EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO
CUANDO LO POLITICO OCUPA EL DEBATE Y USURPA LOS ESPACIOS NOS HACE PIEZAS DE OTRO JUEGO QUE NO ERA EL PLANIFICADO, CUANDO LAS CONSIGNAS SE CONVIERTEN EN BARRERAS DE HUMOS A LAS RESPUESTAS QUE NECESITAMOS, CUANDO LAS CONCLUSIONES LAS DAN UNOS INVITADOS, CUANDO LA DECLARACION FINAL ESTA RUBRICADA CON LA TINTA DEL PODER QUE EXCLUYE. REALMENTE NO SE QUE COSA ES SER BLOGUERO REVOLUCIONARIO. ¿QUIEN ES LA REVOLUCION?¿QUE ES LA REVOLUCION? UNA COSA QUEDA CLARA LOS JOVENES NO SON LA REVOLUCION Y #BLOGAZOXCUBA LO DEMOSTRÓ.
Espejismos y verdades de un encuentro
Mucha gente ensalza o denigra a La Joven Cuba. Yo los veo como lo que (creo) son: una terna de muchachos con entusiasmo, miedos, virtudes, defectos, prejuicios, razonamientos, que sufren y disfrutan Cuba con la misma intensidad que los millones de cubanos que no han puesto un pie en Internet y los blogs ni una vez en su vida. Los admiro por haber logrado bregar contracorriente y armado un encuentro de blogueros (aún con adjetivos y censuras, eso era casi impensable); los admiro por haber transmitido en vivo los debates todos , los sublimes, los infecundos; los admiro, porque navegan en tierra de nadie cargando con los estigmas de ambas orillas, y eso, amigos míos, merece respeto.
¿Qué fue el Encuentro de Blogueros en Revolución?, ¿más de lo mismo, la pérdida de un valioso fin de semana discutiendo problemas sin solución, un auténtico espacio de conversación? La respuesta está flotando en la blogosfera; entre las miles de opiniones que como potentísimo Amazonas se bifurcan y concurren a lo largo de la red. Tengo amigos que desistieron antes de empezar, amigos que no tuvieron siquiera la oportunidad de declinar la invitación, amigos que no pudieron llegar, amigos, en fin, que merecían estar en el encuentro porque aún con los perros detrás, continúan empeñados en ese acto de fe que es bloguear en Cuba. Por todos ellos estaba allí, y por mí mismo, porque mi yo futuro debe mirar atrás y saberme consecuente, con voz en el momento que debí hacerlo.
Y mi yo presente acudió a un debate que a ratos parecía estéril, pero que en no pocos momentos se trepaba amenazadoramente hasta las almenas que esconden nuestros dolores cotidianos, llámese cable, resolución 127, diálogo con las instituciones, o cualesquiera de los muchos problemas de los blogueros en Revolución. Una vez más corroboro mi tesis de que los problemas medulares de la cultura cubana siguen anclados en los ya lejanos sesenta; aún en las discusiones más insospechadas, seguían gravitando esas preguntas hasta hoy sin solución: qué es lo revolucionario, quién lo define, quién está dentro y quién afuera, dónde trazar las fronteras. Y yo, la verdad, que me considero revolucionario, que me considero dentro, comienzo a aburrirme y quiero hablar de otra cosa. A veces, peligrosamente, de cualquier otra cosa.
Qué triste el desencanto en los desiertos, cuando la vida parece írsete por un poco de agua y descubres que el oasis no era tal, sino un montón de lugares comunes y consignas desfasadas.
Cuando llegó el cierre del encuentro, me sentí un extraño; extraño porque mi vida bloguera no pasa por un eterno combate con el aparatoso y ridículo montaje mediático de los que no quieren este pedazo de tierra, porque me importa un comino si algún trasnochado entiende que le hago juego al enemigo, porque mis posts son míos, absolutamente míos, como el Malecón, como mi semen, como Memorias del Subdesarrollo. Salí del salón mientras algún joven comunista daba las conclusiones. Me senté en un humilde y solitario pasillo de la Universidad de Matanzas, a pensar, a escribir esto. El pasillo me llenó de nostalgias, me recuerdó la Lenin. Allá, en el encuentro de blogueros, sonaban aplausos lejanos.
… pero no fue este el verdadero cierre. Los contratiempos que acompañan a todo ser que vive en una isla nos hicieron quedar varados por demasiadas horas en la Universidad. Y allí, por primera vez, sentí que entre juegos absurdos, conversaciones elevadas y ridículas, el intercambio en ruedo y sin jerarquías que disolvieron profesiones, poderes y posturas, habíamos llegado, al fin, al verdadero encuentro.
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