Otro strike para la ONU
Dr. Darsi Ferret
Miami, Florida. 10 de febrero de 2016.
El reciente intento de la ONU de negociar una salida política para poner fin a la guerra civil que envuelve a Siria terminó en rotundo fracaso. La decisión de última hora del genocida Bashar al Assad, de conjunto con las acciones de su aliado el presidente ruso Vladimir Putin, boicotearon las conversaciones de paz utilizando la táctica de incrementar los bombardeos y ataques terrestres en las zonas controladas por los rebeldes. Otra vez la desilusión lleva al país árabe de vuelta a la cotidiana realidad de la barbarie, a consecuencia de cinco años de conflicto entre las tropas leales al régimen de Al Assad, los grupos de la oposición nucleados tras el Ejército Libre Sirio, y un variopinto grupo de organizaciones radicales y terroristas como ISIS, Al-Nusra, Al-Qaeda y otras.
Los resultados del intento de negociación ilustran claramente que aún Occidente, con EEUU a la cabeza, carecen de alternativas de solución. Los bombardeos de la coalición dirigida por el Pentágono no aportan hasta hoy ninguna influencia ni modificación del caos bélico en Siria. Mientras, las consecuencias ya sobrepasan los 240 mil muertos, 7 millones de desplazados y 4 millones de refugiados, que han extendido el problema al interior de las fronteras europeas y otros países árabes, con la carga económica y amenazas de desestabilización que representan para esos países receptores.
La complicación de Occidente resulta del hecho que exige la salida del poder de Bashar al Assad, como componente del paquete de acciones que conduzcan a la resolución del problema sirio. Y por otro lado, aspiran a la formación de un nuevo gobierno formado por miembros del actual régimen que no estén señalados como perpetradores de las atrocidades y crímenes comandados por Al Assad, compartiendo carteras de gobierno con representantes moderados de la oposición. Esta fórmula la tienen que acompañar con la derrota militar en el terreno de los grupos terroristas islámicos, que como ISIS dominan gran parte del territorio nacional donde han impuesto su Califato. Resulta evidente, entonces, comprender lo complejo de diseñar una solución que sigue estando lejana, y hacerlo apelando al uso de bombardeos pero negándose a enviar tropas militares.
La otra cara de la moneda la representa Rusia y, en menor medida aunque no menos comprometida, Irán. Rusia también libra desde hace algunos meses una campaña de bombardeos en apoyo al régimen de Bashar al Assad. El rol geoestratégico que desempeña Vladimir Putin en Siria vincula varios objetivos. Es una manera de consolidar para su nación el papel de gran potencia, obligando a Occidente a contar con Rusia a la hora de lidiar con los asuntos globales. Por otro lado, la caída del régimen sirio representaría para el Kremlin de Moscú la pérdida de la conexión con Medio Oriente, pues Siria es su único aliado en la zona. Además, necesitan preservar la base militar de Tartus en el país árabe, que es clave para la presencia naval rusa en el Mediterráneo. Y aspiran a evitar el peligro de una victoria en Siria de los radicales islámicos, y que ese hecho contagie la zona fronteriza sur que cuenta con una gran población rusa de origen musulmán.
Para el régimen fundamentalista de los Ayatolas en Irán, la caída de Bashar al Assad significaría una derrota sensible frente a Arabia Saudí, en la lucha hegemónica que sostienen ambas naciones por la preponderancia en la región. Irán es la potencia de religión chií, mientras el reino de Arabia Saudí es la potencia de religión suní. Al Assad es aliado del régimen iraní y juega el rol de cuña y apoyo para el país Persa, frente a sus diferendos o pugnas con el resto de las naciones árabes en el área.
Mientras confluyen en el conflicto sirio toda esta diversidad de intereses contrapuestos, y no se cuenta con alternativa política o militar, la Mesa de Negociación tendrá que esperar por alguna solución salomónica. Claro, la delantera la lleva el bando de los malos encabezados por el régimen sirio, Rusia e Irán. Occidente está a la zaga a consecuencia de la debilidad y falta de determinación en política exterior de la actual administración en la Casa Blanca. Al pueblo sirio no le queda otra opción que seguir poniendo cientos de miles de masacrados y ser testigos de la desintegración de su nación a manos de los actores de la guerra. La ONU cada vez queda más desacreditada.
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