EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO
La decepcionante declaración ofrecida por Henrique Capriles, legitimando el triunfo del enfermo Hugo Chávez en sus últimas elecciones, usando argumentos fallidos como la aseveración de que había ganado la democracia venezolana, constituyó su araquiri político. Chávez hasta pudo ser el ganador en el conteo de votos, pero no por acogerse a métodos democráticos ni por representar una opción respetuosa del Estado de Derecho y de la institucionalidad del país. De hecho, compró votos con el dinero público, apeló a la intimidación del electorado y dispuso la arbitraria ventaja que le garantizó una presencia en los medios muy superior a su contendiente. Luego, el líder opositor logró resurgir como opción gracias a la repentina muerte del Caudillo de Barinas, pues dejó al bloque opositor sin tiempo para preparar otro candidato que disputara la presidenciales contra Nicolás Maduro. El resultado de ese otro proceso electoral fue un descardo fraude, los chavistas desconocieron por completo la voluntad popular. Maduro asumió el poder teniendo control total de todos los poderes del Estado (legislativo, ejecutivo, judicial, electoral y popular), y manejando a su antojo el Centro Nacional Electoral (CNE) y el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), instancias que supuestamente son las encargadas de darle curso a la impugnación de las elecciones por parte de la oposición. Esta vez Capriles optó por desconocer los resultados de la votación pero erró al decidir su estrategia de respuesta. Las dictaduras no se combaten acudiendo a la "legalidad" que ellos controlan. Ese camino no fue el utilizado por tunecinos, egipcios, libios, yemenitas, checoslovacos, alemanes orientales, rumanos, polacos... para romper sus cadenas y conseguir desbancar a sus regímenes dictatoriales. La fórmula es clara y repetitiva en todos esos ejemplos, se trata de movilizar a amplios sectores sociales para sacarlos a las calles, y ocupar plazas que simbolicen la rebeldía nacional y desde donde se muestre la fuerza vigorosa de los reclamos de cambios. Las dictaduras se desmerengan frente a las plazas Tahrir, Wenceslao, Taksim. La oposición contaba con el deseo de libertad de la mayoría venezolana, con el reconocimiento y la legitimación internacional, además de la oportunidad de que en la nación sudamericana las redes sociales y el Internet pueden funcionar como fuentes movilizativas por no estar aún censurado su uso. Con el paso de los meses y el comportamiento zigzagueante y más que ingenuo de Capriles, que desestimuló la reacción masiva popular permitiéndo que el chavismo se vaya consolidando en el poder, dudo que el pueblo venezolano, la mayoría que ansía libertades y derechos, vuelva a depositarle su confianza y le vuelvan a brindar la oportunidad de ser su presidente. Y no los culparía si terminan desechándolo, pues ha demostrado claramente estar muy por debajo de los retos y exigencias que imponen las circunstancias para salvar a Venezuela de las garras del castrismo.
La decepcionante declaración ofrecida por Henrique Capriles, legitimando el triunfo del enfermo Hugo Chávez en sus últimas elecciones, usando argumentos fallidos como la aseveración de que había ganado la democracia venezolana, constituyó su araquiri político. Chávez hasta pudo ser el ganador en el conteo de votos, pero no por acogerse a métodos democráticos ni por representar una opción respetuosa del Estado de Derecho y de la institucionalidad del país. De hecho, compró votos con el dinero público, apeló a la intimidación del electorado y dispuso la arbitraria ventaja que le garantizó una presencia en los medios muy superior a su contendiente. Luego, el líder opositor logró resurgir como opción gracias a la repentina muerte del Caudillo de Barinas, pues dejó al bloque opositor sin tiempo para preparar otro candidato que disputara la presidenciales contra Nicolás Maduro. El resultado de ese otro proceso electoral fue un descardo fraude, los chavistas desconocieron por completo la voluntad popular. Maduro asumió el poder teniendo control total de todos los poderes del Estado (legislativo, ejecutivo, judicial, electoral y popular), y manejando a su antojo el Centro Nacional Electoral (CNE) y el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), instancias que supuestamente son las encargadas de darle curso a la impugnación de las elecciones por parte de la oposición. Esta vez Capriles optó por desconocer los resultados de la votación pero erró al decidir su estrategia de respuesta. Las dictaduras no se combaten acudiendo a la "legalidad" que ellos controlan. Ese camino no fue el utilizado por tunecinos, egipcios, libios, yemenitas, checoslovacos, alemanes orientales, rumanos, polacos... para romper sus cadenas y conseguir desbancar a sus regímenes dictatoriales. La fórmula es clara y repetitiva en todos esos ejemplos, se trata de movilizar a amplios sectores sociales para sacarlos a las calles, y ocupar plazas que simbolicen la rebeldía nacional y desde donde se muestre la fuerza vigorosa de los reclamos de cambios. Las dictaduras se desmerengan frente a las plazas Tahrir, Wenceslao, Taksim. La oposición contaba con el deseo de libertad de la mayoría venezolana, con el reconocimiento y la legitimación internacional, además de la oportunidad de que en la nación sudamericana las redes sociales y el Internet pueden funcionar como fuentes movilizativas por no estar aún censurado su uso. Con el paso de los meses y el comportamiento zigzagueante y más que ingenuo de Capriles, que desestimuló la reacción masiva popular permitiéndo que el chavismo se vaya consolidando en el poder, dudo que el pueblo venezolano, la mayoría que ansía libertades y derechos, vuelva a depositarle su confianza y le vuelvan a brindar la oportunidad de ser su presidente. Y no los culparía si terminan desechándolo, pues ha demostrado claramente estar muy por debajo de los retos y exigencias que imponen las circunstancias para salvar a Venezuela de las garras del castrismo.
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