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domingo, 27 de octubre de 2013

Un año fuera de Cuba, dentro del país | Cruzar las alambradas

Un año fuera de Cuba, dentro del país | Cruzar las alambradas

EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO

Un año fuera de Cuba, dentro del país

san german
Foto: “Autorretrato del exilio. Máquina de la nostalgia”.


Hace hoy exactamente un año que me fui de Cuba para entrar en la otra Cuba. Me dieron un puntapié, manu militari, y vine a caer a este lado del país perdido.
Miami me dio la oportunidad de hablar en la lengua de mis abuelos, de volver al paladar de mis abuelos. He cumplido los sueños de mi abuela María: tomé Jupiña, probé la Materva y me volví a comer los pastelitos de guayaba que hacía mi padrino Mayaguez. Por ese lado la máquina de la nostalgia sigue aceitada, como siempre.
Aquí me he aburrido de lo lindo porque los policías no me piden el carné de identidad ni preguntan cuantos días voy a estar en La (pequeña) Habana. Mis hijos Malcom y Brenda no se llevan la mano a la frente para decir en cada acto escolar que quieren ser como el Che, ese argentino aficionado a las muertes múltiples y ajenas, a las tierras ajenas, a las mujeres ajenas, a las familias ajenas, a vivir una vida prestada para saltar de las guerrillas melancólicas a los pulóveres adolescentes. Mis hijos son más libres, porque están aprendiendo a serlo.
Hace un año llegué a este país más generoso de lo que lo pintan, de la mano de Lori Díaz y el Comité Internacional de Rescate (IRC, “¿ai- ar-ci, en qué podemos ayudarlo?). Llegué a un Miami más generoso todavía, donde la sociedad civil está tan organizada que no hizo falta una campaña para que una señora extrajera los primeros cuarenta dólares de su chequera del mes y nos lo regalara en un puesto de café. De la mano de Ivón, Berta, Idolidia y Mario fuimos a todos y los primeros y difíciles huracanes de trámites burocráticos y salimos cuerdos y felices, gracias a Dios y a ellos. Vicky Ruiz tiene una dulce culpa en este recibimiento.
Miami me devolvió la bicicleta y el dolor en las pantorrillas de los primeros meses; el autobús y el susto de la próxima parada. Aquí volví a publicar un libro y a leer poesía sin que me exigieran filiación ideológica alguna, por lo menos eso me han demostrado Idabel y Armando. Miami me regaló un micrófono y un web site para volver a hablar con Cuba cada segundo, como si fuera un tipo ubicuo, borgiano y he podido entrevistar a gentes de Baracoa, Puerto Padre o Jaimanitas sin el sobresalto de la policía política acosando mi vivienda.
Hace un año soy feliz jugando al dominó y a la guerra. Llevo doce meses tirándome los sábados en la hierba con Exilda, (en Tropical Park) mirando al cielo para agradecer y pedir otro deseo: como dos niños, o dos tontos, pero felices como nunca.

PD: Se me quedan nombres y atardeceres por mencionar, pero no agradecimientos.

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