A veces, al acostarme ya bastante tarde, mi esposa está aún despierta y mira la TV. Miro un poco lo que ella está viendo y, en esta oportunidad, se trata de una novela. No soy amante de las telenovelas pero veo unos minutos hasta que me duermo.
Sin embargo, el tema de la novela que la televisión cubana pone en este momento a las tres de la tarde y retransmite a las once de la noche, me enganchó. Se trata de la argentina "Vidas Robadas".
La obra se refiere a la trata de personas, el enriquecimiento que esto proporciona a sus organizadores y la lucha que un grupo de ciudadanos honestos decide librar contra este flagelo denigrante en el seno de la sociedad rioplatense.
Los argentinos tratan el tema con bastante acierto y crudeza creíbles a pesar de su ficción; no escatiman presentando la corrupción entre funcionarios y la policía, llegando a cuestionar a la justicia nacional misma en su modus operandi.
En "Vidas Robadas" se violan mujeres, se cometen errores, la policía se vende o es ineficiente, los fiscales pueden comprarse o son asesinados, muchos funcionarios son ciegos ante las evidencias y muchas otras personas temen involucrarse por las represalias.
No ocurre nunca así en los programas nacionales. En "Tras la Huella", policíaco producido entre la televisión y el Ministerio del Interior, nunca los casos resultan irresueltos, todos los funcionarios son diáfanamente probos, la pericia policial es infalible, la preparación física y marcial de los agentes es espectacular y para qué hablar de jueces y fiscales que dinero alguno es capaz de comprarles.
Para desgracia de los argentinos y felicidad nuestra, ellos no tienen lo que nosotros: la impecabilidad en el servicio ciudadano.
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