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domingo, 22 de septiembre de 2013

Zoe habla sobre el Premio Nacional de Literartura castrista

Del arraigo y el desarraigo.

by Zoé Valdés

¡Libertad y Vida!

De los escritores que he leído, leo y releo, desde mi juventud, o desde hace unos años hacia acá, no he conocido a nadie más arraigado a su condición originaria y al mismo tiempo a su elección de nómadas o trashumantes que Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar quien casi todo lo que escribió tuvo que ver con París y fue escrito en esta ciudad, y Roberto Bolaños quien hizo gran parte de su obra en Chile pero también fuera de su país natal y, sin embargo, su eventual desarraigo devino -gracias al poder inmenso de la literatura- arraigo profundo a la hora de narrar historias de personajes oriundos de sus mundos y de describir sus tierras mismas. Esto no los convierte, gracias a la universalidad del viaje, en escritores del terruño, que es otra cosa bien distinta.

He querido citar solamente tres ejemplos latinoamericanos, ya que hay más, como Alejandra Pizarnik con toda una obra poética insigne en el exilio donde se suicidó, para no echar mano de los escritores cubanos del exilio, que es donde se ha escrito la literatura más importante de los últimos cien años, y cuidado no deba ir más atrás en el tiempo, si nos ponemos, ya que "estamos puestos para el daño". Podríamos citar a Cirilo Villaverde, a José Martí con toda su obra mayormente escrita en el exilio, a Gertrudis Gómez de Avellaneda, a José María Heredia con su hermoso poema Niágara.

Guillermo Cabrera Infante, que escribió toda su obra en el exilio, jamás se sintió arraigado a nada como no fuera a la noche habanera, a su escritura, que para mí como para muchos de sus lectores, fue y es, hoy más que nunca, más habanera que la propia Habana, porque de La Habana ya lo único que queda es lo que en literatura le consagraron sus escritores. De modo que no sé a qué arraigo se refieren si ya no queda país del cual arraigarse. Por lo tanto Guillermo Cabrera Infante no sólo no fue un desarraigado, su lenguaje pleno de habanerismos, cubanismos y de situaciones a cuál más viva, jocosa, filosófica y divertida prueban que su arraigo iba más allá de la mera dependencia enfermiza al legado del castrismo, y que nunca se redujo a esa dependencia como otros que hoy se llenan su cochina boca con la intención de opacar la literatura escrita en el exilio. Guillermo Cabrera Infante escribió para reconstruir esa Habana que gente como el Caradura de marras destruyeron, para volver a encender una vela apagada tal como se inicia la novela Tres Tristes Tigres, y jamás se desvió de ese mapa de una Habana que reconstruía cada día con su escritura, mientras que otros la destruyeron y destruyen con su militancia, ayer al fidelismo y hoy al raulismo. De tal manera, decir a estas alturas que "el exilio mata la literatura" o "la escritura", tal como ha dicho el Caradura de marras, y continuar además con "el arraigo", "el desarraigo", y el blablablá que ya tanto aburre, por falso, ignorante, manipulador, y por ser, eso sí, idioma arraigado de esbirro, es la prueba más fehaciente de los planes que se tejen en Cuba para destruir a los escritores exiliados, cosa que no podrán hacer jamás, porque la obra está ahí, escrita.

Ya sabemos que para Caradura, Premio Castrista Nacional de Literatura Arraigada, los escritores exiliados latinoamericanos, por serlo, o sea, al ser chilenos, peruanos, argentinos, pues para él, faltaría más, no pierden su condición de "arraigados", ni el exilio les mata su literatura, ni los amarga, ni nada por el estilo. Ahora, para ese mismo Caradura, el exilio surte el efecto contrario en los escritores exiliados cubanos, y pone entonces de ejemplo a Cabrera Infante con la intención de denigrarlo. Aparte, tremendo encarne que tienen con Guillermo, no se les quita de la mente ni un momentico así. De modo que el escritor que según ellos ha sido el más desarraigado de los cubanos (lo que este señor objeta como algo muy negativo, debido a su estupidez y provincianismo, por supuesto) los atormenta a diario, porque ellos sí que lo tienen (a Guillermo) muy arraigado dentro de sus mentes; después de haberlo ignorado por más de medio siglo, y de intentar borrarlo del panorama de la literatura cubana, tal como hacen con otros hoy en día, y eso con la complicidad de la prensa internacional.

A este señor que tanto habla de arraigo y desarraigo habrá que recordarle que cuando él quiere ver un juego de pelota de los Yanquis se compra un billete de avión y se da un saltico a Miami, que pasa más tiempo fuera de Cuba que en la vivienda del suburbio de lujo habanero donde aparece en pose de ensimismado en las fotos, en la cual marca la tarjeta momentáneamente sólo para eso, para tirarse las fotos; y que probablemente haya tomado él a estas alturas más aviones que el mismo Guillermo Cabrera Infante, quien vivía sumamente feliz y libre en su casa tan cubana de Londres, rodeado de libros cubanos y universales de su magnífica biblioteca, porque en la vida, si algo sabe un verdadero escritor, es que es preferible ser un desarraigado que un lamebotas y un cómplice de la ignominia.

No acabo de entender cómo festivales literarios de la estatura del de Saint-Maló, entre otros, todavía invitan a este escribano del castrismo. Puesto que este tapiñado desprecia con tanto encono a los escritores desarraigados, a los que son una suerte tenerlos, conocerlos, y leerlos, en este tipo de evento, dedicados específicamente a ellos. ¿Qué hace él pues gozando de una condición, de una ventaja, que tanto denigra en ese tipo de festivales y ferias donde se homenajea el desarraigo, el nomadismo, el exilio, la trashumancia?

Otros ejemplos de escritores profundamente desarraigados: Ernesto Hemingway y Bruce Chatwin. Pero muy arraigados, eso sí, a la libertad y a la escritura como baluarte universal y no como cagarruta provinciana de terruño. Podría citar otros nombres, pero creo que ya con estos ejemplos puse en su sitio al mierdita de turno.

Zoé Valdés.
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