EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO
Prudente y acertada la respuesta del gobierno colombiano, en cabeza de la canciller Holguín, para que el impasse se maneje de manera directa, sin micrófonos de por medio.
No hay que llamarse a engaño. Más allá del malestar que pueda haber causado en Caracas —en el Gobierno, vale aclarar— la reunión en Bogotá, lo cierto es que el sobredimensionamiento de este episodio está vinculado a los graves problemas que enfrenta el país vecino en la actualidad: desabastecimiento, inseguridad, muy serias dudas por el reciente resultado electoral, apagones permanentes, inflación galopante y un largo etcétera, donde les resulta rentable armar un zaperoco con quien sea. Sea la agresión a mansalva a parlamentarios de la oposición en la Asamblea Nacional, por parte de diputados oficialistas, o reaccionar de manera airada frente a un hecho nimio que, en el peor de los casos, no debería generar más que algún tipo de queja entre cancillerías.
El presidente Santos tiene todo el derecho de invitar y reunirse en su casa con quien lo desee. En especial con el candidato que obtuvo casi la mitad de los votos o a quien, es dado suponer, mientras no se realice un reconteo de votos creíble, le esquilmaron las elecciones. Tanto más cuando la persecución al disenso en ese país crece día a día y el visitante simboliza dicha persecución y busca apoyo para visibilizarla. La engañosa cortesía de la diplomacia por el interés de unas relaciones comerciales o el arropamiento al proceso de paz en curso no puede llegar al extremo de mirar hacia otro lado cuando se vulneran principios democráticos esenciales. El respeto a la soberanía interna de otro país no es sinónimo de complicidad.
Dicen los entendidos en el tema que el hecho de que el presidente Nicolás Maduro no se haya pronunciado directamente significa, en lenguaje diplomático, que queda la puerta abierta para que el presidente Santos y él puedan conversar y dar por superado el incidente. Que de este lado de la frontera la prudencia en la diplomacia no hubiera permitido pisar la cascarita pendenciera lanzada por Jaua y Cabello —lo que no hubiera acontecido con el anterior gobierno— ayuda a que ese contacto se pueda dar. A todos nos interesa que la relación se normalice, pero es de esperar que en ese eventual diálogo el presidente Santos sea firme para exigir sindéresis y poner las cosas en su sitio.
Los dos países, lo hemos dicho en reiteradas ocasiones en estas páginas, y sin demagogia, tienen un presente y un futuro común que no estará exento de malentendidos e incidentes como el que afloró en estos días. Hay demasiado en juego, comenzando por el tema de la paz, el comercio bilateral vinculado a la escasez de productos esenciales en Venezuela, que se puede abastecer desde aquí; la situación de la zona fronteriza; el contrabando de gasolina; la delincuencia binacional, en fin, un sinnúmero de problemas que ameritan una aproximación sosegada y una solución concertada. Las bravuconadas le sirven al gobierno bolivariano para recuperar espacio perdido dentro de sus seguidores mediante un falso nacionalismo exacerbado.
Mejor harían las autoridades del país vecino en poner la casa en orden, aclarar el tema del resultado electoral y buscar caminos de entendimiento con la otra mitad del país, hoy en la oposición, para garantizar la gobernabilidad. No hay otro camino.
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