EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO
Las preocupaciones del ex presidente Andrés Pastrana
Por William Calderón
La Barca de Calderón
11 de septiembre de 2012
El ex presidente Andrés Pastrana es quizás el colombiano que en los últimos tiempos pudo evidenciar más de cerca la estructura, las normas de conducta y los órganos de decisión de la guerrilla, toda vez que durante su gobierno fue la última ocasión en la que el Estado se sentó a conversar con la insurgencia en procura de una salida política al conflicto. Con este bagaje de conocimientos el ex mandatario le concedió el domingo una entrevista a la periodista Cecilia Orozco Tascón, en la que planteó sus principales preocupaciones sobre el intento de paz que ahora emprende el gobierno del presidente Santos.
Cese al fuego
Consideró Pastrana que "un cese al fuego propiciaría el clima de tranquilidad deseable para el avance rápido de la negociación". Le reconoció a la entrevistadora de El Espectador que fue un error el despeje de cinco municipios en su gobierno. Advirtió que como la negociación se hizo en el país, fue necesario un lugar para conversar, al tiempo que este nuevo proceso (el de Santos) tendrá tres despejes: Venezuela, Noruega y Cuba.
Interrogantes
El ex presidente conservador se preguntó en el amplio diálogo: ¿"Si en este nuevo esfuerzo están las Farc comprometidas en su totalidad con este proceso"? Señala que "no puede ser que un grupo asegura que va a hacer la paz y el otro prosigue en el negocio de las armas y el narcotráfico". Y vuelve a preguntar: ¿Qué pasa con Joaquín Gómez? ¿Por qué no aparece en los inicios del proceso si él es uno de los hombres más importantes de las Farc y maneja un frente militar muy fuerte en el Putumayo que está absolutamente comprometido con el narcotráfico?
Unas lecciones
Si bien el esfuerzo de paz celebrado en el Caguán, en el gobierno Pastrana, no prosperó,dejó estas lecciones que es preciso considerar: 1) Deslegitimó a la guerrilla internacionalmente. 2) El proceso puso de relieve los desmanes de la guerrilla en la zona de distensión, dejando claro que la subversión estaba más cerca de continuar en el delito, en las armas, en el secuestro y en el narcotráfico, que pasar a la civilidad.
El no a Chávez
El proceso del Caguán obtuvo todo el apoyo internacional, pero el gobierno nunca perdió el control de las decisiones en el tema de la negociación. Aunque el presidente Chávez siempre quiso intervenir en el proceso, el gobierno de Pastrana no se lo permitió. Cuando Chávez pidió ser invitado al Caguán, Pastrana lo eludió.
El Plan Colombia
El Plan Colombia fue la estrategia simultánea mediante la cual se previó que, ante un eventual fracaso, la fuerza pública estaría preparada presupuestal y tecnológicamente con mayor capacidad logística, todo se hizo de la mano o en compañía del entonces ministro de Defensa, Rodrigo Lloreda Caicedo, lo que posibilitó el fortalecimiento del Ejército que sirvió de base a la política de seguridad democrática implementada posteriormente por el gobierno del presidente Álvaro Uribe.
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Hablan las Farc
Por Fernando Londoño Hoyos
La Patria, Manizales
11 de septiembre de 2012
Han saltado a la arena los nuevos gladiadores por la paz. Espesa y larga legión de personajes dedicados a explicar por qué ahora sí los guerrilleros se han vuelto buenos muchachos que aspiran a muy poco y ese poco se les ha de conceder detrás de semejante regalo divino. El presidente de la Corte Suprema, Javier Zapata, ha dicho que "la paz está por encima de todo", con lo que nos deja claro que la axiología no es su fuerte. La paz no está por encima de todo, ni puede estarlo. Como valor de alteridad, debe inscribirse en la libertad, que es como la atmósfera en la que respiran los valores. Paz sin libertad es la esclavitud. ¿Algo más pacífico que un campo de concentración? En su frenético entusiasmo, a este jurista se le olvidó la Filosofía del Derecho.
