EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO
Cuba decidirá resultado del diálogo – Elizabeth Burgos
Elizabeth Burgos
Las palabras del vicepresidente Jorge Arreaza evidencian más allá de
cualquier duda, quién y quiénes decidirán los resultados de las
supuestas conversaciones de paz que se inician en Venezuela.
CUANDO Lula Da Silva le recomienda a Nicolás Maduro formar un gobierno
de coalición como solución de la grave crisis que vive Venezuela hoy,
cabe preguntarse por la motivación que lo anima.
cualquier duda, quién y quiénes decidirán los resultados de las
supuestas conversaciones de paz que se inician en Venezuela.
CUANDO Lula Da Silva le recomienda a Nicolás Maduro formar un gobierno
de coalición como solución de la grave crisis que vive Venezuela hoy,
cabe preguntarse por la motivación que lo anima.
Por un lado podría pensarse que, dada su estrecha relación con el
régimen cubano, lo haga de acuerdo con La Habana. Por el otro lado, es
factible que su propuesta, bastante racional por cierto, sea motivada
por la salvaguarda de los intereses de Brasil, al que no le conviene se
mantenga un estado de crisis en el país vecino que puede incluso,
desembocar en una guerra civil. Demasiados intereses tiene Brasil en
Venezuela, y su voluntad expansionista no le permite ignorar las
ventajas geográficas que le brinda Venezuela. No es lo mismo el Puerto
del Mariel en Cuba, que poder acceder por tierra al Mar Caribe.
No es ocioso preguntarse, o contemplar ambas posibilidades, dado que
sería temerario pensar que en la actualidad, en Venezuela se puede dar
alguna iniciativa política sin el visto bueno previo de La
Habana. Recién, tras quince años de régimen chavista, algunos analistas
de la política venezolana están haciendo su “coming out” y admiten la
presencia de “la mano de Cuba” en la crisis venezolana. Hasta ahora, en
un punto siempre estuvo de acuerdo la dirigencia opositora: en negar la
injerencia cubana en el país. Un proceder digno de análisis porque la
defensa de la soberanía nacional, lo que se supone un político debe
tener en cuenta en primer lugar, hubiese constituido un argumento
poderoso a oponer a la figura avasallante del caudillo llanero. La
defensa de la soberanía es un hecho elemental en política y ese hecho le
fue negado al pueblo venezolano hasta el surgimiento de la generación
postcastrista que hoy vemos expresarse en las calles del país.
Siempre tuve la impresión, mirando el desarrollo de los acontecimientos
en Venezuela, de ver a los venezolanos como acorralados entre dos
fuegos. La del castro-chavismo, imponiendo un culto de la personalidad a
imitación del de Fidel Castro en Cuba, con un barril de petróleo que
pasó de 8 US$ a 120US$, permitiéndole al caudillo llanero, de la manera
más nuevo rico venezolano, adquirir los expertos cubanos que le
montarían el entramado de poder necesario para ejercer la presidencia
vitalicia, impulsando la unión con Cuba, y de hecho, sumarse al proyecto
político continental de la isla, de implantar un modelo de régimen
antidemocrático y militar. Ante esos hechos, el castrochavismo se
encontró con una dirigencia opositora que lo miraba de soslayo, y lo que
es más grave, muchas veces negando la existencia de esos hechos, que
son cruciales en la vida de un país.
No es un tema que se deba ignorar como si fuera algo del pasado, sin
mucha importancia. Es decisivo analizar el comportamiento de las elites
que desde siempre tuvieron en sus manos la batuta del poder en
Venezuela. Se han caracterizado por su indiferencia hacia los sectores
marginados del país. Surge así una cultura de la pobreza. No se pensó
que el Estado debía procurar las herramientas, económicas y sociales,
para convertir los pobres en ciudadanos. Sólo los recordaban los
políticos durante las campañas electorales, según el mandato del
sacrosanto y tradicional populismo.
Seguramente en lo que respecta a las “misiones” cubanas en los barrios
pobres del país, los venezolanos pensaron para sus adentros, que muy
bien podían los cubanos ocuparse de los marginados de la sociedad, sin
caer en cuenta, de que se trataba de una bomba de tiempo que les
estallaría en pleno rostro, como vemos está sucediendo hoy. Con el
castrochavismo, el populismo y la manipulación de los pobres se hizo
permanente.
