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Robertico Carcassés: “Nunca he dejado de ser optimista”
Rectificar es de sabios, y al parecer lo han hecho. En conversación telefónica con OnCuba, el músico cubano Robertico Carcassés adelantó que ya le estaban dando marcha atrás a la sanción impuesta por el Ministerio de Cultura por su catarsis en el concierto del pasado 12 de septiembre en la Tribuna Antiimperialista de La Habana.
La suspensión del pianista y su banda Interactivo de todo espectáculo público generó una serie de cuestionamientos de pesos pesados de la música, desde Silvio Rodríguez hasta el grupo Calle 13, y al preguntarle si creía que esa repercusión podría revertir el veto, Robertico aseguró que “esa reversión ya está en marcha”.
“Nunca he dejado de ser optimista”, agregó con sencillez el artista de 41 años de edad, quien agradeció además el apoyo que también sintió en medio del revuelo que generaron sus palabras, amplificado más que todo por la posterior sanción.
Aún desconoce si regresará esta misma semana a su peña del teatro Bertold Bretch, por lo pronto Robertico acompañará a Silvio en sus conciertos del fin de semana en los barrios de Santiago de las Vegas y El Chico, invitado por el autor de Ojalá.
Acabaría así el culebrón que entretenía ahora a la Cuba virtual, porque a la Cuba de a pie le resbalaba el caso, o sencillamente lo desconocía. Como sea, se confirma aquello de pueblo chico, infierno grande…
De vez en cuando surgen escandalillos como este para sazonar la abulia, el marasmo de un país donde pareciera que nadie tiene nada mejor que hacer que meter la cuchareta, y darle relevancia a cosas intrascendentes. Baste recordar la guerra de los e-mails desatada a raíz de la resurrección televisiva de dos comisarios del quinquenio gris.
Si el Ministerio de Cultura se hubiera limitado a recordarle a Robertico Carcassés que de buenas intenciones estaba empedrado el camino al infierno, si lo hubiera llamado para decirle –con razón- que había estado fuera de lugar, ahora sus reivindicaciones en la Tribuna serían pura anécdota, nada más… Pero no seríamos entonces la República de la Siguaraya, y con la idiosincrasia no se juega.
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