente le preguntamos: "¿Ustedes, por casualidad, son cubanos?" Y a lo mejor nos dan un sopapo creyendo que nos estamos burlando de ellos queriendo decir que "son haitianos, o nigerianos, o congoleses".
¿A usted no lo llaman por teléfono sus amigos cubanos (vamos, y ya sin darme cuenta le puse el apellido "cubanos" a los amigos y ¡allá en Cuba todos los amigos son cubanos!) y le dicen: "Oye, pon la televisión que están hablando de Cuba, están poniendo un PROGRAMA CUBANO". Y ya nos hemos acostumbrado completamente a eso. Y desde luego, hacer eso en la Cuba del futuro sería hacer el ridículo, pero estoy seguro que nos va a pasar.
Por lo menos en los tres primeros meses cada vez que alguno de nosotros encienda la televisión y vea que están hablando de "cosas de Cuba" (sin percatarnos que allí TODO LO QUE SE HABLE Y SE ESCUCHE en la televisión son y serán COSAS CUBANAS) vamos a llamar a alguien y decirle "¡Pon, pon C.M.Q. que están diciendo algo de Cuba". Y la gente nos contestará: "Está bien, chico, por favor, cuando pongan algo japonés llámame de nuevo"...
En Miami yo he visto a un hombre vendiendo mamoncillos por la calle, le he dicho a mi amigo Milton Sorí: "¿Esos mamoncillos son traídos de Cuba, son MAMONCILLOS CUBANOS? chico, para el carro que voy a comprar un montón". Imagínese usted que en una Cuba libre, en pleno Cienfuegos, visitando a Ibis, yo pare a un vendedor ambulante y le pregunte: "Señor, ¿esos mamoncillos son CUBANOS?" El tipo me responderá: "¡No, Mister, esos mamoncillos son importados de Suiza!"..
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