Todavía hay quienes en la dirigencia de la oposición consideran las
misiones como un hecho positivo, innegable a corto plazo, pero es que
después de quince años de “revolución”, los barrios siguen en el mismo
lugar y en la marginalidad ha surgido un mundo fuera de la ley, puesto a
todas luces al servicio del poder, mientras la miseria sigue campante.
Cabe leer las declaraciones del vice-presidente, Jorge Arreaza, persona
que se instaló en La Habana durante los últimos meses de la enfermedad
de Chávez e informaba sobre la salud del caudillo. Dijo que exigir la
salida de los cubanos que se encuentran en Venezuela es “un insulto” y
que ellos ya son “parte integral” del pueblo venezolanos. Allí vemos la
demostración de la inconsciencia de la dirigencia opositora de ignorar y
hasta negar, la anomalía que significaba, lo que para ellas era una
simple adquisición de expertos, cuando en realidad, se trata de una
pervivencia del régimen de esclavitud que imperó en Cuba hasta el siglo
XIX. Cuba dispone de expertos que alquila. Una manera de cobrar divisas
para una economía inexistente.
Continuando con las declaraciones de Arreaza, según él, quienes
cuestionan la presencia de cubanos en el país no entienden “la
referencia, la luz, el sol que ha significado la revolución cubana para
nosotros entender cómo debemos hacerlo”. Declaraciones que reflejan con
prístina claridad la dependencia afectiva del vice-presidente con la
dirigencia cubana, por un lado, y por la otra, el “entender cómo debemos
hacerlo”, la dependencia intelectual. Arreaza es quien aparece como el
anfitrión del entramado que se ha montado con los cancilleres de Unasur
para que se desarrolle un diálogo entre el gobierno y la dirigencia de
la oposición.
Con esas conversaciones, los expertos cubanos le dirán a Arreaza “cómo
debe hacerlo”, habrá ganado tiempo la oligarquía castro-chavista y
convencido al mundo de que el presidente Maduro es un amigo de la paz.
Saber “cómo hacerlo” significa en lenguaje castrista, saber mentir. Si
un solo día de represión, con su secuela de disparos certeros en la
cabeza, de torturas, de desaparecidos, hubiese sucedido en el Chile de
Pinochet, el mundo se hubiese conmovido.
El editorial de Nicolás Maduro en el New York Times fue el primer paso
de una campaña mediática que ha sido asumida por los “progresistas”
americanos que presionan a Obama y lo acusan de imponer una política
hacia Venezuela, peor que la de GW Bush.
En lo relativo a la región, pese a algunas manifestaciones de
solidaridad de ex presidentes y de diputados, en lo que respecta a los
gobiernos del continente, la oposición democrática en Venezuela, está
sola. Recuperar la democracia depende sólo de la voluntad de los
venezolanos.
régimen cubano, lo haga de acuerdo con La Habana. Por el otro lado, es
factible que su propuesta, bastante racional por cierto, sea motivada
por la salvaguarda de los intereses de Brasil, al que no le conviene se
mantenga un estado de crisis en el país vecino que puede incluso,
desembocar en una guerra civil. Demasiados intereses tiene Brasil en
Venezuela, y su voluntad expansionista no le permite ignorar las
ventajas geográficas que le brinda Venezuela. No es lo mismo el Puerto
del Mariel en Cuba, que poder acceder por tierra al Mar Caribe.
No es ocioso preguntarse, o contemplar ambas posibilidades, dado que
sería temerario pensar que en la actualidad, en Venezuela se puede dar
alguna iniciativa política sin el visto bueno previo de La
Habana. Recién, tras quince años de régimen chavista, algunos analistas
de la política venezolana están haciendo su “coming out” y admiten la
presencia de “la mano de Cuba” en la crisis venezolana. Hasta ahora, en
un punto siempre estuvo de acuerdo la dirigencia opositora: en negar la
injerencia cubana en el país. Un proceder digno de análisis porque la
defensa de la soberanía nacional, lo que se supone un político debe
tener en cuenta en primer lugar, hubiese constituido un argumento
poderoso a oponer a la figura avasallante del caudillo llanero. La
defensa de la soberanía es un hecho elemental en política y ese hecho le
fue negado al pueblo venezolano hasta el surgimiento de la generación
postcastrista que hoy vemos expresarse en las calles del país.
