EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO
El contraste entre los presidentes sudamericanos, Dilma Rousseff de Brasil y Ollanta Humala de Perú, va más allá del género y puede definirse como curioso. El gobernante peruano es un ex militar que llegó a encabezar una insurreción armada contra el gobierno de Fujimori y además se destacó por su condición de nacionalista furibundo y radical. Y tiene en su pasado el haber sido un ferviente seguidor ideológico del Socialismo del Siglo XXI impulsado por el dictador Hugo Chávez. La mandataria brasileña es una economista de profesión con un pasado de guerrillera durante su juventud, cuando luchó contra la dictadura militar que gobernó su país desde 1964 hasta 1985. Por esas actividades fue encarcelada durante 3 años y sufrió torturas. Al tomar las riendas del poder, Humala se desentendió de los bolivarianos, de su nacionalismo fundamentalista y ha seguido al pie de la letra las políticas liberales heredadas de la gestión de su antecesor Alan García. En esa dirección ha respetado el libre mercado, el derecho de propiedad, las iniciativas privadas y se ha aliado a bloques económicos despojados del componente ideológico como es la Alianza del pacífico. El resultado es que Perú sigue con su paso económico floreciente, prosperando de modo sólido y sostenido. Por su parte, bajo el ala de su mentor ideológico, Lula da Silva, la Rousseff continúa por la senda del proteccionismo de la economía y durante su gestión Brasil está experimentando una contracción preocupante de su crecimiento, además de lidiar con sonados casos de corrupción, donde están implicados funcionarios del gobernante Partido de los Trabajadores. Son tan serios los escándalos de corrupción y el deterioro económico que por estos días el gigante sudamericano vive una serie de multitudinarias manifestaciones populares. En medio de esas circunstancias, el gobierno de Brasil invierte parte de sus energías, junto a sus socios del Mercosur y los aliados del Alba, luchando por el derecho de asilo del filtrador de documentos secretos y ex agente de inteligencia perseguido por los EEUU, Edward Snowden. Nada, que paradójicamente el que parecía que “no” resulta que “sí” y la que aparentaba que “sí” pues resulta que “no”. Así son las sorpresas de la política.
El contraste entre los presidentes sudamericanos, Dilma Rousseff de Brasil y Ollanta Humala de Perú, va más allá del género y puede definirse como curioso. El gobernante peruano es un ex militar que llegó a encabezar una insurreción armada contra el gobierno de Fujimori y además se destacó por su condición de nacionalista furibundo y radical. Y tiene en su pasado el haber sido un ferviente seguidor ideológico del Socialismo del Siglo XXI impulsado por el dictador Hugo Chávez. La mandataria brasileña es una economista de profesión con un pasado de guerrillera durante su juventud, cuando luchó contra la dictadura militar que gobernó su país desde 1964 hasta 1985. Por esas actividades fue encarcelada durante 3 años y sufrió torturas. Al tomar las riendas del poder, Humala se desentendió de los bolivarianos, de su nacionalismo fundamentalista y ha seguido al pie de la letra las políticas liberales heredadas de la gestión de su antecesor Alan García. En esa dirección ha respetado el libre mercado, el derecho de propiedad, las iniciativas privadas y se ha aliado a bloques económicos despojados del componente ideológico como es la Alianza del pacífico. El resultado es que Perú sigue con su paso económico floreciente, prosperando de modo sólido y sostenido. Por su parte, bajo el ala de su mentor ideológico, Lula da Silva, la Rousseff continúa por la senda del proteccionismo de la economía y durante su gestión Brasil está experimentando una contracción preocupante de su crecimiento, además de lidiar con sonados casos de corrupción, donde están implicados funcionarios del gobernante Partido de los Trabajadores. Son tan serios los escándalos de corrupción y el deterioro económico que por estos días el gigante sudamericano vive una serie de multitudinarias manifestaciones populares. En medio de esas circunstancias, el gobierno de Brasil invierte parte de sus energías, junto a sus socios del Mercosur y los aliados del Alba, luchando por el derecho de asilo del filtrador de documentos secretos y ex agente de inteligencia perseguido por los EEUU, Edward Snowden. Nada, que paradójicamente el que parecía que “no” resulta que “sí” y la que aparentaba que “sí” pues resulta que “no”. Así son las sorpresas de la política.
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