Cómo se les olvida a los que pregonan que bien vale sacrificar la justicia, con tal de conseguir la paz. Les recordamos a esos entusiastas de la nueva religión, diríamos mejor que de la nueva beatería, que la justicia es el valor supremo del Derecho, dicho por todos los pensadores, de cualquier tendencia filosófica, que valgan la pena. Pero con tal de tener a Timo y a Márquez y a Granda tranquilos, les entregamos lo que han buscado en 50 años de terrorismo: el poder. Y se los entregamos entero, incluida la forma de vida que hemos adoptado. Porque les entregamos la libertad de conciencia, la democracia, la economía liberal, la comunicación con el mundo capitalista. Pero leamos a las Farc. Es mucho mejor que imaginar lo que dicen.
En esa apoteosis del mamertismo que es el discurso de Timochenko, dijo lo que transcribimos enseguida:
"una paz fundada en la verdadera reconciliación, en el entendimiento fraterno, en las transformaciones económicas, políticas y sociales necesarias para alcanzar el punto de equilibrio aceptable para todos. En la extirpación definitiva de las razones que alimentan la confrontación armada".
Esas razones, las que explican las bombas que ponen, las masacres que cometen, los secuestros y las extorsiones, la esclavitud de los miles de niños que se han robado, el aniquilamiento de los pueblos más humildes con sus cilindros bomba, son bien conocidas. Y Timochenko, en eso muy sincero, las recuerda. Las factorías que consumen al proletariado, la existencia de los humillados y ofendidos (la frase se la prestaron, sin regalías, a Dostoievski) los oprimidos y explotados, el saqueo de la riqueza del país por las poderosas multinacionales, las políticas neoliberales, es decir, todas las razones de la lucha de clases y que justifican la dictadura del proletariado. Las Farc no se han movido un milímetro de su credo marxista leninista.
Sobre la duración y la técnica de los diálogos, tampoco han podido ser más claras las Farc. En obvia alusión al ministro de Defensa Rodrigo Lloreda Caicedo, cuya memoria detestan, recuerdan "que nos advertía comenzando el proceso del Caguán, que tendríamos dos años para pactar nuestra entrega". Lo que significa que dos años no son nada, para todo lo que tienen que decir. Y lo dirán con la participación directa de todos los mamertos que han nacido, y de los catecúmenos que se están ensayando para echar su discurso en La Habana. En La Habana, la ciudad capital del comunismo que queda, el que se impuso con los paredones de fusilamiento que dirigía el Che Guevara desde la cárcel de La Cabaña. El Che, por supuesto, será el ángel inspirador de estos diálogos, para aclimatar los fusilamientos contra todos los miembros de la Asociación que preside el doctor Luis Carlos Villegas. Tal vez los del "gran capital transnacional" alcancen a tomar el avión a tiempo. Los criollos dueños de las "factorías que los consumen", tendrán que enfrentar un juicio tan expedito como los del Che en La Cabaña. Se nos ocurre que Iván Márquez es un buen candidato para mover esos expedientes.
Que no digan que nos cogieron de sorpresa. Que no digan que no lo anunciaron. Para evitar ese cargo, el gran discurso termina así: "¡Hemos jurado vencer y venceremos!"
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Razones para el escepticismo
Por Saúl Hernández Bolívar
@SaulHernandezB
El Tiempo, Bogotá
10 de septiembre de 2012
No creo que unos bandidos que no muestran el menor arrepentimiento ni la más leve intención de pedir perdón por sus múltiples crímenes estén en disposición real de abandonar las armas y reconciliarse con el país.
Las razones por las que no creo en este proceso de paz se pueden clasificar -sin ser concluyente- en tres grupos: las que tienen que ver con el Gobierno, las que tienen que ver con las Farc y las relativas al proceso en sí. Sobre las primeras, comienzo por decir que pesa la desconfianza ocasionada por las mentiras y traiciones de quien se eligió con las banderas de la Seguridad Democrática y violó el compromiso de seguir ese camino. No hay que creer en tahúres, dirán algunos, pero es que Santos ha llegado al extremo de traicionarse a sí mismo al tragarse sus propios principios, como ese de que solo usaría la llave de la paz si la guerrilla daba muestras de buena voluntad, o el de no repetir errores del pasado, tales como dialogar en medio de hostilidades, con lo que la sangre de inocentes se vuelve un factor de presión en la mesa.
