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Angel Carromero, abofeteado en la cárcel cubana
         Angel Carromero (i) a su salida de la Prisión de Segovia en Madrid en enero de este año. VALENTAAN GONZALO / EFE        
Juan O. Tamayo
jtamayo@elnuevoherald.com
         Angel Carromero afirma que un militar cubano lo abofeteó “un par de  veces” para disuadirlo de insistir que la muerte del conocido disidente  Oswaldo Payá había sido causada por agentes de la Seguridad del Estado y  no había sido un accidente.
La evidencia también lo llevó a  concluir que Payá y otro disidente, Harold Cepero, sobrevivieron el  accidente automovilístico y fueron asesinados luego por la Seguridad del  Estado, dijo Carromero a El Nuevo Herald el martes durante su relato  más detallado del choque hasta el momento.
Las declaraciones del  español, hechas por teléfono desde Madrid, arrojan nueva luz sobre un  incidente fatal que ha llevado a la familia de Payá, al gobierno de Estados Unidos,  a otros gobiernos y a muchos activistas de derechos humanos de todo el  mundo a exigir una investigación independiente de las muertes.     
               Carromero dijo que él está hablando ahora en detalle sobre el  choque y sus consecuencias para ayudar a los familiares de Payá –él está  dispuesto a testificar en cualquier demanda que ellos presenten contra  Cuba, señaló– y para marcar el aniversario de las muertes el 22 de  julio.
La versión de Cuba es que él iba manejando un Hyundai  alquilado a exceso de velocidad y chocó contra un árbol cerca de la  ciudad oriental de Bayamo. Payá murió en el acto, y Cepero más tarde en  el hospital de Bayamo. Otro pasajero, Jens Aron Modig, oriundo de  Suecia, no sufrió lesiones. Carromero fue convicto de homicidio  vehicular y fue puesto en libertad para cumplir su condena de cuatro  años en España.
Carromero afirma que un hombre cubano en uniforme  militar “me abofeteó un par de veces” para persuadirlo de que él estaba  equivocado al insistir que un carro con chapa del gobierno había  embestido su vehículo por detrás y causado el choque.
“Eso no ha  pasado. Tumba, tumba”, recordó que le dijo el oficial. “No me pegaron  una paliza. Sólo un par de bofetazos porque me quisieron cambiar la  versión”.
Carromero dijo que su carro había sido seguido por tres  vehículos del gobierno diferentes, incluyendo un carro patrullero de la  policía, desde que los cuatro salieron de La Habana en la mañana del 22  de julio para visitar a disidentes en la zona oriental de Cuba. Los dos  europeos eran miembros de partidos políticos conservadores que a menudo  apoyan a la oposición de la isla.
Evidenciando la intensidad del  interés del gobierno en Payá y los europeos, “Yohandry Fontana”, de  quien muchos creen que no es más que una fachada de operaciones de la  Seguridad del Estado, envió un mensaje de Twitter seis horas antes del  choque diciendo que Payá estaba en camino a la playa de Varadero.
Carromero  dijo que ellos nunca fueron a Varadero. Pero el día anterior, añadió,  él había cambiado 4,000 euros a moneda cubana en La Habana. Cuando el  cajero le preguntó por qué estaba cambiando tanto dinero, él respondió  que iba a Varadero.
El patrullero policial que los siguió al  inicio cedió el turno a un viejo Lada rojo a medida que viajaban hacia  la zona oriental, dijo, y poco antes del choque fue reemplazado por un  auto azul más nuevo, también con chapa azul claramente visible y dos  hombres a bordo.
Ese auto se acercaba cada vez más, y Payá le dijo  que mantuviera su velocidad normal de unos 50-60 kph, dijo el español.  Pero él se sentía cada vez más alarmado. “Es aterrador mirar al espejo  retrovisor y ver los ojos del que te está mirando.
