jueves, marzo 13, 2014
Cuando Ramiro Valdés se quedó sin cable
Tania Díaz Castro
Ramiro Valdés, uno de los hombres de confianza de la dictadura
LA HABANA, Cuba, marzo -Tarde me llegó la historia. Ocurrió hace un año.
Es que los habitantes de Santa Fe, comunidad costera del oeste
habanero, donde viven alrededor de 50 mil personas, temen comentar
cualquier cosa sobre Ramiro Valdés Menéndez, “comandante histórico”, a
quien se le atribuye un sinnúmero de fusilamientos a comienzos de la
Revolución Cubana.
En la misma entrada de Santa Fe, en la calle 1ra, está la residencia de
este miembro del Buró Político del único partido que existe legalmente
en Cuba, o por lo menos, ahí se encuentra, oculta entre altos muros que
abarcan más de dos cuadras, para que nada se vea desde fuera. Un búnker
al estilo nazi, pero con salida al mar.
Entre dientes, con mucha cautela, por si llegaba a oídos del Espía de
Artemisa -como muchos lo llaman- o de alguno de sus muchos
guardaespaldas, me contaron la historia.
Una tarde soleada de abril de 2013, varios trabajadores pertenecientes a
Comunales, organismo que se encarga de la limpieza y el chapeo de malas
hierbas en aceras y áreas verdes de la ciudad, realizaban estas labores
en las cercanías del búnker de Ramiro, cuando uno de ellos, sin darse
cuenta, le dio con el machete a un cable oculto entre la maleza.
Continuaron su trabajo, pero al ver que como avispas salían despavoridos
los militares del búnker, en busca del contrarrevolucionario terrorista
que había cortado el cable de Ramiro, se detuvieron sorprendidos. No
sabían qué decir.
En minutos todos fueron detenidos y en el juicio, tres de los que
trabajaban en las afueras del búnker fueron condenados a cinco años de
cárcel, porque como la acción había sido accidental, era imposible saber
quién era el culpable de haber cortado el cable de Ramiro.
Tres hombres humildes que viven en la pobreza, en casas hechas por ellos mismos, con materiales encontrados por los caminos.
Conozco a uno de ellos, Carlos Meriño Martínez, quien arregla mi jardín
desde hace seis años, un ser que apenas habla, honesto y de buen
carácter, que aún se pregunta por qué tiene que cumplir una sanción
judicial, si es inocente.
Dice que en ocasiones ha tenido deseos de hablar con Ramiro, a fin de
cuentas, aunque Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros,
fue un hombre pobre como él, bodeguero según se sabe, allá en Artemisa,
de acercarse a su búnker, de contarle la injusticia que se cometió con
él y con dos de sus compañeros, pero que teme lo vayan a detener sólo
por acercarse a una casa tan misteriosa. Me dice que se siente
humillado, aunque la condena, a pesar de haberse convertido en prisión
sin internamiento, lo obliga a firmar cada mes en la Unidad de la
Policía, como si fuera un delincuente.
Como es un hombre de vida tranquila, junto a su esposa, no le importa
que le prohíban asistir a fiestas o salir de Santa Fe. En definitiva, él
siempre ha ido de su trabajo a su casa. Nunca ha ganado dinero para
fiestas. Pero sí le apena que sus compañeros, más jóvenes que él,
afronten esa situación.
Ha pasado el tiempo pero aún se comenta la historia del cable cortado
por tres infelices jardineros. Como los cubanos vivimos con medio siglo
de atraso y sabemos tan poco de cables y de internet, muchos se
preguntan qué tipo de cable tan importante tenía oculto Ramiro entre la
maleza de la acera de su búnker, si era para la electricidad, la
telegrafía, o la telefonía subterránea o submarina. Hasta algunos
piensan que se trata del mismísimo “cable de fibra óptica que viene de
Venezuela” y por el que Ramiro da instrucciones a los agentes cubanos
allá.
