Reproducir la exclusión
| Ciudad de México | 17 de Abril de 2017URL: http://www.diariodecuba.
Desde hace años eso que llaman "sociedad civil" entró en mi vida. En una temprana combinación de activismo comunitario y vinculación con las escasas ONG que trabajan en Cuba. Luego, participando en movimientos y organizaciones sociales latinoamericanos que defienden la economía solidaria, el medio ambiente y los derechos humanos. Así que, como activista y analista, algo puedo decir sobre el tema.
Autonomía respecto al Estado, vocación de incidencia y diversidad ideológica y temática son atributos que caracterizan a cualquier sociedad civil activa. Los estudiosos más avanzados del Norte y el Sur globales —J. Cohen, N. Fraser, P. Chaterjee o M.Svampa— reconocen, desde sus diferencias, que la pluralidad de voces y agendas y el carácter reivindicativo, público y político de su accionar distinguen a la organización y movilización de los de abajo respecto a las formas de administración de lo social. La caridad, el asistencialismo y la subsidariedad existen en toda sociedad. Pero tienen poco que ver con una lógica de movimientos y derechos. Tampoco el establecimiento de aduanas que separan, dentro de una misma causa, a actores cuyas luchas, discursos y propuestas tienen puntos en común.
Digo esto porque me parece extraña —y errada— la decisión de un grupo de destacados activistas y académicos de la causa racial cubana de excluir de un foro en EEUU a sus pares opositores. Argumentando que fue una "decisión consensuada" pues estos "no consideran la lucha contra la discriminación racial como su principal objetivo".
No es teórica y cívicamente congruente reivindicar unas articulaciones —raza y género, género y pobreza— y luego excluir a alguien por su defensa de otra agenda (política) a la que, a priori, se le designa como "la principal". Habría que demostrar que el uso de lo racial es meramente instrumental y subordinado a lo político, cuando este se hace presente. En uno y otro caso. ¿Es legítimo acaso excluir a aquellos activistas que, asumiéndose como revolucionarios, hacen un trabajo meritorio en instituciones culturales y comunitarias de la Isla? ¿Debemos ignorar la cruel realidad de las decenas de afrocubanos presos por su activismo político? Me parece, en ambos casos, que no.
Si se revisan los documentos y trabajo de grupos como el Comité de Ciudadanos por la Integración Racial (CCIR), excluido del foro, se aprecia un esfuerzo por visibilizar la discriminación racial como parte de una lógica concreta de poder. Eso mismo —y no una emancipación abstracta— era la apuesta de Paulo Freyre. El uso de instancias internacionales para la difusión, interlocución y denuncia es congruente con la práctica de organizaciones afrodescendientes de las Américas. Y, de paso, una muestra del nexo entre reivindicación racial y uso del derecho aludido en el importante evento.
Los opositores no son, en solitario, "la sociedad civil"; su propuesta tiene tantos valores y déficits como las otras. Pero excluirlos no es la solución y sí parte del problema. Si estos activistas llevan años rechazando el bloqueo de EEUU, así como denunciando la discriminación racial, laboral, carcelaria, de género y no solo la represión política…¿no hallaron los organizadores del evento la posibilidad de discutir con sus pares de estos temas?
Enarbolar las banderas del movimiento, el activismo y la educación popular no es congruente con reproducir lógicas de exclusión estatal; que buscan fragmentar para luego controlar y reprimir con menos costo. He sido organizador y parte en eventos similares, reuniendo actores diversos de la sociedad cubana, y mi experiencia es que la gente tiene mucho más en común que lo que las aduanas ideológicas imponen. Sin diluir nuestras ideas, podemos discutir y dialogar desde el respeto a la diferencia. Cuando eso se frustra pocas veces hay argumentos coherentes: imperan el miedo a que nos asocien con los otros, el cálculo de beneficios y permisos, la presión del poder. Justo lo opuesto al léxico y proyecto de una sociedad civil.
Este artículo apareció originalmente en el diario mexicano La Razón. Se reproduce con autorización del autor.
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