“Yo sentí el  impacto y perdí el control”, dijo. El perdió el conocimiento y no  recuerda haber chocado con un árbol, mucho menos con un impacto que  hubiera matado a dos personas. No volvió a ver el carro azul o sus  pasajeros.
Carromero dijo que él recuperó el conocimiento cuando  un grupo de hombres lo subían a un minivan blanco que al parecer lo  llevó al hospital de Bayamo. Fue el mismo tipo de van que la policía usó  más tarde para llevarlo de la cárcel al juzgado durante su juicio,  agregó. En el juicio, funcionarios cubanos dijeron que desconocían quién  lo había llevado al hospital.
 El se desmayó de nuevo y volvió en  sí en el hospital, donde le dieron dos puntos en un corte en el lado  derecho de la cabeza. El español dijo que al principio le dijeron que  habían llegado dos personas, luego tres, y luego dos: él y Modig.
  Enfermeros le extrajeron sangre de los brazos repetidas veces —  “sacándome sangre como si fuera agua” – y cuando le pusieron un tubo  intravenoso empezó a preocuparse de que estuvieran inyectándole alcohol  para alegar después que él estaba borracho.
Carromero dijo que  nunca vio a Payá o a Cepero en el hospital, pero que al considerar todas  las pruebas en el caso –incluyendo el hecho de que los familiares de  Payá nunca recibieron una copia del informe de su autopsia– “es la  lógica que los asesinaron”.
En el hospital, él dijo a la primera  funcionaria cubana que lo interrogó –una mujer en uniforme militar– que  otro carro lo había embestido y lo había sacado de la carretera. Ella  tomó por escrito su testimonio y lo hizo firmar esa declaración, añadió.
Pero  entonces un grupo de hombres en uniforme —entre ellos el que lo  abofeteó— entraron y lo amenazaron con que si él no acordaba decir que  había sido un accidente de un solo auto, podían enviarlo a la cárcel de  donde no saldría en mucho tiempo, añadió Carromero.
Durante  interrogatorios subsiguientes en Bayamo y La Habana, los cubanos  añadieron nuevos “detalles” de la versión falsa, dijo, y le recordaron  casi todos los días que el subcontratista del gobierno estadounidenses  Alan Gross está cumpliendo una condena de 15 años en La Habana.
Finalmente,  él aceptó filmar un video contando la versión cubana de los hechos con  la esperanza de conseguir una condena leve. Mientras Gross continúa en  prisión, a Carromero se le permitió regresar a España para cumplir allá  el resto de su sentencia. El lleva ahora un grillete electrónico de GPS.
“De 26 años, rodeado de militares, sin saber qué hacer… yo firmaba lo que sea”, dijo.
En  la cárcel, la mayoría de sus interrogaciones —que tuvieron lugar hasta  dos y tres veces al día— se centraron, no en el choque, sino en sus  relaciones con el movimiento de oposición cubano y con funcionarios de  su Partido Popular en España, dijo. “Ellos creían que yo era de la CIA”.
Un  funcionario consular español lo visitó dos o tres días después del  choque, pero no se le permitió volver a verlo durante varias semanas  después del mismo, dijo Carromero. No se reunió con su abogado cubano  hasta unos 20 días después del choque, y con su abogado español hasta un  día antes del juicio. El abogado cubano tuvo un accidente sospechoso en  su motocicleta antes del juicio y se rompió una pierna.
Carromero  dijo estar ahora extremadamente agradecido de que el gobierno español,  controlado por su Partido Popular, persuadiera a Cuba de que le  permitiera cumplir el resto de su sentencia en su casa. Se encuentra  ahora en libertad condicional y lleva un grillete electrónico de GPS.
Pero admite con tristeza que consideró la posibilidad de suicidarse mientras estaba encarcelado en Cuba.
  “No me siento nada orgulloso de eso”, dijo. “Pero estaba desesperado.  Creía que no me iban a soltar nunca. Allí te acusan y ya estás  condenado. Resígnate, porque ya”.  
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