Siempre tuve la impresión, mirando el desarrollo de los acontecimientos
en Venezuela, de ver a los venezolanos como acorralados entre dos
fuegos. La del castro-chavismo, imponiendo un culto de la personalidad a
imitación del de Fidel Castro en Cuba, con un barril de petróleo que
pasó de 8 US$ a 120US$, permitiéndole al caudillo llanero, de la manera
más nuevo rico venezolano, adquirir los expertos cubanos que le
montarían el entramado de poder necesario para ejercer la presidencia
vitalicia, impulsando la unión con Cuba, y de hecho, sumarse al proyecto
político continental de la isla, de implantar un modelo de régimen
antidemocrático y militar. Ante esos hechos, el castrochavismo se
encontró con una dirigencia opositora que lo miraba de soslayo, y lo que
es más grave, muchas veces negando la existencia de esos hechos, que
son cruciales en la vida de un país.
No es un tema que se deba ignorar como si fuera algo del pasado, sin
mucha importancia. Es decisivo analizar el comportamiento de las elites
que desde siempre tuvieron en sus manos la batuta del poder en
Venezuela. Se han caracterizado por su indiferencia hacia los sectores
marginados del país. Surge así una cultura de la pobreza. No se pensó
que el Estado debía procurar las herramientas, económicas y sociales,
para convertir los pobres en ciudadanos. Sólo los recordaban los
políticos durante las campañas electorales, según el mandato del
sacrosanto y tradicional populismo.
Seguramente en lo que respecta a las “misiones” cubanas en los barrios
pobres del país, los venezolanos pensaron para sus adentros, que muy
bien podían los cubanos ocuparse de los marginados de la sociedad, sin
caer en cuenta, de que se trataba de una bomba de tiempo que les
estallaría en pleno rostro, como vemos está sucediendo hoy. Con el
castrochavismo, el populismo y la manipulación de los pobres se hizo
permanente.
Todavía hay quienes en la dirigencia de la oposición consideran las
misiones como un hecho positivo, innegable a corto plazo, pero es que
después de quince años de “revolución”, los barrios siguen en el mismo
lugar y en la marginalidad ha surgido un mundo fuera de la ley, puesto a
todas luces al servicio del poder, mientras la miseria sigue campante.
Cabe leer las declaraciones del vice-presidente, Jorge Arreaza, persona
que se instaló en La Habana durante los últimos meses de la enfermedad
de Chávez e informaba sobre la salud del caudillo. Dijo que exigir la
salida de los cubanos que se encuentran en Venezuela es “un insulto” y
que ellos ya son “parte integral” del pueblo venezolanos. Allí vemos la
demostración de la inconsciencia de la dirigencia opositora de ignorar y
hasta negar, la anomalía que significaba, lo que para ellas era una
simple adquisición de expertos, cuando en realidad, se trata de una
pervivencia del régimen de esclavitud que imperó en Cuba hasta el siglo
XIX. Cuba dispone de expertos que alquila. Una manera de cobrar divisas
para una economía inexistente.
Continuando con las declaraciones de Arreaza, según él, quienes
cuestionan la presencia de cubanos en el país no entienden “la
referencia, la luz, el sol que ha significado la revolución cubana para
nosotros entender cómo debemos hacerlo”. Declaraciones que reflejan con
prístina claridad la dependencia afectiva del vice-presidente con la
dirigencia cubana, por un lado, y por la otra, el “entender cómo debemos
hacerlo”, la dependencia intelectual. Arreaza es quien aparece como el
anfitrión del entramado que se ha montado con los cancilleres de Unasur
para que se desarrolle un diálogo entre el gobierno y la dirigencia de
la oposición.
Con esas conversaciones, los expertos cubanos le dirán a Arreaza “cómo
debe hacerlo”, habrá ganado tiempo la oligarquía castro-chavista y
convencido al mundo de que el presidente Maduro es un amigo de la paz.
Saber “cómo hacerlo” significa en lenguaje castrista, saber mentir. Si
un solo día de represión, con su secuela de disparos certeros en la
cabeza, de torturas, de desaparecidos, hubiese sucedido en el Chile de
Pinochet, el mundo se hubiese conmovido.
El editorial de Nicolás Maduro en el New York Times fue el primer paso
de una campaña mediática que ha sido asumida por los “progresistas”
americanos que presionan a Obama y lo acusan de imponer una política
hacia Venezuela, peor que la de GW Bush.
En lo relativo a la región, pese a algunas manifestaciones de
solidaridad de ex presidentes y de diputados, en lo que respecta a los
gobiernos del continente, la oposición democrática en Venezuela, está
sola. Recuperar la democracia depende sólo de la voluntad de los
venezolanos.
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