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domingo, 22 de abril de 2012

The Dream of Leaving Cuba - NYTimes.com. Yoani Sanchez

The Dream of Leaving Cuba - NYTimes.com

Opinion

The Dream of Leaving Cuba



EL MOVIMIENTO BLOGGER, ESTA LLAMADO A SER EL CATALIZADOR MORAL DE LOS GOBIERNOS, ANTE LOS OJOS DEL MUNDO

La Habana
Afuera el sol es cegador caliente, y en la oficina de inmigración de 100 personas están sudando profusamente. Pero nadie se queja. Una palabra crítica, una actitud exigente, podría terminar en el castigo. Así que todos esperamos en silencio por una "tarjeta blanca", la autorización para viajar fuera de Cuba.
La tarjeta blanca es una parte de los absurdos migratorias que impiden a los cubanos salir y entrar libremente de su propio país. Es nuestro propio muro de Berlín sin el cemento, la tierra de minas de nuestras fronteras sin explosivos. Una pared hecha de papeles y sellos, supervisado por las miradas tristes de los soldados. Esto caprichosas costos de salida de permisos de más de $ 200, un año de salario para el cubano promedio. Pero el dinero no es suficiente. Tampoco es un pasaporte válido. También deben cumplir con otros requisitos, no escritas, las condiciones ideológicas y políticas que nos hacen elegible, o no, a bordo de un avión.
Con tantos obstáculos, recibiendo un "sí" es como oír el chirrido de los tornillos hacia atrás en una puerta de la celda. Pero para muchos, como yo, la respuesta es siempre "no". Miles de cubanos han sido condenados a la inmovilidad en esta isla, aunque ningún tribunal ha emitido un veredicto. Nuestro "delito" es pensar de manera crítica del gobierno, al ser un miembro de un grupo de oposición o suscribirse a una plataforma en defensa de los derechos humanos.
En mi caso, puedo hacer alarde de el triste récord de haber recibido 19 negativas desde el año 2008 de mis aplicaciones de una tarjeta blanca. Me dejó una silla vacía en cada conferencia, cada entrega de premios, todas las presentaciones de mis libros. No he recibido ninguna explicación, sólo la frase lacónica "Por ahora, no está autorizado a abandonar el país."
Pero no es sólo a los disidentes o críticos que sufren estas restricciones a la movilidad. Cientos de médicos, enfermeras y profesionales de la salud que el gobierno valora mucho el riesgo de perder sabemos que la elección de las profesiones significa que van a salvar vidas, pero será poco probable que veamos otras latitudes. Han visto a sus familias separadas, a sus hijos al exilio, mientras esperan la aprobación de las autoridades para salir. Algunos esperar tres años, cinco años, una década, para siempre.
La lista negra de aquellos que no pueden cruzar el mar es largo, y aunque la información no se publica, todos sabemos cómo funciona el sistema. Y por eso nosotros nos ponemos máscaras de conformidad antes de los ojos vigilantes del Estado, con la esperanza de alcanzar el sueño dorado de cruzar las fronteras nacionales. El permiso de salida se convierte así en un método de control ideológico.
Hace unos días, Ricardo Alarcón, presidente del Parlamento cubano, dijo en una entrevista extranjera que el gobierno está estudiando una reforma radical de la emigración. Pero todos sabemos cómo el gobierno cubano utiliza el eufemismo "estamos estudiando" para ganar tiempo en lo que podría convertirse en una espera de décadas.
En realidad, estas mismas autoridades no están dispuestas a renunciar a esta industria rica que les lleva a millones de dólares al año en honorarios para entrar y salir del país. Los rumores vuelan, pero el nunca se quede en posición abierta.
Hace un año, por ejemplo, como yo estaba solicitando el permiso para asistir a un evento en España, la noticia "se rompió" que los cubanos no tardaría en viajar libremente. Cuando le pregunté al funcionario encargado de tramitar mi petición si era cierto, ella se burló de mí, "Ir al aeropuerto y ver si te dejan salir sin una tarjeta blanca."
Esa misma tarde, ya que se emitió una negación más, mi celular sonó con insistencia en mi bolsillo. Una voz entrecortada me relató los últimos momentos en la vida de Juan Wilfredo Soto, un disidente que murió varios días después de ser esposado y golpeado por la policía en un parque público. Me senté para sostenerme, mis oídos sonando, lavar mi cara.
Me fui a casa y miró mi pasaporte lleno de visados ​​para entrar en una docena de países, pero carente de cualquier autorización para salir de la mía. Junto a su cubierta azul de mi marido puso un informe de los detalles de la muerte de Juan Wilfredo Soto. Mirando desde la cara en la fotografía con el escudo nacional en mi pasaporte, sólo pude concluir que en Cuba no ha cambiado nada. Seguimos en las garras de las mismas limitaciones, atrapados entre los altos muros del sectarismo ideológico y los grilletes apretados de las restricciones de viaje.
Yoani Sánchez es el autor de "La Habana real:. Una mujer lucha para contar la verdad sobre Cuba Hoy" Este artículo fue traducido por Mary Jo Porter de los españoles.

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