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La “Pegatina” de los Segurosos
30 Noviembre, 2010 por ajudicuba
Wilfredo Vallín Almeida
¿Qué sucedió el viernes 22 de noviembre en Neptuno 1055?
Íbamos a un conversatorio en una casa de la calle Neptuno, muy cerca de la vivienda de esa asombrosa mujer de esta época que se llama Laura Pollán. Se iban a reunir varias personas que querían conocer sobre el tema de los pactos firmados por el entonces canciller Felipe Pérez Roque en Nueva York el 28 de febrero de 2008.
Alerté a Esperanza, mi esposa y también letrada, en cuanto a que miembros de la Seguridad Estatal podían estar esperando nuestra salida para impedirnos acudir al conversatorio. Me equivoqué en parte: estaban afuera pero sólo querían que lo notáramos.
A una cuadra de la casa en cuestión fuimos interceptados por dos personas que se identificaron como miembros de la Seguridad.
Uno era alto, negro, de edad madura y parecía entender nuestros argumentos. El otro, casi un adolescente, bajito de estatura, blanco; parecía llevar la voz cantante: se mostró soez, prepotente y altanero. Al reclamarles los preceptos legales en que se apoyaba para impedirnos el acceso a aquella casa, nos espetó la siguiente frase:
–Vallín, tú siempre estás con “la pegatina esa”.
Inicialmente no entendí que quería decirme con eso de “la pegatina”. Me molestó mucho la forma desparpajada con que se dirigió a nosotros, con el comportamiento de quien cree tener a Dios cogido por la barba.
Ya de regreso en mi casa, repasé lo acontecido y cambié mi malestar con el “agentico” en cuestión (y lo llamo así por lo jovencito que me pareció). Y modifiqué mi opinión al recordar aquel pasaje de Orwell en Rebelión en la Granja donde Napoleón buscó y “educó” a quienes mordieran para él y por él. Por eso llegué a la conclusión de que éste muchacho no es culpable de lo ocurrido.
No me extrañaría que fuese un joven de provincias que, al verse caminando en La Habana, sienta estar en la Quinta Avenida de Nueva York, en los Campos Elíseos de París o en la Plaza Wenceslao en Praga y que al ver las viviendas del reparto Kohly crea contemplar el Taj Mahal de la India, amén de confundir la moto suzuki -que le entregan para el servicio- con poseer un BMW del año… en propiedad.
La culpa es de aquellos que un día pretendieron educar a su antojo a las nuevas generaciones de cubanos pero, en la práctica, se han ido quedando cada vez más con lo menos preparado y culto de sus jóvenes y, ante el rechazo de la gran mayoría de ellos a ingresar en los cuerpos policíacos, no han tenido más remedio que buscar para esa tropa a muchos… en lo más marginal de la sociedad.
Así, vemos como estos muchachitos, muchas veces casi niños, no pueden sino repetir frases hechas, incapaces para decir otra cosa, no ya para sostener el menor diálogo razonado o para decir, tan siquiera, un sólo verso de “Los Zapaticos de Rosa”.
Por eso no es extraño que en nuestro camino hacia el reconocimiento de los derechos inalienables del hombre, tengamos que chocar con estos personajes que debieran cultivarse mejor antes de hablar a ciudadanos que por edad y formación pudieran ser sus maestros en hábitos éticos, lenguaje correcto y trato adecuado.
Ellos son “el hombre nuevo” resultante de un proyecto de ingeniera social cuyos resultados son ostensibles a nuestro alrededor; grotesco, absurdo y absolutamente fracasado… para suerte de todos los cubanos.