20/11/12 |
Rolando Cartaya/ martinoticias.com

El diario The New York Times afirma en un reportaje fechado en La Habana que con la legalización en Cuba de cientos de miles de pequeños negocios privados, el debate sobre el embargo se complica, e incluye un nuevo argumento en su contra: el cauteloso avance del gobierno de la isla hacia el capitalismo podría acelerarse con más ayuda desde Estados Unidos.
El Times cita a un mecánico habanero, Francisco López, quien sueña con adquirir un elevador hidráulico para su taller. Pero la persona que podría enviárselo ya se arriesga a una multa de 65.000 dólares cada vez que le manda pastillas de frenos u otra pieza de repuesto.
Agrega que aunque los defensores del embargo advierten que no se deben extender "salvavidas económicos" al gobierno de Cuba, algunos cubanos de la isla y el exilio abogan por un nuevo enfoque, y han comenzado a instar al presidente Obama a que actualice la política norteamericana, fijando como prioridad la ayuda a los cubanos que procuran mayor independencia económica del gobierno.
El reportero del Times en La Habana, Damien Cave, advierte que cualquier relajación estaría corriendo un albur, pues la libre empresa no necesariamente conduce a la meta de elecciones libres prevista en el embargo, y el gobierno cubano ha indicado que quiere seguir los caminos de Vietnam y China, donde la liberalización económica no ha conducido a cambios políticos.
Agrega Cave que las autoridades cubanas se han especializado en usar a su favor anteriores esfuerzos estadounidenses para suavizar las sanciones, apropiándose, por ejemplo, una tajada de los dólares convertidos a pesos, o elevando su margen de ganancia en los precios de las tiendas estatales.
Además, --recuerda-- La Habana tiene una larga historia de enfriar cualquier entibiamiento de las relaciones (como demuestra el encarcelamiento de Alan Gross). Y están, por otra parte los límites legales impuestos por la ley Torricelli de 1992, y la Helms-Burton, de 1996.
No obstante, Cave cita a funcionarios de la administración Obama, quienes aseguran que no se han rendido, y que podrían avanzar si el presidente decide actuar por su cuenta. Según estas fuentes, bajo la autoridad del Departamento del Tesoro para otorgar licencias y redactar regulaciones hay espacio para modificaciones significativas.
Siguiendo la lógica jurídica de los cambios introducidos por Obama en 2009, serían posibles expansiones adicionales en materia de viajes, junto con nuevos permisos a la inversión o las exportaciones e importaciones, sobre todo si se aplican en forma selectiva a las microempresas cubanas.
La movida, sin embargo, podría enfrentar una fiera batalla con la bancada cubanoamericana del Congreso, opuesta a regulaciones más laxas. La presidenta del Comité de Relaciones Exteriores de la Cámara, Ileana Ros-Lehtinen, ha advertido que mientras el gobierno de la isla anuncia "reformas ", en realidad está apretando el puño sobre el pueblo.
El Times toma nota de que muchos cubanos coinciden en que su gobierno se preocupa más por el control que por el crecimiento económico. Cuando ven que un empresario tiene éxito, los inspectores estatales lo hostigan y le hacen pagar onerosas multas.
En cuanto a las restricciones del embargo en materia de inversiones, el ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla, dijo recientemente en Nueva York que para su gobierno las pequeñas inversiones en los negocios privados no son una prioridad, porque lo que Cuba necesita, según él, son cientos de millones para proyectos de desarrollo económico como el del puerto del Mariel.
Según el diario neoyorquino, los propietarios de pequeñas empresas en Cuba dicen que saben que lo más probable es que el gobierno encuentre una manera de beneficiarse de relaciones económicas más amplias con los Estados Unidos. Por ejemplo, la respuesta a las importaciones informales que llegan de Miami en las maletas de los familiares, ha sido elevar los aranceles de aduana.
Aún así, --apunta Cave-- en un país donde los cubanos "resuelven" todos los días una manera de sortear las restricciones del gobierno, muchos de ellos anticipan beneficios concretos si Estados Unidos cambiara el rumbo.
López, el mecánico, cree que la legalización de la inversión y las importaciones desde el país del norte inundaría la isla con los suministros que los negocios por cuenta propia necesitan; abrumarían los controles del gobierno; reducirían los precios, y crearían más empleos al margen del Estado.
Otros cubanos, disidentes políticos entre ellos, creen que un ablandamiento del embargo incrementaría la presión para cambios más rápidos, al socavar una de los principales excusas del gobierno para no dar libertades, oportunidades económicas, u ofertar al menos provisiones básicas.
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