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sábado, 7 de noviembre de 2015

Maduro Plan A y Plan B. Aplicar en #Venezuela la experiencia de Polonia el #6D @PartidoPSUV

Los dos planes de Nicolás Maduro | Diario de Cuba



EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO



Los dos planes de Nicolás Maduro








¿Qué va a hacer Maduro ante la derrota electoral
que predicen las encuestas y su decisión de no abandonar el poder jamás,
impuesta por Cuba?




Nicolás Maduro y Raúl Castro. (RADIOREBELDE)

Nicolás Maduro sabe que perderá las elecciones
del 6 de diciembre. El desastre es demasiado intenso. Lo dicen todas las
encuestas. El 90% de los venezolanos quiere un cambio. El 80% culpa a
Maduro. El 70% está decidido a votar contra ese gobierno meticulosamente
incompetente.

Los venezolanos están cansados de hacer colas
para comprar leche, papel higiénico, cualquier cosa. Les horroriza la
inflación. Todo es más caro cada día que pasa. El salario de un mes se
consume en una semana. Les asquea la corrupción. Saben o intuyen que la
cúpula chavista es una asociación de maleantes en la que no faltan los
narcotraficantes, todos coludidos para saquear al país. A falta de
harina, la violencia es la arepa de cada día. Caracas es una de las
ciudades más peligrosas del mundo. Y de las más sucias. (La cubanización
también es eso: escombros y aguas negras regadas sobre un gastado
pavimento lleno de agujeros.)

Pero Maduro obedece ciegamente un axioma castrista: "la revolución no se entrega nunca". La revolución es una construcción verbal que, en realidad, quiere decir el poder.
El poder es lo que no se entrega nunca. La revolución es una cosa
plástica que se trasforma para no perder el poder. La construcción
verbal tiene otros componentes retóricos: "pueblo, justicia social,
antiimperialismo, pobres oprimidos, ricos codiciosos, multinacionales
explotadoras, el enemigo yanqui". Son cientos de expresiones con las que
se arma el relato.

Hasta 1998, según los Castro, se llegaba al
poder a tiros y se declaraba la revolución. Ese era el dogma. Es lo que
ellos habían hecho. A fines de ese año, Hugo Chávez ganó unas elecciones
y alcanzó el poder por otros medios, pero con los mismos fines. Fidel, a
regañadientes, aceptó el cambio de método, pero aclarando que el poder
no se cede nunca.

Aceptaba que el chavismo desmontara en cámara
lenta el andamiaje de la democracia liberal y liquidara las zarandajas
de los tres poderes y la libertad de prensa y asociación, pero dejando
muy claro que la revolución, es decir, el poder, nunca era negociable.
La alternancia era una ridícula práctica republicana de los blandengues
burgueses. Esa opción no cabía en un modelo genuinamente testiculado y
revolucionario.

¿Qué va a hacer Maduro ante la derrota electoral
que predicen las encuestas y su decisión de no abandonar el poder
jamás, impuesta por Cuba, pero entusiastamente asumida por él y por la
cúpula chavista?

Maduro tiene un plan A y un plan B.

El A es tratar de ganar las elecciones o aceptar
que pierde por una mínima cantidad. ¿Cómo lo perpetra? Encarcelando o
prohibiéndoles participar a líderes opositores que pueden arrastrar a
muchos compatriotas a las urnas. Ese es el caso, entre otros, de
Leopoldo López y María Corina Machado. Manipulando las máquinas de
votar. Generando cédulas falsas. Dibujando los distritos para favorecer a
los suyos. Abusando de los medios de comunicación 100 a 1.
Obstaculizando de mil maneras el voto de los opositores.

El propósito del Gobierno es desalentar a los
demócratas para que no voten. Calculan que con la suma de todas esas
trampas pueden ganar o perder por poco margen. Y, si pierden, compran a
cualquier precio a un puñado de diputados deshonestos y continúan con el
poder fuertemente sujeto por la entrepierna.

¿Y si falla el plan A? El plan B se pondría en
marcha si es tal la avalancha de votos que no hay manera de ocultar una
derrota contundente. Fue lo que le sucedió a Jaruzelski en Polonia en el
verano de 1989. Utilizó todas las ventajas del poder para aplastar a
Solidaridad en unas elecciones parciales limitadas al senado, pero
Walesa y su tribu democrática obtuvieron el 95% de los votos y casi
todos los escaños. El régimen comunista se desplomó ante la evidencia
del rechazo generalizado.

Maduro ha tenido la cortesía de anunciar su Plan
B. Si pierde utilizará las prerrogativas de la ley habilitante para
demoler las pocas instituciones de la república que quedan en pie. En
ese caso, gobernaría revolucionariamente con "el pueblo y el ejército"
mediante una junta cívico-militar.  A esa infamia la llaman "profundizar
la revolución". ¿Entregar el poder? Ni soñarlo. Crearían una satrapía
monda y lironda, colectivista y brutal, ya sin disfraces burgueses.

¿Qué deben hacer los venezolanos? Lo que
hicieron los polacos. Salir a votar masivamente. Enterrar esa inmundicia
bajo una montaña de votos, y pelear sufragio a sufragio y mesa por
mesa, sin miedo y sin desmayo.

El plan A es peor que el B. El A continúa una
farsa agónica que inevitablemente conduce a una muerte lenta y dolorosa.
El B tiene la ventaja de que desnuda sin pudor el carácter totalitario
de esa dictadura y le pone fin a la trucada historia de la revolución de
los oprimidos. Se les acaba el relato.

Hay muchos venezolanos, chavistas y no
chavistas, militares y civiles, que acaso no van permanecer impasibles
mientras Maduro y sus amos de La Habana tuercen la voluntad popular y
les imponen un yugo permanente. Hay que jugárselo todo el 6 de
diciembre. Tal vez la vida misma.

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