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lunes, 2 de enero de 2012

La peregrinación inmóvil

La peregrinación inmóvil

Por Ondina León

Santísima Virgen de la Caridad del Cobre:
Madre, después de haber recorrido más de 28,000 kilómetros de tu isla, por primera vez desde el fatídico año de 1959, y de haber visto los rostros de millones de cubanos, de esos mismos que durante décadas te negaron o te veneraban clandestinamente, no me quiero imaginar lo que estás sintiendo. Debes estar algo más que horrorizada al haber podido comprobar tanta destrucción, ruina y desesperanza después de 53 años de dictadura. La que ayer fue llamada "La Perla de las Antillas" es hoy la pesadilla del Caribe, el paradigma de lo que nunca se deben hacer los pueblos a sí mismos. Ya has podido saber, de primera mano, que la miseria no es sólo material, sino también, y quizás peor, humana. ¿Qué te han pedido tus hijos personalmente? ¿Salud? Tal vez, porque esta es el mayor tesoro que se puede tener. Pero estoy seguro, santísima madre, que también esos rostros desesperados te han pedido que los destierres a otros horizontes más hospitalarios, donde puedan alcanzar con dignidad el pan y la libertad, que no han sabido conquistar en su tierra natal; o que les regales un extranjero para casarse y, por supuesto, huir lejos, lejísimo; o que les acaben de conceder otra ciudadanía que no sea la cubana ―¡la española! ¡cualquiera!― para sentirse ciudadanos de primera y no de séptima, como hasta ahora lo han sido en su propia nación, esa misma que les impide entrar a un hotel, si no eres extranjero, o te condena al hambre, si no tienes dólares; o quizás los más justos y valientes, sotto voce, te hayan pedido que los liberes del castrismo, que ya es demasiado tiempo de lección de vida; que ya el naufragio es tan total que costará siglos sacar la isla a flote, sobre todo su alma lastrada por la desidia, el desapego y el desamor... Mientras, los altos jerarcas de las dictaduras, la castrista y la católica, esta última con el moretón ―en la cara de Cuba― de Jaime Ortiga (con el perdón de la planta), hacen su aquelarre a orillas de la negra bahía de La Habana y te piden que ilumines a "los dirigentes", en especial a su majestad Castro II, para que las "reformas" raulistas sigan en su buen curso y avancen. Dime, santísima virgen, ¿no te has sentido insultada? Porque pedir esto es clamar por la prolongación de la agonía más absurda: es ser un cómplice declarado, convicto y confeso de la más añeja dictadura del Hemisferio Occidental. ¿Cómo pueden estos diablos acercarse a tu divina imagen sin sentir vergüenza por todo el daño que ha hecho y siguen haciendo? ¿Cómo puede el dictador de turno afirmar que recibirá al Papa con "respeto y cariño" si no respeta ni ama a sus propios coterráneos? Si los esbirros del castrismo maltratan a mujeres indefensas, que sólo esgrimen gladiolos pidiendo libertad, ¿cómo pueden hablar de reformas para mejorar al país? La verdadera renovación debería comenzar por el respeto a la libertad de expresión y al pluralismo, por el derecho a ganarnos el pan con decencia. Virgen, ¿y me están pidiendo que me reconcilie? ¿Con quiénes tengo yo que reconciliarme en un acto casi imposible de humildad? ¿Con el chivato de la cuadra? ¿Con el militante del partido que impone las nuevas estrategias para que el régimen sobreviva? ¿Con el artista inmoral que canta en las tribunas castristas y luego dice que no es un político? ¿Con el seguroso de Villa Marista? ¿Con la jinetera cederista? Llevo demasiados años deshojando calendarios y rogándote, madre, para que nos libres de esta pesadilla, pero ahora tendré que rogarte, mañana, tarde y noche, para que me des lucidez y sentido de la justicia para entender con quién me tengo que reconciliar. Y si no es mucho pedir, santa patrona, te pido salud y vida para poder seguir indignándome, en el buen sentido del verbo, por este maridaje entre la iglesia católica y el castrismo que, en una acrobacia más de ignominia, han cerrado filas para seguir esclavizando al pueblo. Cúbreme con tu manto de amor infinito y dame fuerzas para amar a mis semejantes desde mi imperfección y mi desconcierto...
Tu hija contumaz

Publicado por JosEvelio ⁠ ⁠

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