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Los gitanos del Almendares
LA HABANA, Cuba, noviembre, www.cubanet.org -Estaba caminando por la ribera del Almendares, cuando a unos pocos metros, rio arriba, me encontré con una especie de comuna de gitanos “a lo cubano”.
Bien se conoce que los gitanos desde siempre han llevado un estilo de vida parcialmente nómada. El nomadismo está estrechamente relacionado con la exclusión e inadaptación de los gitanos en las sociedades modernas. Sus restricciones para realizar determinados empleos, los conducen al ejercicio de oficios itinerantes y estacionales. El ser nómadas es, en cierta medida, no la causa, sino una consecuencia de la persecución y marginación que sufren.
Conocía los barrios marginales de Cuba, que antes solían estar en las periferias, pero ahora abundan en cualquier sitio, incluso en los más céntricos, de las ciudades. Sin embargo, este tipo de enclave, es algo que nunca antes había visto.
Pero allí estaban estos “gitanos cubanos”, instalados a la intemperie en plena Habana, en las márgenes del río Almendares. Gente que, sin pertenecer a esa etnia, vivían como los gitanos de las viejas películas. Los vi apostando sus cañetes para pescar algún incierto pez en aquel río contaminado, cuyas pútridas aguas a veces parecen veneno líquido. La posible pesca les serviría para la comida de esa tarde/noche.
Unos pasos más adelante, alguien cocinaba en una rústica hoguera de leña algún tipo de mejunje. Alrededor se dispersaba una gran cantidad de latas y pomos plásticos vacíos. Para dormir habían improvisado unas tiendas de campaña con sábanas sostenidas por palos.
Les pregunté: ¿de qué viven? Su respuesta fue que subsisten haciendo adornos con flores plásticas, así como de mendigar y del meroliqueo (comercio) de prendas de muy bajísimo costo. Pregunté si podia tomarles algunas fotos y respondieron que sí.
El tropiezo con estas personas, me impactó, me mostró el lado más oculto de nuestra supuesta sociedad de bienestar social. Los minutos que duró el encuentro con esta pobre gente fueron de revelación, con flashes de una hiperrealidad que ni siquiera imaginaba.
Los “gitanos cubanos” me contaron que estaban allí porque ya habían sido desalojados de unos cuantos lugares. Tal vez intuyan que las márgenes del rio les acogerán por un tiempo, hasta que venga nuevamente la policia a desalojarlos y deban encontrar refugio en algún otro escondrijo de la ciudad, donde los turistas no los vean.
Pensé en preguntarles cómo habían terminado así, cómo habían quedado sin hogar, sin siquiera una choza, acampando a la intemperie, a orillas de un rio pestilente; qué ruta habían seguido para llegar a la más absoluta orfandad. Pero, no me atreví.
El hecho es que mientras escribo, ellos siguen allí, al margen de todo, sin derecho a nada y sin otra meta que ver la luz del sol de mañana con algo en el estómago. Son la viva encarnación de la creciente miseria de Cuba, la imagen del infierno en un país que supuestamente construiría el paraiso.
Como consuelo pensé que, en medio de su miseria, sin proponerselo, y quizás hasta sin saberlo, también encarnan la libertad que da no tener compromisos, nada que perder y nada que deber. Son al menos más libres que muchos que, por conservar un mal pagado trabajo estatal, con salario de un dolar diario, o la posibilidad de un viajecito fuera del infierno, viven aplaudiendo a su verdugo, amordazados y con careta.
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