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lunes, 10 de junio de 2013

Negligencia criminal | Cubanet

Negligencia criminal | Cubanet

EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO

Negligencia criminal

| Por Alberto Méndez Castelló



PUERTO PADRE, Cuba, junio, www.cubanet.org – La muerte de una niña de ocho años de edad, ocurrida en Puerto Padre, el pasado día primero de mayo, quizás sea causa de negligencia criminal, por el deficiente sistema de recogida de basura de esta ciudad. Contra todas las reglas, y con la connivencia de las autoridades, los desechos estaban siendo vertidos en lugares poblados.
Aunque aún no existe un informe forense, pues, según dijeron a la madre, la investigación de anatomía patológica no ha concluido, fuentes fidedignas aseguraron a este corresponsal que la muerte de la niña se produjo por una estafilococia pulmonar.
Como se sabe, los estafilococos son microbios redondeados, en forma de racimos, que, entre otras epidemias, producen el ántrax o carbunco, enfermedad contagiosa común en el hombre y en los animales, que a veces ocasiona la muerte, por infección generalizada de la sangre.
Cuando en el campo muere un animal, por carbunco, es prescripción veterinaria indeclinable incinerar los restos en un lugar alejado de la granja, eliminando toda fuente o agente de contaminación. La mosca carbuncosa resulta un peligroso trasmisor de la enfermedad.
En el anexo de la Resolución conjunta 2/96, del Ministerio de Salud Pública con el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, aparece el listado de las enfermedades profesionales previstas. En el inciso 27 aparece el carbunco o ántrax como enfermedad profesional. Textualmente expresa: “El riesgo de contraer esta enfermedad está presente en los trabajos u ocupaciones donde se manipulen despojos de animales y en la carga, descarga y transporte de los mismos, así como todo trabajo y ocupación que se exponga a estas condiciones.”
Resulta entonces comprensible el riesgo que corría la fallecida y sus vecinos, teniendo un vertedero a las puertas de sus casas. Además, por carecer de medios de trabajo idóneos, todos los carretoneros que manipulan la basura de esta ciudad también corren peligro de contraer carbunco o ántrax.
Paradójicamente, no fue este riesgo, sino el exceso de sus áreas de recorrido, lo que llevó a los carretoneros a negarse a continuar trabajando. Durante muchos días, los sacos de inmundicias se acumularon en las calles, frente a las casas, multiplicando los peligros de contagio.
Tras el fallecimiento de la niña, que cursaba el tercer grado en la escuela primaria Josefa Agüero, las autoridades sanitarias decidieron clausurar el basurero, situado en el barrio donde en otro tiempo estuvo instalada la Sociedad Patriótica Militar, por lo que el lugar es conocido por las siglas de esa institución, SEPMI.
¿Es correcta la decisión de eliminar el vertedero de la SEPMI? Por supuesto que sí, pues miles de personas estaban en peligro de contraer enfermedades. Pero… ¿qué decir del basurero en que se ha convertido toda la ciudad de Puerto Padre?
Junto al Mercado Agropecuario, donde acuden las más encumbradas autoridades gubernamentales y políticas del municipio y de la provincia, para comprobar el abasto de alimentos del campo a la ciudad, crece un gran basurero. No resultaría raro encontrar vestigios de carbunco en las entrañas de los animales que se arrojan allí, a las puertas del fondo del mercado. Pero hacia este lugar no dirigen sus miradas las autoridades.
Desde esta página, a fines de agosto del pasado año, publicamos un artículo titulado Ciudades-Establos, con el que alertamos: “Es verdad: existe indolencia ciudadana y proliferan los basureros en plena calle a las puertas de las casas. Pero también es cierto: el gobierno mantiene un deficiente sistema de recogida de basura y ejercita un pésimo control sobre tan importante tarea.”
En vez de atender nuestra alerta, días después, el 12 de septiembre, me metieron preso. Durante dos días, me mantuvieron en un calabozo para advertirme que si continuaba con denuncias periodísticas, me esperaban largos años de cárcel.
Ahora murió una niña de ocho años. Quizás no fue víctima del carbunco. Bien pudo morir de cualquier otra enfermedad infecciosa propia de las ciudades-establos. De cualquier forma, concluyo este artículo con las mismas palabras que el anterior, no caben otras: “Raro sería que los arquitectos de las ciudades-establos admitan que en ellas las gentes contraen epidemias. Sabido es que aún no se ha descubierto una vacuna contra la hipocresía.”

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