Esa desconfianza se torna insuperable si se tiene en cuenta que desde los albores de su administración trascendió que el Presidente anhela premios y dignidades como el Nobel y la Secretaría General de la ONU, en cuya elección tiene mucho peso la izquierda internacional, con la que le sería muy conveniente congraciarse. Igualmente, no hay que olvidar que Santos quiere reelegirse y, ante tan deslucida gestión, castigada en las encuestas, no hay que ser un gurú para entender que solo la esperanza de la paz podría enderezarle el camino. Es obvio, entonces, que estamos ante un proceso forzado por las veleidades del poder.
De contera, tenemos un gobierno débil, que siempre cede ante las presiones, vengan de los camioneros o de los estudiantes, y que ahora necesita venias de las Farc para levantar su imagen a cualquier costo. La absurda declaración del ministro Carrillo, de que "Timochenko está hablando como un demócrata", da cuenta de lo mucho que está dispuesto a ceder Santos. Hasta las operaciones militares quedarán atadas al cálculo de no poner en riesgo las negociaciones, y es inevitable creer que ha habido un debilitamiento deliberado de la seguridad en estos meses.
En noviembre del 2013, momento en que Santos deberá anunciar si se lanza o no a un segundo período, nos dirán, así los diálogos no hayan avanzado ni un centímetro, que la paz está de un cacho y que su consecución o consolidación depende de la reelección del señor Presidente. Así, el país perderá seis años sin paz -o con un acuerdo desventajoso- y sin locomotoras. Por eso, este proceso sería más creíble si Santos renuncia desde ya a su aspiración de un segundo mandato, que es, en buena parte, el detonante del mismo.
Las razones que tienen que ver con las Farc son más que evidentes. Ya vimos que empezaron a negarlo todo con su cinismo de siempre y a hacer exigencias imposibles de cumplir: no tienen secuestrados (¿los asesinaron?), no tienen nada que ver con narcotráfico, no quieren que se le impongan plazos al proceso, pretenden un cese del fuego bilateral y que 'Simón Trinidad' haga parte de los negociadores. Mal comienzo, y con estos criminales, lo que mal empieza, mal termina: negarán el reclutamiento de menores, los abortos obligados, las purgas internas, las minas antipersonas, los asesinatos, las bombas... ¡todo! Eso no es serio.
No creo que unos bandidos que no muestran el menor arrepentimiento ni la más leve intención de pedir perdón por sus múltiples crímenes estén en disposición real de abandonar las armas y reconciliarse con el país. Mucho menos claros son los indicios de que hayan desechado el marxismo y estén decididos a apostarle a la democracia, paso sin el cual no habrá paz.
En una próxima columna me referiré a las razones atinentes al proceso mismo, si me lo permite 'Andrés París', quien advirtió en Noticias Uno que está "identificando columnistas" que hacen "campaña de desinformación", cosa que, viniendo de quien viene, suena a seria amenaza.
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Glosas a una euforia desmedida
Por Darío Acevedo Carmona
Ventana Abierta, Medellín
10 de septiembre de 2012
Sin comenzar la segunda fase de negociaciones de paz ya la guerrilla fariana mostró sus colmillos amenazantes y su voz arrogante en La Habana. De entrada dicen al menos tres mentiras: que no tienen secuestrados, que no tienen que ver con el narcotráfico y que no tienen responsabilidad en el atentado contra el ex ministro Fernando Londoño. El presidente Santos llama a creerles. Suficiente con haber entregado tantas condiciones a cambio de tan poco. Entre las dádivas ofrecidas para atraer a la mesa a las FARC podemos enumerar: 1. Aprobación de la ley de restitución de tierras, en la que se reconoció la existencia de un conflicto armado. 2. Aprobación de la ley marco para la paz que contempla medidas de amnistía e indulto y de justicia transicional y abre las puertas para su participación en política y para que los comandantes puedan ser elegibles. 3. Relegamiento del discurso y de la política de Seguridad Democrática a un plano secundario. 4. Inmovilidad para restablecer el fuero militar y la protección jurídica de la Fuerza Pública ante la arremetida del frente civil o quinta columna en los tribunales que tienen más de doce mil soldados “fuera de combate”. 5. Acercamiento a Hugo Chávez y tolerancia con su proyecto expansionista de socialismo bolivariano. 6. Deposición o capitulación en las exigencias que estaban vigentes con toda razón como la del cese unilateral de hostilidades, renuncia a la toma del poder por la vía armada, cese de los crímenes de guerra y disposición a desmovilizarse y dejar las armas. Al parecer hay un punto 7. Tachar de guerreristas a los críticos del proceso y hacerlos despedir de los medios como ocurrió con Francisco Santos en RCN radio.
