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lunes, 10 de octubre de 2016

Villanos y Salvadores. Por Darsi Ferret

Villanos y Salvadores


Dr. Darsi Ferret
Miami, Florida. 9 de octubre de 2016.


La posición del arcaico régimen militarista de los hermanos Castro resulta precaria en extremo, insalvable y carece de la capacidad de reajustarse a los tiempos modernos que corren de Globalización y modernas tecnologías de las comunicaciones. Desde una concepción totalitaria del manejo del poder, "ordeno y mando", se aferran a la estrategia de sobrevivir del subsidio externo, justificado en la proyección foránea metastásica y antidemocrática. Y hacia el interior del país insisten en conservar a golpe de represión el control absoluto de los ciudadanos mediante el irrespeto total de las libertades y derechos fundamentales.

La dictadura castrista no constituye un bloque monolítico, como se esfuerzan en presentar. El poder está dividido en diversas facciones, muchas de ellas antagónicas en objetivos e intereses. Los hermanos Castro son una pieza más dentro de ese folklore, pero no la más sólida o importante. El verdadero poder recae en el círculo de generales-empresarios que controlan la economía del país. Estos mantienen una alianza cínica, no de tipo ideológica, con Fidel y Raúl Castro, cuyo trueque es en base a guardar obediencia mientras les permitan enriquecerse dilapidando los recursos de la nación de modo impune e ilimitado.

A su vez, ese círculo de "Señores del Poder" representan la verdadera amenaza para los Castro y su régimen, en la medida que empeora la precaria realidad socio-económica de la isla. La razón de esa deriva resulta evidente; estos personajes no son caballeros comprometidos por un pacto de sangre. Son simples mortales que aspiran a disfrutar, junto a sus familias, de las riquezas acumuladas gracias a las ventajas que le aportan sus privilegiadas posiciones jerárquicas.

Ninguno de los generales-empresarios se quedará estoico hasta el final en el barco de los Castro que hace agua. No solo sus egoísmos personales los hará saltar de bando de manera oportunista, sino que poseen debajo de la manga la carta real de no estar directamente relacionados con el aparato represivo ni vinculados a sus acciones. O sea, los militares vividores pueden perfectamente ponerse el traje de salvadores del pueblo cubano, y ganarse un salvoconducto para transitar hacia una futura Cuba democrática, cargando sus maletas de bienes y recursos usurpados.

La Historia es repetitiva en este tipo de situaciones. Los militares del asesinado Nicolae Ceausescu en Rumania, los del presidente Erich Honecker de la antigua Alemania Oriental, o los del alto mando del derrocado Hosni Mubarak en Egipto, todos ellos siempre aplican el mismo esquema. Chupan de la teta sin escrúpulos hasta que el descalabro de sus regímenes no democráticos los coloca ante la encrucijada de soltar las amarras que los atan a sus jefes, o responsabilizarse con sofocar las rebeliones populares convirtiéndose en protagonistas de genocidio de lesa humanidad.

La elección de esos generales con tropas a sus mandos que representan el verdadero poder siempre es la misma, viran sus armas y exigen la dimisión de los dictadores. Con los poderes internacionales negocian reconocimiento y legitimación a cambio de estabilidad interna. Arriman a sus espacios a los representantes o líderes de la oposición. Apaciguan a la población con las promesas de implementar cambios democráticos, así como la realización de elecciones libres a la vuelta de un tiempo prudencial. Y, sobre todo, culpan a los dictadores de ser los arquitectos de todos los males padecidos, y al aparato de la policía política lo sacrifican como pollos ligándolos a la autoría de las injusticias y crímenes.

Cuba no tiene nada de sui generis. Ya debe andar en La Habana, pasillando por la antigua Plaza Cívica, hoy Plaza de la Revolución, más de un general-empresario sacando cuentas y arrancando motores. Las ratas no son las únicas que huelen el peligro, la casta de los uniformados se mantiene vigilante con la ayuda de potentes radares.


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