Cuando Ramiro Valdés se quedó sin cable
Tania Díaz Castro
Ramiro Valdés, uno de los hombres de confianza de la dictadura
LA HABANA, Cuba, marzo -Tarde me llegó la historia. Ocurrió hace un año.
Es que los habitantes de Santa Fe, comunidad costera del oeste
habanero, donde viven alrededor de 50 mil personas, temen comentar
cualquier cosa sobre Ramiro Valdés Menéndez, “comandante histórico”, a
quien se le atribuye un sinnúmero de fusilamientos a comienzos de la
Revolución Cubana.
En la misma entrada de Santa Fe, en la calle 1ra, está la residencia de
este miembro del Buró Político del único partido que existe legalmente
en Cuba, o por lo menos, ahí se encuentra, oculta entre altos muros que
abarcan más de dos cuadras, para que nada se vea desde fuera. Un búnker
al estilo nazi, pero con salida al mar.
Entre dientes, con mucha cautela, por si llegaba a oídos del Espía de
Artemisa -como muchos lo llaman- o de alguno de sus muchos
guardaespaldas, me contaron la historia.
Una tarde soleada de abril de 2013, varios trabajadores pertenecientes a
Comunales, organismo que se encarga de la limpieza y el chapeo de malas
hierbas en aceras y áreas verdes de la ciudad, realizaban estas labores
en las cercanías del búnker de Ramiro, cuando uno de ellos, sin darse
cuenta, le dio con el machete a un cable oculto entre la maleza.
Continuaron su trabajo, pero al ver que como avispas salían despavoridos
los militares del búnker, en busca del contrarrevolucionario terrorista
que había cortado el cable de Ramiro, se detuvieron sorprendidos. No
sabían qué decir.
En minutos todos fueron detenidos y en el juicio, tres de los que
trabajaban en las afueras del búnker fueron condenados a cinco años de
cárcel, porque como la acción había sido accidental, era imposible saber
quién era el culpable de haber cortado el cable de Ramiro.
Tres hombres humildes que viven en la pobreza, en casas hechas por ellos mismos, con materiales encontrados por los caminos.
Conozco a uno de ellos, Carlos Meriño Martínez, quien arregla mi jardín
desde hace seis años, un ser que apenas habla, honesto y de buen
carácter, que aún se pregunta por qué tiene que cumplir una sanción
judicial, si es inocente.
Dice que en ocasiones ha tenido deseos de hablar con Ramiro, a fin de
cuentas, aunque Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros,
fue un hombre pobre como él, bodeguero según se sabe, allá en Artemisa,
de acercarse a su búnker, de contarle la injusticia que se cometió con
él y con dos de sus compañeros, pero que teme lo vayan a detener sólo
por acercarse a una casa tan misteriosa. Me dice que se siente
humillado, aunque la condena, a pesar de haberse convertido en prisión
sin internamiento, lo obliga a firmar cada mes en la Unidad de la
Policía, como si fuera un delincuente.
Como es un hombre de vida tranquila, junto a su esposa, no le importa
que le prohíban asistir a fiestas o salir de Santa Fe. En definitiva, él
siempre ha ido de su trabajo a su casa. Nunca ha ganado dinero para
fiestas. Pero sí le apena que sus compañeros, más jóvenes que él,
afronten esa situación.
Ha pasado el tiempo pero aún se comenta la historia del cable cortado
por tres infelices jardineros. Como los cubanos vivimos con medio siglo
de atraso y sabemos tan poco de cables y de internet, muchos se
preguntan qué tipo de cable tan importante tenía oculto Ramiro entre la
maleza de la acera de su búnker, si era para la electricidad, la
telegrafía, o la telefonía subterránea o submarina. Hasta algunos
piensan que se trata del mismísimo “cable de fibra óptica que viene de
Venezuela” y por el que Ramiro da instrucciones a los agentes cubanos
allá.
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