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Los ecos del asunto Carcassés
Los apoyos al pianista dentro de Cuba se han limitado fundamentalmente a una solidaridad gremial, es decir al derecho o no de un artista a usar una tribuna
Como era de esperar de un hecho tan sonado como el uso de un acto multitudinario para pedir cambios políticos en Cuba, Roberto Carcassés (RC) ha pasado de ser lo que realmente es, un artista brillante e innovador, a un test case de las militancias políticas.
Por supuesto que los primeros en salir a la palestra fueron los cancerberos del sistema apoyando las sanciones administrativas contra RC. Ello incluyó artistas compelidos —por convicción o por conveniencia— a apoyar todo lo que el régimen hace y a los cada vez más estériles e intrascendentes blogueros mal-pagados. Pero entre ellos hubo un sector que me llamó la atención: el bolsón procastrista de Miami.
El primero fue un locutor de radio que animaba en Cuba un programa de enlatados de musicales cultos y ahora milita con pleno derecho en una franja de difamación y chanchullos que cobija a varias tendencias políticas aparentemente enemigas, en realidad mutuamente imprescindibles. Y luego Max Lesnik, a quien menciono y cito solamente para mostrar el atraso y la decadencia ideológica del procastrismo. Pues para Lesnik el principal problema de RC es que pidió la legalización de la mariguana, “…para fumarla, dijo, en plena gozadera de vicio y corrupción, que por supuesto que tal cosa no significa libertad. Y en eso de la Mariguana por 'la libre' no estoy de acuerdo yo".
Es decir, que Lesnik habla muy mal de sí mismo cuando despacha con tal procacidad un ramillete de temas tan complejos como el planteado por RC. Que incluye el candente asunto de la legalización del uso de las drogas, un debate muy serio a nivel mundial que este analista político (todo en minúsculas) diluye en “gozaderas” y libertinajes. Debo aclarar que cuando escribí mi artículo sobre el tema la pasada semana yo no sabía lo que significaba María. Ahora que lo sé, yo, que tengo otras maneras de diversión que no pasan por el uso de las drogas, encuentro en ello otro motivo para felicitar a RC.
Luego, los apoyos, que dentro de Cuba se han limitado fundamentalmente a una solidaridad gremial, es decir al derecho o no de un artista a usar una tribuna. Y que en casi todos los casos han coincidido en regañar a RC por usar la liturgia de los cinco-héroes-prisioneros-del-imperio para un fin diferente.
Son dos presuposiciones equívocas y de bajos vuelos.
Por un lado, creo que hay que defender el derecho de los artistas a expresarse como les venga en gana —con un discurso o con una canción— pero también de todos los ciudadanos. RC lo hizo y cuenta a su favor con una fama bien ganada por su talento y trabajo que de alguna manera lo inmuniza. Otras personas son apaleadas cuando intentan hacerlo, o tienen que abandonar el país, o les pasan la factura en alguna comisaría. La única posición democrática, justa y patriótica sería defender el derecho a la expresión de todos los ciudadanos(as), incluyendo aquí a prominentes intelectuales como son, entre otros, Cuesta Morúa, Yoani Sánchez, Miriam Celaya, Regina Coyula y Antonio Rodiles, que no pueden acceder a las tribunas.
Por otro lado, creo que hay que desacralizar todo lo público, refiérase al tema que se refiera. Pues lo que es sagrado para unos, no lo es para otros, y todos somos cubanos. Y tras el tema de los agentes presos —cuyas liberaciones también yo apoyo— hay todo un andamiaje de manipulación patriotera que merece ser develado, incluso en beneficio de nuestros compatriotas encarcelados.
La figura más visible del apoyo mediatizado, que antes explicaba, ha sido Silvio Rodríguez. En lo fundamental lo que ha dicho el viejo trovador es que RC fue torpe al usar esta tribuna para ese fin, pero que el castigo que le querían propinar era también torpe. Es decir, dos torpezas sobre las cuales se erguía olímpicamente el propio Silvio, proponiendo que RC lo acompañara en unos recitales barriales y gestionando otra reunión donde se dice levantaron las sanciones.
Esto último es bueno, pero no creo que sea lo más importante. Al final RC es joven, conocido y talentoso, y podrá superar cualquier sanción mezquina, que sería finalmente muy costosa para el gobierno. Lo más importante es que si hacemos una lectura benigna de lo que ha dicho Silvio Rodríguez, se pudiera concluir que esta figura paradigmática de la cultura cubana posrevolucionaria está moviéndose hacia posiciones de mayor tolerancia y pluralismo. Y si es así lo felicito.
Silvio ha dicho, por ejemplo, que él apoya la idea de que los artistas expresen sus criticas por diferentes vías, aunque no en un acto por los cinco, que es, dijo “sagrado”. Y ha planteado su desacuerdo "con la sanción desmedida de prohibirle a un músico realizar su función social". Si corremos el tema solamente unas pulgadas y aplicamos pura lógica, entonces Silvio Rodríguez tendría que reconocer que se opone a que médicos, profesores, sociólogos, antropólogos, periodistas, etc., sean separados también de su “función social” cuando son expulsados de sus trabajos o sometidos a hostigamientos que hacen imposibles sus permanencias.
Y si está de acuerdo con condenar “sanciones desmedidas”, entonces ya está listo para condenar los atropellos contra los activistas opositores, incluso contra las personas que ejercen la crítica sin pretender cambiar al gobierno, como ocurre con trágica frecuencia. Más aún, imagino, cuando se trate de las celebraciones que hacen los disidentes el día mundial de los derechos humanos, que para ellos —y son cubanos— es sagrado.
Por supuesto que algunos lectores van a considerar que estoy soñando. Pero yo quiero creer que no. Y por eso quiero ver como Silvio Rodríguez se coloca por encima de sus propias torpezas —como ahora sobre las torpezas de los otros— y se retracta de haber firmado hace solo diez años un documento justificando el fusilamiento sin garantías legales mínimas y por hechos menores, de tres jóvenes pobres y negros. Obsérvese que no digo que se retracte de sus posiciones políticas, ni de sus preferencias por Fidel, Raúl o Machado Ventura. Posiciones como esas son parte de nuestro presente y lo serán de un futuro pluralista donde todas las posiciones políticas deben caber.
Lo que sugiero a Silvio Rodríguez es que se separe de un hecho criminal, para que podamos creerle definitivamente y para que otro hecho como ese no vuelva a suceder. Pues si bien es cierto que los tres jóvenes negros y pobres no eran artistas, sí eran, Silvio Rodriguez debe saberlo, tan personas y compatriotas como Carcassés y los cinco héroes.
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