En vista de que distintas personalidades y analistas han tratado de invalidar las críticas afirmando que la negociación con los paramilitares fue peor, veamos algunas diferencias: 1. En materia de Agenda Nacional, no se discutió nada con esos grupos, con las FARC se discutirá todo. 2. Condicionamientos, los grupos paramilitares expresaron previamente su voluntad de cesar acciones criminales, entregar las armas, confesar la verdad y reparar a las víctimas, a cambio de aplicación de medidas de Justicia Transicional, las FARC llega a la mesa en medio de intenso accionar terrorista y sin renunciar a las armas. 3. En cuanto a la posición ante el Estado, las autodefensas reconocieron la legitimidad del mismo y se sometieron a él, a las guerrillas se les reconoce como contraparte y desconocen su legitimidad. 4. Periferia civil, los políticos y dirigentes sociales cercanos a las autodefensas fueron procesados y en su gran mayoría están en la cárcel. En cambio el círculo civil de las guerrillas realiza acciones políticas a plena luz del día, con todas las garantías, gozan de una aureola progresista, altruista y perseguidos por el Régimen y el paramilitarismo, tienen periódicos, columnas en la gran prensa, voz en las principales emisoras, algunos son congresistas y no hay ninguna investigación sobre ellos a pesar de las evidencias halladas en mas de un computador. 5. En cuanto al destino que les deparó el proceso, los comandantes paramilitares están en cárceles colombianas y estadounidenses, ninguno es congresista ni ministro ni gerente de instituto descentralizado. A los comandantes guerrilleros ya los presidentes del Congreso, el Fiscal General, el Arzobispo de Bogotá y otros dirigentes de alcurnia les han ofrecido cupos en el Congreso de la República y en puestos públicos. 6. En materia jurídica, la Ley de Justicia y Paz que se adoptó para el proceso con los paramilitares fue intervenida y regulada por los tres poderes públicos, como corresponde en democracia que se respete y fue resultado de la negociación. En el caso de las guerrillas se les expide una Ley Marco para la Paz a la medida de sus exigencias, con anterioridad, a cambio de nada.
Es evidente que habrá más impunidad con las guerrillas. Llama la atención que todos aquellos que se opusieron y criticaron con virulencia el proceso con los paramilitares, por considerar que se entregaba la justicia y se sacrificaba la verdad, hoy salen a aplaudir una iniciativa que a todas luces consagra mayor impunidad que aquella que tanto se condenó. Un doble rasero se advierte en la contextura moral de esos analistas que justifican su cinismo moral en el presupuesto de que las guerrillas actúan con altruismo y bajo parámetros políticos mientras los otros no. Obsérvese en esta línea de conducta el proceder de la Comisión Colombiana de Juristas y del Colectivo de Abogados José Alvear, entre otros grupos, empeñados en una sistemática persecución jurídica contra los integrantes de la Fuerza Pública mientras guardan absoluto silencio y hermetismo ante los crímenes de guerra de las guerrillas.
A los que guardamos un razonado escepticismo frente a la iniciativa del presidente Santos se nos debe respetar. El jolgorio nacional no puede derivar en un peligroso unanimismo en el que se amenaza con el linchamiento moral a quienes advertimos sobre lo funesto que sería entregar o reconocer más de lo se puede dar sin violar las leyes nacionales e internacionales.
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