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martes, 14 de marzo de 2017

El inglés acusado en Cuba de espiar para EEUU revela su paso por Villa Marista CubanetCubanet

El inglés acusado en Cuba de espiar para EEUU revela su paso por Villa Marista CubanetCubanet



EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO




El inglés acusado en Cuba de espiar para EEUU revela su paso por Villa Marista

Stephen Purvis publicará su testimonio




Stephen Purvis junto a su esposa (Foto: G. Pugh)
MIAMI, Estados Unidos.- Las vivencias del arquitecto británico
Stephen Purvis, detenido en Villa Marista durante 16 meses acusado de
espiar para EE.UU., han quedado reveladas en un libro que podrá
encargarse desde el próximo 19 de marzo en Mail Book Shop.


“En Villa Marista hay en promedio un intento de suicidio al mes. Dos
de cada tres reclusos se vuelven locos. Regularmente oía a alguien
empezar a gritar, seguido por las botas de los guardias que pasaban
ruidosamente y luego los sonidos de alguna pobre alma siendo arrastrada
al médico para sedación”, rememora Purvis en un artículo aparecido en el
Daily Mail.


El británico llegó a Cuba para trabajar en millonarios proyectos de
campos de golf y terminó siendo acusado de espiar para EE.UU. Así fue
como llegó a Villa Marista, cuartel general del Departamento de
Seguridad del Estado, en 2012.


Su historia ha quedado recogida en el libro Close But No Cigar: A True Story Of Prison Life In Castro’s Cuba, que será lanzado oficialmente el 23 de marzo.


Según detalla el británico, el jefe de su empresa fue detenido
primero, y acusado de revelar secretos de Estado así como de corrupción.
Cinco meses después, un teniente coronel que se hacía llamar Iván, de
la Seguridad del Estado, se presentó a buscarlo en su casa en La Habana.


Purvis estuvo preso en una celda “construida con especificaciones
técnicas de la KGB” y que tuvo que compartir con otras tres personas.
Según el arquitecto, la sala de interrogatorios “tiene una silla de
plástico atornillado al suelo atrás de una simple mesa. El aire
acondicionado está en plena explosión y el contraste con el calor
excesivo de la mazmorra es horrible. Dentro de 30 minutos, el sudor se
ha enfriado y estoy tratando de controlar mis temblores”, describe.


Allí los agentes de la temible Seguridad del Estado le mostraban
fotografías de ciertos individuos, tomadas en Inmigración, y lo acusaban
repetidamente de haberles dado información.


El día a día de Villa Marista queda relatado en el libro del
exprisionero. La jornada comenzaba con el estruendo del himno nacional
en la celda, y la enfermera que traía pastillas a las 6:30 a.m. y a las
7:30 p.m.


“A las 7:00 de la mañana, nos dan un trozo de pan de 50 gramos con
algún tipo de pasta de carne o margarina, a veces con un refresco en
polvo que todos pensamos que tiene bromuro en ella. A las 11:30 am hay
una bandeja de metal con un poco de arroz o frijoles, una sardina de
lata o un pedacito de carne de cerdo con algunos repollos rallados o
vegetales en escabeche. A las 5:30 pm lo mismo de nuevo. A veces nos dan
otro rollo de pan a las 9:00 pm. A partir de las 10:00 de la noche, nos
quedamos a solas con nuestras conciencias, hasta despertarnos
sobresaltadamente a las 6:00 de la mañana”, describe el británico.


“Mis compañeros de celda están todos afligidos con una variedad de enfermedades, reales e imaginarias”, dice Purvis.


Tras permanecer ocho meses en Villa Marista, de allí fue trasladado a una prisión para extranjeros conocida como La Condesa.


“Mis compañeros allí eran en su mayor parte asesinos, traficantes de
drogas o de personas, pederastas, violadores y gángsters. Ah, y otras
cuatro personas como yo, hombres de negocios y extranjeros, que se
mantenían sin cargos formales pendientes de juicio”, dice.


Luego, a medida que pasaba el tiempo las evidencias indicaban que
Purvis “había sido denunciado falsamente por un colega de trabajo” y que
era inocente. Sin embargo, en el juicio lo condenaron a dos años y
medio de prisión por “actividades ilegales”, si bien el fiscal abogó por
una reducción de condena.


“Entonces, 17 días después del juicio, me llevan a la oficina de la
prisión. Sentado en un sofá de vinilo negro veo a una mujer
tremendamente gorda y sudorosa que se presenta como funcionaria de
Justicia y me dice: ‘Quedas libre’. La miro extrañado y le digo: ‘¡Estás
bromeando! ¿Qué clase de libertad? ¿Libertad inglesa o libertad
cubana?’. Me da un papel y firmo”, cuenta Purvis.


El arquitecto regresó a Londres con su familia y ahora trabaja como director de proyecto en Myanmar.



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